Estimada señora Ada Colau, vaya por delante mi respeto y solidaridad con la entidad que usted representa y con la tarea que están haciendo, muy importante y que todavía tiene mucho trabajo por hacer. También vaya por delante que considero del todo inaceptables las palabras de la señora Cifuentes respecto a su entidad y representantes; espero que tomen ustedes medidas contra los insultos de esta mujer que ha perdido el norte, si es que alguna vez ha sabido dónde estaba. Mi carta es sencilla: hay algo que hacen que no me parece nada bien. Desde mi punto de vista, de mujer que estuvo casada con un señor que se dedicaba a la política, por suerte hace tiempo olvidado, le tengo que decir que acosar las casas de los políticos me parece una decisión del todo equivocada. Le quiero contar que una vez, cuando aún estaba casada y mi hijo pequeño tenía unos 10 años, una mañana, a las ocho, el niño abrió la puerta de la calle para sacar a pasear el perro que teníamos, y soltó un grito que para mí fue escalofriante y me hizo correr a la puerta de la calle, donde algunos gamberros habían apilado unos escombros que nos impedían salir. Quisiera, ahora, años después, tener una foto del susto que sufrió el chico, de la cara que puso, de su desazón... Durante muchos días abrimos la puerta de casa con miedo de no saber qué encontraríamos. Nunca supimos -tampoco nadie se molestó en informar- quién o por qué nos lo hicieron. Esta pequeña muestra es para que usted entienda que las familias de los políticos no tenemos nada que ver con su gestión; es más, muchas veces no estamos de acuerdo con la gestión que hacen, pero de la misma manera que si a usted le hacen una mala reparación en un electrodoméstico, irá a la tienda a protestar y presentar una queja, pues hay que ir a las instituciones donde estas personas desarrollan su gestión, NUNCA a su casa. Las familias no son culpables, créame, y menos los niños que puede haber. No sé si usted es madre; me interesa su gestión, no su vida privada, pero si lo es, le pido, por favor, que piense, que sienta ese espanto que vivimos nosotros y recapacite. Ocupen ayuntamientos y cualquier edificio público, pero dejen a las familias al margen, por favor... Le vuelvo a reiterar mi apoyo, mi inquietud por las familias desahuciadas; he escrito otras veces al respecto y lo indigno que me parece dejar familias en la calle, a quienes dejan tiradas los que les hicieron endeudarse. Solo le pido que las quejas las hagan donde toca.
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