Un gran éxito del nacionalismo ha sido la asimilación del Barça con Catalunya. La expresión 'Més que un club' no solo refleja un proyecto futbolístico, sino que encarna valores extradeportivos como la tolerancia, el respeto y el esfuerzo. El éxito del club es el éxito del nou país. Pero aunque se considera al Barça estandarte del catalanismo político, la verdad histórica diverge estrepitosamente. Fue fundado en 1899 por un suizo, Hans (no Joan) Gamper quien formó un equipo de extranjeros donde no podían jugar españoles y por tanto tampoco catalanes. Con los años, el Barça se convierte en símbolo de la resistencia antifranquista. Pero no siempre fue así: fue el primer club que erigió a la entrada de su estadio un monumento a los "caídos por Dios y por España". Y no hubo problema en encontrar catalanes afines al régimen para dirigir el club, que concedió dos medallas a Franco. Hace unos meses, en la final de la Copa del Rey, un aquelarre enfurecido silbó al sonar el himno nacional. Creyendo liberarse de una rémora, apretaron fuertemente los grilletes que los mantienen presos. Supuso la subordinación del último ámbito de la sociedad civil al poder político, del que ya no escapa ni un acto deportivo. Decía Abenjaldún que pasado y futuro se parecen como dos gotas de agua. El relato histórico culé es un gigante con pies de barro: siendo motivo de orgullo colectivo, parte de premisas falsas.
Laia Martínez, de Barcelona, considera que el Barça no puede convertirse en un promotor de la independencia
Jorge Guillamon, de Barcelona, cree que fútbol y política están separados por una línea muy fina
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