Mi madre, de 78 años, tiene párkinson asociado a una demencia. No habla, no se mueve, no puede casi tragar, solo te mira con los ojos inmensamente abiertos. Ni siquiera cambia de expresión cuando me ve a mí o a sus nietos. Está en una residencia para la tercera edad, es lo único que puedo hacer ya para que, por lo menos, tenga la calidad de vida que yo, en casa, no puedo darle. Pero ¿qué coste conlleva eso? Que para poder pagar esa residencia, sea yo la que me quede sin dignidad. No puedo pagar mis facturas, no llego ni a mitad de mes porque la residencia para una persona que necesita los máximos cuidados las 24 horas del día cuesta mas que un hotel de cinco estrellas. Llevamos dos años esperando una plaza pública que nunca llega, pero ahora, encima, tienes que oír a los políticos, ante las elecciones municipales, hablar de dignidad. Pero yo siento que para ellos es una palabra vacía, solo un instrumento para conseguir más votantes. En estos tiempos, tristemente, la dignidad pasa por tener dinero, y ellos, probablemente, tienen el suficiente para darles a sus mayores la dignidad que merecen.
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