La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, habló en catalán en un acto en el distrito de Sant Martí ante 300 vecinos hasta que recibió una nota que supuestamente pedía que lo hiciera en castellano. El caso es habitual y exige hacer una reflexión sobre este hecho aparentemente sin importancia pero que refleja la situación sociolingüística del catalán. A menudo cambiamos del catalán al castellano porque "no es de buena educación". Es una frase que hemos interiorizado, no sea que nos tachen de separatistas. Esta es la proclama que todos los dirigentes tienen en su subconsciente. Cuando van a alguna zona de habla no catalana, deben demostrar su 'modernidad' y cambiar al castellano, con una disculpa, no sea que reciban un mensaje fulminante desde Madrid porque el uso de la lengua del país resta votos cada segundo que se usa. Está comprobado que no se puede vivir en Catalunya en catalán, ni en otros territorios donde esta es la lengua propia. ¿Por qué tenemos que cambiar nosotros y no ellos, que no tienen voluntad por aprender el idioma del país? También podemos observar el retroceso del uso de la lengua catalana en la enseñanza: gran parte del profesorado utiliza el castellano en sus clases, pero nunca ha habido quejas por ello. Todo esto demuestra la convivencia de las dos lenguas sin conflicto, pero siempre queda en desventaja el catalán. Este se ha convertido en la enseñanza en una lengua aburrida que se asocia con pruebas, controles... No es una lengua de juegos en las redes sociales, que es lo que le daría prestigio entre la juventud.
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