Tras ocho años haciendo voluntariado en medio mundo, en junio volví a mi ciudad, Barcelona, y decidí ser voluntario del Centre d'Acollida d'Animals de Companyia (CAAC), lo que antes era la perrera municipal. Han sido seis meses de voluntario, todas las tardes de lunes a viernes. Las instalaciones están diseñadas para que los perros permanezcan allí unos días (antes, pasados esos días eran sacrificados). En estos momentos hay cerca de 200 perros. A la mayoría de las jaulas apenas les llega la luz, con lo que están en penumbra o casi a oscuras las 24 horas del día, y muchas quedan expuestas a la lluvia. Este equipamiento del Ayuntamiento de Barcelona tiene como función acoger a los perros abandonados hasta que sean adoptados. Les proporciona el sustento y una supuesta atención sanitaria, pero no los saca de las jaulas. Si no los paseamos los voluntarios, los perros no salen nunca, y su nivel de estrés y desesperación es inhumano. Muchos tienen diarrea severa. Las jaulas están llenas de heces, orina y moscas. También he visto charcos de sangre. No se limpian en días. El CAAC dice que hay más de 200 voluntarios que sacan a los perros a pasear, pero en estos seis meses no han subido regularmente más de 20. El paseo dura 20 minutos. El resto del día y de la noche están casi a oscuras en una jaula minúscula y sucia. La situación es simplemente trágica. Los perros sufren de una ansiedad espantosa. Lloran, saltan y chocan contra las jaulas. No entiendo que esto pueda suceder en una ciudad como Barcelona.
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