Ha llegado un momento en que uno pierde toda esperanza en la política. Los políticos parecen gestores de una empresa que buscan su propio beneficio y no el del país. Solo critican y se hacen reproches en vez de dialogar sobre el futuro en clave positiva. No es tan difícil ver que ante una crisis lo más inteligente es constuir y no destruir. Un claro ejemplo son los últimos ataques de corrupción, curiosamente iniciados por partidos con casos de corrupción bastante más graves y numerosos. Aquí ninguno es inocente, todos juegan en la liga del oportunismo y la estrategia del ataque. Todo esto hace que uno ya no crea en el sistema y vaya a votar sin confianza y para que su voto haga el menor daño posible; que sea la opción menos mala y no la más acertada.
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