Miércoles, 14 de mayo del 2014 Núria Carreras (Banyoles)

 Siempre me cuesta entender la poca participación en las elecciones, porque es la única forma que tenemos de poder designar a nuestros representantes, quienes harán las leyes por las que  deberemos regirnos y que por tanto afectarán y condicionarán  nuestras vidas. Europa ha pasado de ser el proyecto ilusionante que quitaba fronteras, permitía viajar a nuestros hijos con becas Erasmus o nos ayudaba a rehabilitar buena parte de nuestro patrimonio histórico, a ser la madrastra que nos receta austeridad y renunciar a los derechos sociales que tanto costó ganar. Europa ya no nos ilusiona y me temo que la campaña no nos ayudará mucho a confiar en que otra Europa es posible con nuestros votos. Especialmente en Catalunya, donde el procés lo empapa todo y los titulares recogen la opinión de este o aquel  europarlamentario sobre si Catalunya tendría cabida en Europa como estado independiente. Es evidente que la opinión varía en función de lo que quieren escuchar los posibles votantes de cada opción política. No se tratan los temas fundamentales: la destrucción del planeta, las desigualdades sociales, la revisión de las estructuras políticas, la inmigración... Mientras los científicos llevan años avisándonos de que vamos cada vez más deprisa hacia la destrucción de nuestro ecosistema, la pobreza y la desesperación están instaladas en millones de hogares europeos, el crédito de la clase política está bajo mínimos y miles de africanos mueren en nuestras costas, en esta campaña se habla de quién gestiona peor la crisis o de si un hipotético estado cabría o no en la Unión. Quizá llegue un momento en que tendremos estado, pero no tendremos planeta, o si lo tenemos, estará en condiciones sociales y ambientales deplorables y con un enorme cementerio en el mar. Al sur de la vieja, civilizada y democrática Europa.

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