¿Qué pasará con la Covid-19 este invierno?

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Entrado el otoño, con el mal tiempo llamando a nuestra puerta y las restricciones relajándose rápidamente, volvemos al trabajo presencial y a la normalidad. Muchos se preguntan si todavía nos tocará lidiar con una nueva ola de la Covid-19.

Indudablemente la situación ha cambiado mucho con respecto al invierno pasado.

Teníamos diversas formas de enfrentarnos al coronavirus: mascarillas, distancia social, test masivos, rastreadores, cierre de fronteras… Pero aportamos por la vacunación masiva. En enero de 2021 el porcentaje de personas vacunadas era mínimo. Sin embargo, hoy en día España es uno de los países con mejores datos de vacunación de todo el mundo.

Con el 76,5% de su población con la pauta completa de vacunación, lo que pase va a depender en buena parte de la eficacia de las vacunas administradas.

¿Todavía tiene dudas sobre las vacunas?

Algunos piensan que la vacuna contra la Covid-19 se desarrolló muy rápidamente y tienen dudas.

Pero lo cierto es que nunca en la historia de la humanidad trabajó tanta gente en desarrollar y producir una vacuna teniendo a su disposición tantos recursos.

Sin embargo, las vacunas para enfermedades víricas respiratorias suelen ser menos eficaces que las que se administran para otro tipo de enfermedades.

Y una prueba importante de ello es que ha resultado que las vacunas disponibles contra la Covid-19 no son esterilizantes.

Eso significa que quienes estamos vacunados podemos contraer la Covid-19. Pero la vacuna hará que si nos contagiamos solo padeceremos una forma tan leve de la enfermedad, que en muchos casos ni siquiera nos daremos cuenta.

La eficacia de las vacunas, en cifras

Los datos acerca de la eficacia de las vacunas contra la Covid-19 son demoledores.

El caso de los Estados Unidos resulta tremendamente esclarecedor.

A finales de agosto de 2021, prácticamente la mitad de la población norteamericana (concretamente el 50,3%) estaba vacunada. Se trataba de una situación idónea para efectuar comparaciones entre ambos grupos.

Desde los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC) se comparó la incidencia de Covid-19 grave en vacunados y no vacunados.

Los resultados no dejan lugar a dudas.

  • El 99.3% de las personas que requirieron hospitalización no estaban vacunadas.
  • Solo el 0.7% de los hospitalizados por Covid-19 habían recibido la pauta completa de la vacuna.

Como hay prácticamente el mismo número de vacunados que de no vacunados, la comparación es directa.

Más impresionantes son los datos con respecto a la mortalidad por Covid-19.

  • Más del 99.99% de los fallecidos no tenía ninguna dosis de vacuna.

Recordemos que cuando se efectuó este estudio, el número de vacunados y de no vacunados en la población norteamericana era prácticamente el mismo.

Y de los escasísimos fallecidos por Covid-19 entre los vacunados, la gran mayoría eran personas de edad muy avanzada que padecían otras graves dolencias.

Por el contrario, entre los no vacunados también fallecieron personas jóvenes y de mediana edad.

Sin duda las vacunas contra la Covid-19 funcionan muy bien a la hora de prevenir la muerte y la enfermedad grave.

Así mismo una serie de estudios demostraron que la vacuna reduce significativamente la probabilidad de resultar infectado en presencia del SARS-CoV-2, así como la probabilidad de que un vacunado que se infecte de Covid-19 contagie a otras personas.

Otra ventaja significativa de las vacunas es que una parte de las personas que padecen y superan la Covid-19 sin estar vacunados quedan con secuelas diversas, probablemente durante mucho tiempo. Esto no ocurre entre los vacunados.

Sí, hay vacunas mejores, pero…

Pese a tan excelentes datos, la vacuna de la Covid-19 no es tan buena como pueden serlo otras.

Por ejemplo, el virus del sarampión es más infectivo que el SARS-CoV-2. Además, en los niños la tasa de mortalidad por sarampión es mucho mayor que la tasa de mortalidad de la Covid-19.

Pero la vacuna del sarampión (desarrollada en 1960) es tan buena que en los países desarrollados el sarampión estaría extinto si no fuese porque se mantiene marginalmente entre los hijos de los antivacunas.

En este sentido no hay que olvidar que la vacuna de la viruela, unida a unas políticas de vacunación obligatoria en todo el mundo, resultó tan eficaz que el virus de la viruela se extinguió y la enfermedad desapareció del planeta en la década de los 70 del pasado siglo.

Nuevas variantes, la amenaza constante

Desafortunadamente tampoco podemos olvidar que el SARS-coV-2 evoluciona bastante rápido.

Se han ido sucediendo una serie de variantes del coronavirus que cada vez resultan ser más infecciosas. Y las vacunas actuales son algo menos eficaces contra las nuevas variantes que van apareciendo.

Sobre nosotros pende la amenaza de que aparezca una nueva cepa que consiga un cierto grado de escape a las vacunas.

La probabilidad es baja. Pero podría ocurrir. Incluso en este supuesto hay una elevada probabilidad de que las vacunas sigan proporcionando algún grado de protección.

Además, ahora estamos en condiciones de preparar relativamente rápido nuevas dosis de vacunas adecuadas para combatir a las cepas de escape que pudiesen aparecer.

Y aunque las vacunas contra la Covid-19 no son tan buenas como algunas de las vacunas contra otras enfermedades infecciosas, sin duda son lo suficientemente eficaces como para que durante los próximos meses las cosas sean mucho mejores de lo que lo fueron hace un año.

Si nos comportásemos mejor…

Aunque por una parte siguen dándose una serie de comportamientos peligrosos en la población y por otra arrecian las campañas de los antivacunas, buena parte de la gente sigue manteniendo la prudencia.

Y si unimos los efectos de la vacunación masiva con ciertas dosis de sentido común (un poco de cuidado con quienes nos reunimos, mantener una ventilación adecuada, utilizar la mascarilla en algunos casos…) resultará posible no solo prevenir en buena parte el contagio de Covid-19, sino también reducir la incidencia de otras enfermedades infecciosas como la gripe.

No todo son buenas noticias

Pero aunque la situación parece augurar que nos esperan tiempos mejores, no todo son buenas noticias.

Al principio de la pandemia, aplicando rigurosamente las medidas epidemiológicas clásicas pudimos conseguir que el SARS-CoV-2 se extinguiera.

Pero al apostar por una estrategia de vacunación masiva en los países ricos, no solo sufrimos un elevado coste en contagiados y muertos, sino que ahora nos enfrentamos a un escenario poco deseable: El coronavirus podría mantenerse entre nosotros durante muchos años.

Es cierto que la mayoría de la gente sufrirá formas muy leves de la Covid-19, máxime si, como apuntan todos los indicios, periódicamente dispondremos de dosis de refuerzo de vacuna adaptadas a las nuevas cepas.

Pero no es menos cierto que una cantidad de ancianos o de personas debilitadas morirá. Y sin la Covid-19 seguirían vivos.

Tampoco podemos olvidar que en un mundo de rápido cambio global antropogénico veremos otras pandemias.

Desde que extinguimos a la viruela hemos sufrido derrotas frente a nuevas pandemias. El SIDA o la Covid-19, de origen reciente, ya han matado a demasiados millones de personas.

Si no extinguimos al principio de su difusión a los nuevos agentes infecciosos pandémicos que den el salto evolutivo necesario para infectar a los seres humanos, iremos sumando pandemias que como la Covid-19 o el SIDA permanecerán entre nosotros largo rato.

¿Cuántas más podremos soportar?