La cuarta ola puede ser más peligrosa por culpa de la Fatiga pandémica

La cuarta ola puede ser más peligrosa por culpa de la Fatiga pandémica

La cuarta ola puede ser más peligrosa por culpa de la Fatiga pandémica

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Se cumple un año de la eclosión de la pandemia de covid-19, desciende la tercera ola de contagios y la expresión que adquiere mayor protagonismo es “fatiga pandémica”. Se acerca la primavera, pero todo hace pensar que la limitación de movimientos impedirá muchos de los planes habituales en las vacaciones de Semana Santa. Por eso mucha gente no acaba de ver luz al final del túnel y se siente invadida por “la desmotivación y el cansancio”, síntomas de la fatiga pandémica según la definición de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

La fatiga ha ido emergiendo gradualmente y está influida por distintas emociones, experiencias y percepciones relacionadas con la extensión y gravedad de esta crisis sanitaria y con las restricciones que los gobiernos han impuesto para contenerla. De hecho, según el estudio  Las consecuencias psicológicas de la Covid-19 y el confinamientoealizado por varias universidades españolas entre la población de nuestro país, el 45,7% de los encuestados afirmó que había aumentado su nivel de malestar psicológico.

A juicio del doctor Julio Maset, médico de Cinfa, “este cansancio es una respuesta normal del organismo”. Al principio de esta crisis, prosigue, “contábamos con nuestros mecanismos naturales de adaptación al estrés,

El hartazgo en la pelea contra el virus también ha tomado posiciones entre los profesionales sanitarios. Según José Antonio Flórez Lozano, catedrático de Ciencias de la Conducta de la Universidad de Oviedo y autor del libro “Covid-19 y el burnout del médico”, entre los médicos que atienden a enfermos de covid-19 graves en primera línea “se ha puesto de manifiesto que un 50% sufre trastornos depresivos, casi un 45% ansiedad y, aproximadamente, un 36% insomnio. Un 73% de las mujeres encuestadas mostraron ansiedad o depresión. De ellas, el 10% presentaba síntomas graves. Las amenazas son constantes; hablamos de una cuarta ola, cuando no se ha acabado la tercera y las resistencias psicológicas son exiguas; las fuerzas psíquicas y la resiliencia se agotan”.

El psicólogo valenciano Enric Valls vaticina que la cuarta ola de la pandemia será la «silenciosa» o «invisible», con ansiedad, estrés, miedo, fobias y problemas de familia y pareja. Los especialistas reciben cada día más pacientes con problemas derivados del cansancio acumulado después de tantos meses de restricciones. Valls ha explicado a Efe que cada vez «hay más gente que piensa que no le pasa nada y todo está bien, y de repente le entra ansiedad, pánico, fobias o desmotivación tremenda», y van en aumento los casos de «estrés postraumático por las pérdidas sin despedida y derivados de la soledad a la que se enfrentan muchas personas, porque hay gente que lleva un año sola sin tener ningún tipo de acercamiento».

Los expertos de la Sociedad Española de Psicología Clínica y de la Salud (SEPCyS) ponen el acento en un “efecto de habituación”, a consecuencia del cual comenzamos a no estar tan alerta ante la infección y a cambiar las ideas acerca de la probabilidad de contagiarse, lo que favorece que no se sigan o se abandonen las medidas de protección.

El estrés, el insomnio, la irritabilidad, los cambios de humor, el aburrimiento, los problemas de concentración y los sentimientos de angustia y ansiedad son algunas de las consecuencias de esta fatiga pandémica. “Es el pez que se muerde la cola: cuanto mayor es el agotamiento, más aumentan la desmotivación, el desgaste físico y el malestar psicológico que venimos sintiendo desde hace un tiempo. También podemos sufrir el efecto denominado ‘últimos kilómetros del viaje’: todavía saliendo de la tercera ola y con la vacunación en marcha, pero avanzando a un ritmo más lento del deseado, no vemos avance hacia la luz al final del túnel y cada vez nos cuesta más cumplir las medidas de seguridad y respetar las restricciones”, apunta el doctor Maset.

A juicio de este experto, “los cambios de humor y las emociones negativas son naturales, por lo que tampoco hemos de intentar reprimirlos, pero sí aprender a aceptarlos y manejarlos, de manera que podamos seguir rindiendo en el ámbito laboral o académico y, sobre todo, disfrutando de los buenos momentos que nos ofrezca la vida familiar y social”.

Para conseguirlo, el médico de Cinfa recomienda crear el hábito de observar cómo nos sentimos con el fin de poder detectar los pensamientos y sensaciones nocivos: “Solo si somos capaces de reconocerlos, podemos transformarlos en positivos con técnicas como la distracción. Por ejemplo, si me doy cuenta de que me siento angustiado o sobrepasado, puedo sentarme a escuchar música, irme a montar en bicicleta o llamar a un amigo para charlar”.