¿Qué debo saber sobre cómo puede afectar esta ola de frío a mi salud?

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Pues aunque sigamos en pleno otoño, parece que el invierno entra de golpe con la primera DANA de frío polar de la temporada. Y aunque no será ni parecida a Filomena, que dejó las mayores nevadas en un siglo en algunas zonas de la península, es nuestro primer contacto con el frío de la temporada. Y veremos un poco de nieve.

La previsión de los meteorólogos es que los termómetros se desplomen durante los próximos días. El mercurio se fijará cerca de los cero grados, e incluso en negativos en bastantes lugares, y es importante conocer la mejor manera en que debemos protegernos para evitar que nuestra salud se resienta.

Las personas mayores y sus mecanismos de autorregulación

Los expertos de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología señalan que son las personas mayores quienes más expuestas están a los estragos de las bajas temperaturas.

El envejecimiento altera los mecanismos de termorregulación y esto provoca nuevas patologías, además de empeorar las ya existentes. Sobre todo las relacionadas con el sistema circulatorio, como la angina de pecho, y todas las que tienen que ver con el sistema respiratorio.

Además, al aumentar el frío la sangre circula de forma más espesa y eso favorece la aparición de infartos de miocardio o cerebrales.

Para evitarlo, además de no permanecer expuestos al frío durante un tiempo excesivo, los expertos señalan dos recomendaciones:

– Una dieta que favorezca la producción de energía calorífica a través de alimentos como arroz, legumbres y pastas, además de proteínas como carnes y pescados azules.

Mantener la actividad física dentro de casa como fuente de generación de calor.

Los recién nacidos y las personas con enfermedades crónicas se encuentran también entre los grupos de riesgo.

Si formas parte de alguno de esos segmentos poblacionales deberás extremar aún más las precauciones.

Los riesgos que nos acechan a todos

El frío extremo que experimentaremos tiene dos efectos directos en nuestro organismo y que afectan por igual, aunque con distinta intensidad, a todos los grupos poblacionales: la congelación y la hipotermia.

En caso de congelación superficial observaremos síntomas como el enrojecimiento de la piel y sentiremos hormigueo y una sensación de picor o quemadura principalmente en zonas como las mejillas o las orejas.

La congelación profunda afecta de manera directa a músculos y huesos pudiendo derivar en úlceras o gangrena. Éstos cambiarán a un color más pálido en caso de llegar a ese extremo.

Por otro lado, la hipotermia es un proceso en el que nuestro cuerpo pierde más calor del que es capaz de generar como consecuencia de una larga exposición al frío.

En este caso nuestra temperatura corporal, que debe estar en torno a los 36’5 / 37 grados centígrados, se sitúa por debajo de los 35ºC y ahí empiezan los problemas.

Los síntomas más evidentes son la confusión, la pérdida de coordinación y la disminución del ritmo respiratorio.

Si sufrimos hipotermia, una creencia popular nos hará frotar las zonas frías de nuestro cuerpo. Error. Si lo hacemos, corremos el riesgo de provocarnos una vasodilatación forzada que solo empeorará la situación.

Para devolverle a nuestro cuerpo su temperatura correcta debemos aplicar calor seco en el tórax, las ingles y las axilas.

¿Por dónde perdemos calor?

«¡El calor se va por la cabeza!» es uno de los comentarios que más se repiten en estos días de frío extremo, pero ¿de verdad perdemos la mayor parte de nuestro calor corporal por la parte más alta de nuestro cuerpo?

La pérdida de calor depende de la circulación sanguínea y no es la cabeza uno de los lugares en los que más vasos sanguíneos tenemos. Es más, podríamos decir que en el caso de nuestra cabeza es mayor la sensación de enfriamiento que lo que supone en realidad para nuestro organismo.

La explicación es que nuestra cabeza y nuestro cuello tienen una cantidad mayor de células nerviosas que otras partes del cuerpo, y por eso son más sensibles a los cambios de temperatura. Pero esto no significa ni provoca que perdamos más calor por la cabeza en caso de no llevarla cubierta cuando el mercurio refleja temperaturas extremas.

Así lo confirma la investigación de Rachel Vreeman y Aaron Carroll de la Universidad de Indiana (Estados Unidos) publicada en el British Medical Journal.

A lo que sí nos ayudará un buen gorro será a mantener constante la sensación térmica.

Pero para evitar los efectos de las bajas temperaturas lo importante es que debemos tener bien cubiertas las partes que están menos irrigadas, como las manos o los pies.

Se trata de las zonas distales, es decir, que están más alejadas del centro del organismo, y por eso son las que se ven más afectadas por el frío.

Debemos protegerlas de forma correcta para evitar que por su exposición reiterada al frío baje nuestra temperatura, aunque no ocupen una gran cantidad de superficie corporal.

Qué enfermedades traerá la ola de frío

Recientes estudios realizados en Reino Unido indican que por cada grado que baja la temperatura a partir de los 18ºC el número de muertes aumenta en más de un uno por ciento.

Los resfriados y las gripes, los infartos y los derrames cerebrales son las causas más comunes en una ola de frío como la que entra ahora en España.

Desde la Organización Mundial de la Salud alertan de que esta situación puede «aumentar el riesgo de que se eleve nuestra presión arterial y de sufrir ataques cardiacos y accidentes cerebrovasculares».

Y un aviso para los adultos y jóvenes: al igual que pasa con los mayores, nadie queda al margen de poder sufrir episodios de enfermedades cardiovasculares y respiratorias.

Cualquiera puede verse afectado por las bajas temperaturas de los próximos días, sobre todo en zonas elevadas.

Los fallecimientos como consecuencia de el frío extremo estarán causados por enfermedades coronarias, accidentes cerebrovasculares, complicaciones respiratorias e hipotermias.

El riesgo de infarto aumenta con el frío un 20% y lo hace como consecuencia de un mecanismo concreto de nuestro organismo, conocido como la vasoconstricción, que se activa para conservar el calor.

Con este proceso se contraen los vasos sanguíneos aumentando las posibilidades de obstrucción, y en consecuencia las de experimentar un paro cardíaco.

La edad, la obesidad y el tabaco son factores que hacen crecer las opciones de sufrir un infarto de miocardio en esta fría época.

Debemos protegernos también para evitar que la ola de frío afecte a nuestro sistema inmunológico ya que es ahora cuando nuestras defensas estarán más bajas pudiendo abrir las puertas a la entrada de virus.

También sabemos, y lo estamos experimentando en toda Europa, que la Covid-19 o la gripe se vuelven más agresivas con las bajas temperaturas, y por ello ahora debemos extremar las precauciones.

Las mascarillas y la distancia social que hemos aprendido durante la pandemia pueden ser en este momento y durante todo el invierno una ayuda extra. No pensemos que si hemos pasado la Covid-19 y ya estamos vacunados nos hemos convertido en súper hombres.