CONSEJOS DE UNA PEDAGOGA

El confinamiento es un buen momento para reforzar los vínculos con los hijos

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Dice el proverbio que ningún mar en calma hizo experto al marinero. En efecto, las adversidades tienen la cualidad de volvernos más fuertes, si sabemos aprovechar las lecciones que traen ocultas tras la apariencia de infortunio. Y eso es precisamente lo que propone la pedagoga y experta en educación emocional Eva Bach: aprovechar el tiempo que ahora sí tenemos para generar vínculos emocionales más fuertes y sanos con nuestros hijos. La especialista, que participó en la última edición del  EMOcionaTOUR, impulsado por EduCaixa, considera que el momento ha llegado: estamos atravesando una crisis sanitaria mundial y, para detenerla, el gobierno ha decretado el confinamiento de millones de familias en sus hogares. Una situación inusual que podemos exprimir para hacernos más fuertes y aprender el valor de la resiliencia. 

Para Eva Bach, la pandemia del coronavirus viene con una carpeta de lecciones interesantes bajo el brazo. Nos brinda un tiempo de receso y una oportunidad única para reconectar con nosotros mismos, con nuestros anhelos y temores y, como consecuencia, con los de nuestros hijos. “Ante una situación extrema, tenemos dos opciones: podemos venirnos abajo, desesperarnos y entrar en conflicto, o bien aprovecharlo para replantearnos aspectos de nuestras vidas, crecer emocionalmente y tejer vínculos más sanos entre nosotros y nuestra familia. Esto requiere tiempo, un tiempo que ahora sí tenemos”.

Según la pedagoga, conviene mirar al coronavirus como un maestro y plantearnos qué podemos aprender de una situación tan cruel y adversa. Y nos trae varias lecciones de vida impagables. “Primero: nos puede ayudar a cultivar nuestras fortalezas, aquello que nos mantiene estables en medio del temporal y nos ofrece tiempo interior, hacia adentro. Segundo: hemos comprobado cómo mejora la salud del planeta al estar confinados. Esto también es interesante. Tercero, y muy importante: nos ayuda a practicar la empatía, a desdramatizar nuestra situación, mientras lo más grave sea tener que quedarnos en casa. Porque, aunque tenga momentos dramáticos, debemos tener en cuenta que hay personas en situaciones más desesperadas que la nuestra, y valorarlo en su justa medida es una exigencia moral para con los que están pasándolo realmente mal”, señala.  

Aprender de los más pequeños

Todas estas y otras enseñanzas pueden ser compartidas en familia durante los días de confinamiento. De hecho, desde nuestros hogares, podemos observar cómo digieren nuestros hijos la situación e, incluso, aprender de ellos. “Como decía el médico y psicoterapeuta Alexander Lowen, ellos todavía no tienen esa coraza que construimos los adultos y que nos convierte en personas más frías y rígidas”, explica. Por eso, aunque los veamos como seres ingenuos y vulnerables, conviene explicarles qué está pasando de forma veraz para que puedan, por ellos mismos, desarrollar una virtud que les será muy útil en la vida adulta: la resiliencia. “Tenemos que decirles la verdad, que existen virus, que a veces mutan y pasan cosas como esta. Pero subrayando que no es el fin, sino que debemos tomar precauciones y quedarnos en casa para poder salir todos juntos de esta situación”.  

También propone flexibilidad, pero con sentido común: por ejemplo, permitir un uso más prolongado de pantallas y redes, aunque limitándolo igualmente. ¿Cómo? Proponiendo actividades diferentes, y reservar algunas de ellas para fortalecer la comunicación emocional con la familia. “Por ejemplo, hablar de nuestros sueños o proyectos. Eso nos proyecta hacia el futuro y es muy necesario en ocasiones así y, además, nos da la oportunidad de establecer los pasos para llegar a ellos. También podemos hablar sobre la amistad y pensar en un buen amigo o amiga que haya hecho algo bueno por nosotros, y nosotros por él o ella, y darle las gracias”, dice. “Otra opción es conversar sobre lo que hace feliz a cada miembro de la familia, y pensar en qué podemos hacer hoy para hacernos felices mutuamente”. O sea, experimentar la felicidad de hacer feliz al otro. 

El dolor emocional es normal

Pero cuidado. Este no será un camino fácil. Habrá momentos difíciles, de tristeza, confusión, llanto, rabia o agobio que también merecen espacio y respeto. “Yo temo muchísimo por mi madre. Es inevitable y también es humano y, por lo tanto, bonito, ya que significa que amamos”, explica. Por eso, aconseja no esconder la vulnerabilidad, siempre y cuando quede clara la transitoriedad de esa emoción. “Lo que tienen que ver nuestros hijos es que el dolor es humano y normal, pero también que somos capaces de salir ahí porque tenemos en qué o en quién apoyarnos. Que se entra sin querer, pero se tiene que salir queriendo y dándole un sentido que nos haga más sabios y resistentes ante la vida”, explica, detallando con precisión la importancia de este momento histórico para los pequeños.

Continúa leyendo más iniciativas para llevar lo mejor posible este confinamiento en este artículo de Miradas con Alma.