entrevista con el Premio Pepe Carvalho de novela negra

Petros Márkaris: «No puedo tener esperanzas en este momento. Lo siento»

<b>Dos estrellas en BCNegra. </b>Nacido en Estambul en 1937, Petros Márkaris apostó hace casi cinco décadas por ser griego, algo que hoy parece una heroicidad. Premio Carvalho del 2012, se ha convertido en el notario de la tragedia económica de su país en 'Con el agua al cuello'. Ayer cruzó sus pasos con Anne Perry, que sitúa sus novelas en un Londres dickensiano que quizá esté volviendo.

ELENA HEVIA
BARCELONA

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-Mientras Grecia está paralizada en su segunda huelga general en un año, una asociación de policía pide que se arreste a los representantes de la troika, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Central Europeo y la Comisión Europea por «extorsión». ¿Qué le parece?

-Jamás he visto una situación tan dura y tengo ya muchos años. Bajo estas circunstancias, la gente reacciona de forma histérica y es difícil mantener la mente clara. Unos dicen: volvamos al dracma. Otros quieren demandar a la Unión Europea, a Estados Unidos y al Espíritu Santo. El problema es que algunos políticos se aprovechan de la situación.

-¿Así que Kostas Járitos, su comisario, no hubiera apoyado una petición así?

-Él es una persona calmada, un filósofo de la vida cotidiana. Creció en la pobreza y no le tiene miedo. La gente que hoy tiene más de 65 años años es así. El problema es la nueva generación que creció en una opulencia virtual y siente pánico.

-¿Usted vivió bajo la dictadura de los coroneles y me está diciendo que esto es peor?

-Entonces hubo otros problemas, persecuciones, abolición de los partidos políticos, tortura, pero sabíamos cómo sobrevivir en base a nuestros recursos reales.

-¿Cómo se siente un hombre de izquierdas como usted ante la impotencia del PASOK?

-Hace mucho tiempo que el PASOK dejó de ser un partido de izquierdas. La verdadera izquierda es la que está a la izquierda del PASOK y tampoco tiene un programa claro. En los buenos tiempos, la izquierda operaba como un mecanismo de control de la democracia burguesa. Pero, por desgracia, ya ha perdido toda su capacidad de presión.

-La velocidad vertiginosa a la que ocurren las cosas en su última novela, primera entrega de una trilogía sobre la crisis, es una buena manera de reflejar el caos de la realidad. ¿Era esa la intención?

-Y las cosas se ponen aún peor en la segunda novela de la trilogía que acaba de salir en Grecia. Un periodista me dijo que la sensación que le dejó su lectura fue la de estar pasando por un duelo.

-No quiero ni pensar en cómo será la tercera.

-Tratará sobre los jóvenes, que son los grandes perdedores de la crisis. Tenemos una tasa de paro juvenil del 42%. Así que todos están planeando escapar del país. Si tenemos suerte perderemos dos generaciones y si no tenemos suerte perderemos tres. En todos los casos, quien más perderá será el país.

-En la película La mirada de Ulises, de la que usted fue guionista, un taxista le dice a Harvey Keitel: «Grecia se muere... 3.000 años entre ruinas y ahora agonizamos. Pues si Grecia debe morir que sea rápido». ¡Y esto fue en 1995!

-Pero luego el taxista añade «Naturaleza, cómete una galleta». Es una forma de decir que aún se podía regalar algo al mundo.

-Pero la premonición es inquietante... ¿Qué sabían el director, Theo Angelopoulos, y usted que el resto ignoraba?

-Algunos de nosotros, y Theo Angelopoulos fue uno de ellos, creemos que las cosas hace ya mucho tiempo que van por mal camino. La sospecha pasó a certidumbre con los Juegos Olímpicos. El país necesitó reconstruirse desde cero y el coste fue muy alto. El presupuesto de los Juegos Olímpicos del 2004 fue de 2.000 millones de euros y el coste, de 21.000 millones. La diferencia fue financiada mediante créditos. Yo gritaba en vano: ¿quién va a pagar esto? ¿Quién devolverá el dinero? Pero nadie me escuchó.

-¿No cree que la muerte absurda de Angelopoulos, atropellado mientras preparaba una película sobre la crisis, tiene algo de simbólico?

-Me es muy difícil decirlo. Pero ha sido una terrible pérdida para Grecia porque era uno de los pocos griegos con voz en Europa y con un prestigio capaz de convencer a los extranjeros de la verdad de su obra.

-¿Qué consejo podría dar a los españoles en estos momentos?

-Con lo mal que lo hemos hecho... Yo pensé que eran ustedes los que nos podrían dar algún consejillo.

-Dicen que se aprende de los errores y nosotros no hacemos más que mirar a Grecia con temor.

-Sea lo que sea lo que hagáis, independientemente de cuál sea la situación, intentad evitar los mecanismos de control de la Eurozona y del Fondo Monetario Internacional. Nuestro principal error, el error del Gobierno de Papandreu, es no haber intentado aplicar las medidas motu proprio.

-Deme una nota de esperanza. Algo parecido a la galleta del taxista.

-Me gustaría pero no puedo. Lo que vi en Atenas durante la pasada Navidad no es para animar a nadie.

-¿Sin esperanza, entonces?

-Lo siento. Las falsas esperanzas fueron parte de la raíz del problema en el pasado. No puedo tener esperanzas en este momento.