Barcelona, una ciudad de motos mal aparcadas

Barcelona dispone de 77.899 aparcamientos de moto en calzada, un 12,3% más que hace dos años pero una cifra que queda muy lejos del total de motocicletas matriculadas en la ciudad: 271.090, según datos municipales. De este modo, solo el 28,7% dispondría de un hueco para estacionar en el improbable caso de que todas salieran a la calle al mismo tiempo. Pero es evidente que faltan plazas, como es igualmente de cajón que las aceras se siguen usando de manera irregular. Basta con dar una vuelta por la ciudad. En Balmes, calle que se reformó para ganar espacio peatonal, todas las motos, todas, están mal aparcadas.

Entre plaza de Molina y Travessera de Gràcia, 216 de un total de 216 infringen la ordenanza. Ni una sola está bien colocada. Y en nueve manzanas desde paseo de Gràcia hasta Bailén, el 90% de las motocicletas depositadas en la acera incumplen la normativa. Faltan plazas, pero también se echa de menos civismo y conocimiento de la normativa.

Lo de Balmes es quizás el ejemplo más claro de cómo el urbanismo teórico queda aplastado por la rutina ciudadana. En tiempos de Jordi Hereu y Xavier Trias, se acometió la eliminación de un carril para ensanchar las aceras. Dejaron pendiente de mejora, por cierto, el tramo entre las plazas de Molina y Kennedy, y ahí sigue la cosa, apestando a años 80. Las motos antes aparcaban en paralelo a la calzada. Con la reforma, los motoristas, viendo que había más espacio, pasaron a aparcar en batería. Como resultado, los viandantes se quedaron con el mismo espacio que antes.

En todas las travesías puede leerse una señal en la que se indica que las motos solo pueden estacionar en lugares señalizados. Los lugares reservados están llenos, pero también los que no tienen la pintura, pero el problema es que, aunque la ordenanza dice que en aceras de entre tres y seis metros de ancho la moto tiene que estacionarse alineada con la calle, todas, las 216 contabilizadas, están ladeadas. Absolutamente todas, el 100%, a lo largo de 520 metros de calle. Puede ser por dos razones: desconocimiento de la norma (la señal podría concretar 'motos en paralelo a la calzada') o el simple hecho de que en batería caben muchas más.

Sucede algo muy similar en muchos de las cascos antiguos de la ciudad, calles pacificadas y de plataforma única que amanecen con motos aparcadas entre los alcorques, en lugares en los que, aparentemente, no molestan pero que rompen con el objetivo último de estos viales: espacios solo para personas y sin presencia de vehículos estacionados, de ningún tipo. Para evitarlo, el ayuntamiento trabaja en lugares en los que se ha detectado un inquietante nivel de infracciones de este tipo. En estos lugares, el consistorio tiene una estrategia de tres fases: una primera con informadores, una segunda con la policía dejando un papel en la moto afeando la ilegalidad y una tercera en la que la Urbana empieza a sancionar. En los últimos tres años, la Guardia Urbana ha impuesto 60.499 multas a motos mal estacionadas: 23.895 en 2019, 15.926 en 2020 y 20.678 en lo que llevamos de año. Pueden parecer muchas, pero salen unas 56 al día, cifra que se puede alcanzar en escasos minutos durante un corto paseo por cualquier calle del Eixample.

En Balmes, todas las motos entre la plaza de Molina y Travessera de Gràcia están mal aparcadas

Este diario pasó la mañana del miércoles en el perímetro que marcan las calles Aragó, paseo de Gràcia, Diputació y Bailén, ocho manzanas y 147.000 metros cuadrados de superficie. Las aceras del Eixample están en la categoría de tres a seis metros, con lo que las motos pueden estacionar en acera, siempre que una señal no indique lo contrario, en paralelo a la calzada y a 50 centímetros de la calzada, detalle, este último, que responde a la necesidad de dar acceso a los coches aparcados pero que por otra parte quita espacio al viandante. Dos de estas vías, las que tienen urbanismo táctico, Consell de Cent y Girona, tienen vetadas las motos en el lado de la pintura, y el cumplimiento es casi total. Las cifras del resto resultan algo más preocupantes. De las 459 motos contabilizadas (no se incluye paseo de Gràcia ni Aragó), 414 están mal colocadas y solo 45 cumplen con la normativa. O lo que es lo mismo, el 90,2% infringen la ordenanza y el 9,8% la respetan, aunque si aplicamos lo de los 50 centímetros, el porcentaje negativo asciende al 100%, puesto que prácticamente nadie conoce esa concreción de la norma.

Diputació es con diferencia la que más incumplimiento concentra, con el 100% de las motos (129) mal puestas. Girona está en el otro extremo de la tabla, con 12 bien aparcadas y 20 que no lo están. Curiosamente, las motocicletas que reposan correctamente en la calle no suelen estar solas. Se crea un efecto dominó y suelen brotar pequeñas colonias de 'scooters' estacionadas como manda la ordenanza. Pasa, por ejemplo, junto a un taller mecánico de Bailén con Consell de Cent. Y lo mismo, en sentido contrario, con el ejemplo más notorio de Balmes, donde, repetimos, todas están mal.


La calle de la Diputació es también la arteria con más plazas pintadas en la calzada (95), seguido de Bailén (92). Contrasta con las cero plazas reservadas en Pau Claris, Llúria, amén de las que hay en los chaflanes. En total, sin contar paseo de Gràcia ni Aragó, son 250 las plazas en calzada, con, a esa hora del pasado miércoles, 18 huecos libres. En el caso de Aragó, son 200 los huecos pintados para motos, 35 de los cuales están sin ocupar.

La Urbana impone unas 60 multas diarias a motos mal aparcadas

Las motos mantienen su rol de medio de transporte puerta a puerta. Y ese es quizás, además del desconocimiento de la ordenanza, el principal obstáculo, puesto que implica cambiar algo tan sagrado como los hábitos ciudadanos en materia de movilidad. Barcelona está lejos de París, ciudad que el año que viene tiene previsto empezar a cobrar a las motos por aparcar en el centro. Aunque el consistorio lo ha dejado caer en alguna ocasión, no parece un plan a corto plazo porque antes tienen que pasar muchas otras cosas. Pero sí que abunda la voluntad municipal de ir vaciando sutilmente las aceras para que sean un coto reservado a los peatones. Se dio un gran paso con la expulsión de los ciclistas en enero de 2019, y ahora se trabaja con el tema de las motos.

Es el aleteo de la mariposa aplicado a la movilidad. Para que las motos bajen a la calle, primero será necesario que los coches queden estacionados bajo tierra o que circulen menos y no salgan de casa. Esa es la idea, pero las cifras de circulación no ayudan en exceso: estamos en niveles de tráfico muy similares a los de 2019, por no hablar del dato que aportaba el RACC la semana pasada: el 80% de los que conducen por el Eixample provienen de fuera de la ciudad, personas que trabajan en la capital y que recurren al vehículo privado porque no disponen de buena alternativa en transporte público.

Las principales concentraciones de motos coinciden, sobre todo, con oficinas o despachos profesionales. Gente que deja la motocicleta a los pies del edificio y a la que no se le ocurre dar una pequeña vuelta a la manzana para ver si hay una plaza en calzada que evite que tenga que ocupar (bien o mal, eso ya esa una opción personal) espacio peatonal. El motorista no tiene interiorizado el hecho de tener que buscar aparcamiento. Y seguramente, más allá de la mayor agilidad y rapidez a la hora de moverse, el hecho de no tener que ir a la caza de un parking fue en su momento una de las razones para no apostar por el coche. Podría ir en transporte público, o a pie, o en bicicleta, pero ese debate no es objeto de este reportaje, aunque mucho tiene que ver una cosa con la otra.


Este reportaje se ha publicado en EL PERIÓDICO el 19 de diciembre de 2021.

Textos: Carlos Márquez Daniel
Fotos y vídeo: Zowy Voeten
Infografía: Ramon Curto
Coordinación: Rafa Julve