Antídoto contra la gentrificación
La Granja Vendrell renace ajena a las modas: huevos fritos, sí, 'brunch', no
Robadas las letras art déco de la Granja Vendrell de Barcelona
La Escola Industrial paliará el endémico déficit de zonas verdes del Eixample

La Granja Vendrell y sus inconfundibles letras 'art déco'. / Elisenda Pons

La Granja Vendrell, inconfundible postal por sus letras ‘art déco’, es un caso quizá ahora digno de estudio, porque con 98 años de edad a punto estuvo de engrosar la larguísima y triste lista de establecimientos extinguidos de la ciudad y, tras dos intentos fallidos, ha renacido en la calle más ‘brunch’ de Barcelona, Girona, pero no para servir huevos benedictinos, sino, aleluya, fritos y con bacon, y también para servir bocadillos con pan del Forn Sant Josep, olé tú, y para los más golosos, desayunos con nata artesanalmente montada con leche de vacas de Sant Fruitós de Bages. ¡Ah!, y café torrefactado artesanalmente y cocinado en lo que se considera el Roll Royce las cafeteras, las florentinas La Marzocco. Lo que a continuación viene, que nadie se llame a engaño, no es una breve crónica sobre gastronomía, sino, lo dicho, algo muy distinto, algo digno de estudio, se podría decir que incluso desde el punto de vista antropológico.
Primero hay que refrescar la memoria. Este negocio nació en 1921 de la mano de un joven, Demetri Vendrell, formado en la aún más anciana Granja J. Viader, en el corazón del Raval. Tuvo la clarividente idea de buscar un local en mitad del más señorial barrio del Eixample, vamos, clientes que no solo podían apreciar lo que entonces era el caviar de las natas, la que se elaboraba con leche de cabra, sino, sobre todo, hacer pedidos generosos para fiestas y celebraciones familiares. El nieto de Demetri, otro Demetri, fue el que en 2019, a solo dos años que el establecimiento pudiera presumir de ser centenario, decidió colgar la bata por falta de relevo generacional y, en parte, también porque la Dreta de l’Eixample, de forma silente, había perdido en las últimas dos o tres décadas casi la mitad de su población.

La barra de la granja, con el café como protagonista. / ELISENDA PONS
La cuestión antropológica, si así se la puede llamar, es si la granja, el bar, la fonda o la cafetería de toda la vida, o sea, ese tipo de negocio en el que se vertebra en parte la vida vecinal, tiene o no algún futuro en, por decirlo de algún modo, ‘brunchcelona’. “Solo abren negocios para turistas”: es un mantra que se repite con insistencia, pero se pasa por alto un detalle crucial. A diferencia de Venecia y otros destinos tomados por los visitantes, el censo de Barcelona no ha menguado. Al contrario, está en una de sus cimas demográficas. Somos 1,7 millones, nada que ver sociológicamente con los barceloneses de 20 o 30 años atrás, pues uno de cada tres vecinos de la ciudad, por ejemplo, ha nacido en el extranjero; pero Barcelona no alcanzaba un récord de padrón como este desde hace 40 años. Que la Granja Vendrell, con su aspecto aún de postal, se haya hecho otra vez un hueco en la vida cotidiana del barrio significará probablemente algo, y además bueno.
A la Granja Vendrell le han puesto ahora un apellido, Hidden, la marca de una empresa local, Mare Terra, con casi 50 años de prestigio entre los ‘adictos’ al café. Tienen tres negocios así llamados, Hidden, en la ciudad: uno en Les Corts, otro en el Born y, desde hace no más de dos semanas, el que se ha acomodado en esa hermosa arquitectura interior de la Granja Vendrell. Explica Carlos Moral, responsable de esta apertura, que no es fácil en Barcelona distinguir qué es modo y qué no. Hay ahora una proliferación, por ejemplo, de pequeños establecimientos exclusivamente de café, no todos, tal vez, en manos expertas, incapaces de explicar al cliente la diferencia entre un bourbon, un caturra o un tabi colombiano (son variedades de grano) y un batian o ruiru keniano. Han crecido también exponencialmente, sobre todo en la Dreta de l’Eixample, los negocios en los que los turistas hacen la que quizá será la única comida verdadera del día.
La Granja Vendrell, dice, quiere ser un local sobre todo destinado al público local, para desayunar, almorzar o merendar. ¿Cómo certificar si es solo un decir o realmente ha conseguido esa meta? No puede considerarse un método científico, pero, desde luego es una irrefutable prueba del nueve: desayuna a veces en la Granja Vendrell, por puro placer, no por nostalgia, Demetri Vendrell, el nieto aquel emprendedor que hace 104 años levantó por primera vez la persiana de este negocio. Y quiere Moral que sean 104 más.
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