Nostalgia de los 70
Mazinger Z, para emoción de no pocos viajeros, resucita en una limpieza de carteles en la L1 del metro
Afrodita A, la Cantudo de la robótica
La estación fantasma de Barcelona se desvanece

La cara y los pectorales de Mazinger que fantasmalmente han aparecido al retirar capas de papel. / A. de Sanjuan

Tenía bajo tierra Mazinger Z su taller de reparaciones y lugar de reposo entre batalla y batalla en la serie que en los años 70 (por decirlo suave) enfebreció a los niños y adolescentes españoles, así que no es nada extraño que haya sido precisamente bajo el subsuelo de Barcelona donde acaba de emerger del pasado la silueta de aquel gigante robot que cada semana salvaba el mundo en televisión hasta que, caramba, qué poco cambian los tiempos, una furibunda campaña desde los sectores más conservadores y ultracatólicos de la sociedad consiguió que dejara de emitirse. Durante lo que a todas luces parece una operación de limpieza de la publicidad en los andenes de la estación de Universitat (línea L1, por si alguien quiere realizar esta nostálgica excursión) ha aparecido en la última capa de papel la cara de aquel gigante del manga japonés, una creación de Go Nagai, leyenda viva del cómic.
Mientras espera el próximo tren, un sesentón turista holandés no da crédito a lo que ven sus ojos. Lo fotografía varias veces e intenta trasladarle la emoción del momento a quienes le acompañan. Se sube al final al vagón y no a tiempo a preguntarle más que la edad. No hay ocasión así de felicitarle por lo afortunado que fue, porque en los Países Bajos la serie no fue bruscamente cancelada y vio volar hasta el último episodio los pechos de Afrodita A sin que parezca que aquello le ensuciara el alma. Tras él, otros pasajeros reparan en lo inesperado de esa imagen al otro lado de las vías. De lejos, aquel cóctel de colores parece un Jackson Pollock, pero en realidad son los restos de varios carteles publicitarios de los años 70, y en el caso que nos ocupa, de una película que se estrenó a finales de aquella década en los cines y que solo los más ‘mazinguerólogos’ recuerdan, como Manuel Marina, historiador del transporte, que es quien ha dado esta vez la feliz voz de alarma.

Manuel Marina, vestido para la ocasión, en la estación de Universitat. / A. de Sanjuan
Lo que llama la atención es que de los 14 rectángulos destinados a publicidad en ambos andenes, 13 están impolutos, limpios de cualquier resto de anuncios. Solo uno, en de Mazinger Z, junto a las vías que conducen en dirección Hospital de Bellvitge, el trabajo de retirada ha quedado a medio hacer. Si ha sido premeditado, Marina felicita a quien se detuvo cuando la cuchilla de la rasqueta estaba a punto de borrar ese recuerdo.
Es probable que no sobreviva esa ventana al pasado muchos más días. Quizá solo restan horas para que se cierre definitivamente, pero la ocasión podría ser aprovechada (es solo una loca idea) para acompañar ese ‘Pollock Manga’ con unos carteles informativos que reproduzcan los argumentos por los que la emisión de la serie fue suspendida en España.

Un sesentón turista holandés le echa un último vistazo a Mazinger antes de que llegue llegue el próximo tren. / A. de Sanjuan
Es verdad que Go Nagai era un autor muy verduscón. Uno de los personajes que le lanzó a la fama en Japón fue una superheroína, Kekko Kamen, que se enfrentaba al mal realmente muy poco vestida. Le bastaban solo una capucha, unos guantes y unas botas para salir a la calle. Para desgracia de los lectores, su melena ocultaba la mayor parte de las veces aquello que deseaban. Mazinger Z no era una serie tan transgresora, pero uno de los villanos, el barón Ashler era diametralmente mitad hombre y mitad mujer. Según qué perfil de la cara ofrecía, era una cosa u otra, y claro, los niños y adolescentes españoles debatían en el patio de los colegios sobre la misteriosa entrepierna de aquel malvado/a noble.
Así las cosas, comenzó la campaña en la prensa más conservadora contra lo que se consideraba una “educación deformante”. No eran ataques al tuntún. Releerlos s una prueba del nueve de hasta qué punto se ha empobrecido el lenguaje hoy en día incluso aunque sea solo para detestar lo que no gusta. “Del pecho de Mazinger solo sale destrucción, cuando, desde Aristóteles, toda la filosofía occidental considera el pecho como lugar donde residen los buenos sentimientos”. Se citaba nada menos que a uno de los padres de la filosofía para censurar al protagonista de la serie. La peor parte, sin embargo, se la llevaba, cómo no, el barón Ashler, porque desorientaba a los chiquillos al “desfigurar el rol sexual” y, lo que es aún peor, signifique lo que signifique, “simbolizaba el padre-madre destructor, imagen totémica muy antigua, en un mismo personaje”.
Ganaron la batalla. Mazinger Z dejó de emitirse. Llegó Orzowei en su lugar. No era lo mismo.
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