Final de unas obras conrovertidas

Barcelona estrena su nueva ronda de Sant Antoni: ¿éxito u "oportunidad perdida"?

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La nueva ronda Sant Antoni, desde casa de un vecino, Guillem, que también lamenta la "ocasión perdida".

La nueva ronda Sant Antoni, desde casa de un vecino, Guillem, que también lamenta la "ocasión perdida". / MANU MITRU / EPC

Carles Cols

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Con una parte de los vecinos sin ganas de celebrar nada de nada se inaugura este 31 de mayo, con una fiesta a cargo del Ayuntamiento de Barcelona, la nueva ronda de Sant Antoni, una de las fronteras del Raval con el Eixample, un lugar en el que durante los últimos 160 años ha bastado ir de acera a acera para tener la sensación de que se cambia de ciudad. Y durante los últimos 18 años, por las obras de reforma del Mercat de Sant Antoni, ese tramo de la ronda entre Urgell y Casanova ha sido una calle pacificada, bueno, al menos desde el punto de vista del tráfico rodado. Tras tanto tiempo, creían los vecinos que quedaba demostrado que podía ser una calle prescindible de la red viaria, incluso de la secundaria. No solo han regresado los coches (por la indisciplina crónica de Barcelona, más de lo previsto inicialmente), sino que, además, el área realmente peatonal es bastante dura arquitectónicamente en comparación con las últimas conquistas urbanísticas de la ciudad.

Como siempre, el mejor consejo es ir y sacar conclusiones propias. Habrá quien aplauda. Habrá quien silbe. Puede que incluso durante el acto de inauguración, o eso, al menos, pretende el colectivo Eixample Respira. La conclusión de la plataforma que durante años ha negociado una pacificación absoluta también v por ahí y sostiene que esta ha sido “una oportunidad perdida” de hacer algo distinto y, quizá, necesario, es decir, apostar por un urbanismo que realmente invisibilizara la cicatriz que separa el Raval del barrio de Sant Antoni. Un ejemplo de esa oportunidad desperdiciada es, en opinión de esta parte del vecindario, la nueva zona de juego infantil, que durante un tiempo se consensuó que ocupara un espacio central, no solo porque así sus dimensiones serían más generosas, sino por el carácter simbólico de esa medida. Sería, a su manera, el punto de encuentro entre los niños de ambos barrios. A final, los tres elementos elegidos para esa zona de juego infantil han quedado encajados y apretados en el triángulo de la plaza del Pes de la Palla.

La zona de juego infantil, enclavada en la plaza del Pes de la Palla.

La zona de juego infantil, enclavada en la plaza del Pes de la Palla. / MANU MITRU

Si la nueva ronda de Sant Antoni es un éxito rotundo, una lástima o un aprobado justito lo dirá el paso del tiempo. Una señal, aunque no la única, será la evolución de los bajos comerciales, y en ese sentido lo que parece indiscutible es que la nueva ronda pasará a formar parte de un puzle de tres potentes piezas de vida cotidiana, con el Mercat de Sant Antoni como núcleo central (no solo por su vida cotidiana intramuros, sino por toda la vida que pivota a su alrededor) y la llamada ‘superilla’ camino del Paral·lel. Este mismo mes, sin ir más lejos, el Ayuntamiento de Barcelona ha dado conocer el calendario de obras para convertir en definitivo el urbanismo táctico que allí se supo en práctica en un primer momento.

De hecho, parte de esa ‘superilla’, sobre todo la calle de Parlament, se había convertido estos últimos años en una muy demandada área de descanso por parte de los vecinos del Raval más cercano, casi una válvula de escape. La reurbanización de la ronda, como se dice en ocasiones, se supone que ‘esponjará’ la situación.

Un obrero deja a punto la zona peatonal, horas antes del estreno.

Un obrero deja a punto la zona peatonal, horas antes del estreno. / MANU MITRU

Una mención especial merece el caso del tráfico. Por consejo del área municipal de movilidad, el proyecto terminó por incorporar un carril de circulación descendente en la ronda entre Villarroel y Urgell, en su opinión imprescindible para el correcto funcionamiento de la trama del bus y, también, para reservar un carril para las operaciones de carga y descarga de mercancías. El problema es que al abrir ese grifo se ha llenado y desbordado el cuenco de la indisciplina. Las señales de tráfico son inequívocas. Solo el bus puede proseguir luego por la calle de Manso. Apenas nadie respeta esa señal, lo cual comporta que ese carril añadido al proyecto tiene mucho más uso del que se previó. Durante los primeros días, los atascos fueron monumentales. Como se previó que sería un carril para autobuses y poco más, la frecuencia semafórica en verde era de solo 12 segundos. Fue después ampliada a 17, tampoco mucho, pero sí suficiente como para el transporte público no quedara allí varado con problemas para proseguir la marcha.