Homenaje a la cultura del bar

Mariscal convierte el Dry Martini hasta septiembre en una galería de arte y un canto "a la vivertad"

165 protagonistas de la Barcelona de los 80, mezclados, no agitados, en el Dry Martini

Carles Cols

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Han decidido Javier Mariscal y Javier de las Muelas, tras medio siglo de amistad, brindar por lo que el primero de ellos, el diseñador, ilustrador y mil cosas más, ha decidido bautizar como “la vivertad”, o sea, la celebración, pese a todo, de la vida. Y el segundo, dueño de establecimientos que en el pasado esculpieron el carácter de esta ciudad, como el Gimlet del Born y el Nick Havanna de Rosselló, ha prestado para tal celebración nada menos que todo el Dry Martini. Prefieren no llamarlo exposición, pero lo cierto es que las paredes de esta coctelería y, de un tiempo a esta parte, también restaurante de la calle Aribau, se han convertido en un fenomenal lienzo para mostrar la obra más reciente de Mariscal. Y no es solo una exposición o galería de arte, porque hasta los ‘barmans’ lucen chaquetillas ‘amariscaladas’, el cóctel de bandera se prepara con botijo de Manises que ha pasado previamente por las manos de este artista y, en un más difícil todavía, hasta le han puesto su nombre a un combinado de la carta. Ron dorado, zumos de limón, naranja, yuzu y piña, todo ello coronado con una espuma de cítricos con arma de saúco y pétalos deshidratados de rosa.

La idea de (perdón por insistir en ello) 'amariscalar’ el Dry Martini surgió en abril de 2024, cuando De las Muelas abrió las puertas de su negocio para exponer una maravillosa colección de 165 retratos que la fotógrafa María Espeus tomó a caballo de los años 70 y 80 a los personajes que más le llamaban la atención de la noche barcelonesa. La mayoría de ellos, por no decir todos, terminaron por ser sobradamente conocidos. Entre ellos estaba claro, un jovencísimo De las Muelas y, por supuesto, Mariscal, que posó como es él, entonces descamisado y despeinado, y con un pezón al aire.

El cóctel que De las Muelas ha bautizado como 'Mariscal'.

El cóctel que De las Muelas ha bautizado como 'Mariscal'. / DRY MARTINI

Fue en un aparte que hicieron ambos durante aquella inauguración de hace un año cuando saltó la chispa de preparar algo nuevo, o sea, la muestra ahora recién estrenada y que será visitable hasta septiembre. Tuvo su gracia que fuera aquel día cuando comenzó todo porque, lo dicho, entre las fotos de Espeus estaban las de De las Muelas y Mariscal cuando se conocieron, perfectas para imaginar la situación. A finales de los años 70, Mariscal y otras estrellas de la constelación ‘underground’ de la Barcelona más canalla, Nazario, cómo no, publicaban unos primeros cómics que vendían a cinco pesetas la unidad. A De las Muelas le parecieron la repera, tanto, que, muy pillo él, se los compraba a paquetes y los revendía después en la zona alta de la ciudad a 20 pesetas. Era imposible además que Mariscal descubriera que estaba haciendo el pardillo, entre otras razones, y esto no es ningún gran secreto, apenas salía de Ciutat Vella. Jamás se le vio en aquellos años por los primeros bares de moda del Eixample o Sarrià Sant Gervasi. Iba, eso sí, al Gimlet, el local por el que comenzó a ser famoso De Las Muelas entre la parroquia de la noche. “Era como ir al teatro”, recuerda ahora Mariscal. El ritual con el que los camareros, vestidos con su chaquetilla de riguroso cuello Mao, preparaban los combinados era algo novedoso para toda aquella generación que exploraba por primera vez la noche.

'Brindando con la luna llena', una de las obras expuestas.

'Brindando con la luna llena', una de las obras expuestas. / Javier Mariscal

Las obras expuestas ahora en Dry Martini, coinciden ambos en decir, son un homenaje a la cultura del bar. No a los bares de diseño o solo a los del café antes de entrar a trabajar, sino a todos en general, o como mínimo a todos aquellos que conforman lo que Mariscal y De las Muelas definen como “la cultura del bar”, un lugar afortunadamente aún 100% analógico si de entablar conversaciones y tejer amistades se trata. En opinión del padre de los Garriris y (sobra decirlo) Cobi, “en las escuelas tendrían que enseñar a beber”, no más de la cuenta, admite, pero sí lo suficiente como para comprender la importancia de brindar por la vida. Ya se sabe, no obstante, que Mariscal lleva toda una vida en camisas de 11 varas, y hasta lo ha reconocido en la torrencial disertación que ha pronunciado para presentar las obras expuestas.

Los dos 'javieres',  frente a la particular versión de 'Los jugadores de cartas' en la que Mariscal se rinde a Cézanne.

Los dos 'javieres', frente a la particular versión de 'Los jugadores de cartas' en la que Mariscal se rinde a Cézanne. / A. de Sanjuan

¿Qué ha preparado para la ocasión? Ya literalmente de entrada, la decoración exterior de Dry Martini. Luego, dentro, despuntan algunos de sus personajes fetiche, como esa versión personal de los golfos apandadores de las aventuras del pato Donald, unos delincuentes tan borricos que se paseaban por las historietas vestidos de ladrones, con su antifaz y todo, cuando, según Mariscal, quien realmente debería estar en la cárcel en aquellas historietas era el Tío Gilito. “Estaba hecho un Donald Trump”.

Recorrer los tres espacios que conforman hoy el Dry Martini (barra, restaurante y salón de eventos) es un viaje al código fuente de ese niño de 75 años de edad que nació en Valencia en 1950. Cada obra tiene su qué, pero, sin ánimo de influir más de lo necesario, conviene reparar sobre todo en una de ellas, la que decora una de las paredes del Salón Marie Brizard. No es solo por su tamaño gigante y por lo colorida que parece a pesar de ser en blanco y negro. Es por lo que transmite. Es un homenaje a ‘Los jugadores de cartas’ de Cézanne, que en este caso son Popeye y uno de los golfos de Disney. Disfrútenla. Pero no traten de comprarla. Javier de las Muelas le ha dicho ya a Marisca que esta se la queda.