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Barcelona completa el plantado de los ejes verdes con 10 nuevos árboles, entre ellos un legendario fósil viviente

La 'superilla' de Girona aflora una masía y, en ella, una maravilla: una antigua porcelana china

La naturaleza se abre paso en los ejes verdes del Eixample pese a la sequía y la indisciplina al volante

Dos jardineros acomodan un árbl en la esquina de Consell de Cent con Girona.

Dos jardineros acomodan un árbl en la esquina de Consell de Cent con Girona. / FERRAN NADEU

Carles Cols

Carles Cols

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Las dos porciones de los ejes verdes del Eixample que, por razones sobrevenidas, no pudieron hace un año ser precisamente eso, verdes, están ya en pleno proceso de plantado. Son solo 10 árboles y varias decenas de plantas herbáceas y pequeños arbustos. Parecerá, por la cifra, algo anecdótico. Todo depende de punto de vista. En un caso, una de las especies elegidas es literalmente un fósil vivo, un árbol venerado, y con razón, en Hiroshima. Otras de las especies elegidas son ejemplares de flor vistosa, de esos que alfombran las aceras cuando caen los pétalos. El fin de las restricciones por la sequía ha permitido llevar a cabo por fin a cabo este plantado y esto siempre es una oportunidad para conocer a esos nuevos ‘vecinos’ de la ciudad.

Las dos zonas que quedaron pendientes son, por una parte, la confluencia de la calle de Consell de Cent con Roger de Llúria, donde un imprevisto en el subsuelo dejó aquella esquina con un par de grandes parterres calvos, y, por otra, el tramo de Girona que va de Mallorca a Provença, donde de forma inesperada, cuando se cavaron las primeras zanjas, emergieron los muros de una antigua masía imprecisamente documentada en mapas de la Guerra del Francés, varias balas de cañón y, en un regalo para los arqueólogos que fue la repera, los restos de una preciosa cerámica china de finales del siglo XVI o principios del XVII.

La esquina de Roger Llúria con Consell de Cent será el hogar de un par de manzanos de flor (hay varios ya en ese eje verde, estupendos para los polinizadores e ideales después, por sus frutos, para los pájaros) y de un gingko, una especie que tuvo varias decenas de primos hermanos en el Pérmico, el Jurásico y el Cretácico, pero que se extinguieron todos, salvo esta variedad, que por los motivos que fuera sobrevivió en una región de China. Tan sorprendente fue su conocimiento en Europa, justo en una época en la que comenzaban a dibujarse los esquemas taxonómicos, que no se supo muy bien que hacer con él. No encajaba en ninguna línea evolutiva actual. Tiene por ello un sobrenombre curioso, el árbol de los 40 escudos, que es la fortuna que pagó un horticultor inglés por tener unos primeros ejemplares de esta especie en su jardín.

En primer término, frondosos árboles plantados hace solo un año en la ciudad.

En primer término, frondosos árboles plantados hace solo un año en la ciudad. / FERRAN NADEU

De los gingkos se asegura que los hay de hasta 2.500 años de edad, es decir, más ancianos que la propia Barcelona, pero su fama es mayor por lo que uno de ellos hizo en Hiroshima tras el primer bombardeo nuclear de la historia. Un año después de aquel Armagedón atómico, sus ramas se tiñeron de verde con unos primeros brotes de hojas.

La otra novedad son los siete árboles que se están trasplantando a la calle de Girona, donde la masía puso patas arriba el calendario de obras. Esa travesía que va de Provença y Mallorca será la dirección postal de tres tipuanas, un árbol del amor, dos sapindas y una gleditsia, o, dicho de otro modo, un cuadro cromático de flores anaranjadas, púrpuras, blancas y doradas, cada una en una época distinta del año. Las dos primeras especies, de un tiempo a esta parte, son notablemente conocidas en la ciudad. Las tipuanas, a poco que se juntan varias de ellas, son capaces de teñir de color naranja toda una acera.

Los ‘Cercis siliquatrum’ son también árboles de postal desde hace tiempo. Tienen varios sobrenombres. El árbol del amor es uno que les viene que ni pintado, pero hay quien prefiere llamarlo el árbol de Judas o de Judea, porque según una leyenda cristiana fue la rama de un cercis la que el apóstol que traicionó a Jesús eligió para ahorcarse. Que en la masía que hay debajo hubieran aparecido 30 monedas de plata habría sido el acabose. No fue así. Había una cerámica de la época del emperador Wanli, que no es poca cosa. No hay ninguna constancia real de que Judas hiciera tal cosa y que precisamente fuera con un cercis. Lo que sí es incuestionable es que esta especie fue uno de los tesoros con los que regresaros a la parte más occidental de Europa los cruzados.

Por vecinos, lo dicho, las tipuanas y los cercis tendrán una gleditsia y dos sapindias, que en algunas zonas de España las conocen, con gran acierto, como el árbol de los farolillos, porque es a lo que recuerdan un poco sus racimos de flores amarillas.

Con esta operación de plantado se pone el broche final al proyecto de los ejes verdes. Queda suelto algún alcorque por plantar o que directamente se ha quedado sin su correspondiente árbol por la brutalidad al volante de más de un conductor. Pero en general y a pesar de los meses de sequía, la vegetación de los ejes verdes ha superado con un sobresaliente el primer año de vida en la ciudad. Árboles que en verano de 2023 eran unos simples benjamines se alzan por encima de las primeras plantas de los inmuebles y son responsables de un cambio radical del paisaje urbano del Eixample.