Obituario comercial
La Sala Dalmau dice adiós a Barcelona tras 45 años como faro cultural
La Sala Dalmau afianza Consell de Cent como la calle de las galerías de Barcelona
La Sala Dalmau reúne en Consell de Cent la obra de Torres-García dispersa por Barcelona

Los hermanos Cati, Mariana y Lucas Draper, en una forro de archivo, frente a la galería. / CARLOS MONTANYÉS


Carles Cols
Carles ColsPeriodista
Con solo 45 años, pero suficientes como para ser una seña de identidad de Barcelona, la Sala Dalmau (Consell de Cent 349, vamos en los bajos de la Casa Lleó Morera, que se dice pronto) dirá adiós el próximo 20 de diciembre, tal y como explica personalmente Mariana Draper, galerista al frente de este establecimiento desde el primer día, en 1979, aunque entonces mano a mano con su padre Francesc Draper. No es un cierre traumático. No es una víctima más del Monopoly inmobiliario de la ciudad. Tampoco es, por supuesto, por un repentino desapego a comercio del arte. Es más, una de sus últimas exposiciones de la Sala Dalmau ha sido un exitoso homenaje a Joaquín Torres García, su pintor fetiche. Se retira de la escena este establecimiento, dice Draper, en un momento especialmente dulce, así que solo quedarán de ahora en adelante buenos recuerdos.
La decisión ha sido comunicada al círculo más íntimo de amigos y admiradores. Es un círculo, todo hay que decirlo, de dimensiones colosales. “Todo tiene un principio y un final, y hemos querido marcharnos dejando un buen recuerdo en Barcelona. Solo nos queda decir de todo corazón que gracias a todos vosotros la Dalmau ha estado viva y activa hasta el final”. Con palabras así y a través de correos personalizados anuncia la galería que durante y tras las fechas navideñas no volverá a abrir sus puertas cada mañana.

Mariana Draper, durante los preparativos de la exposición dedicada a Torres-García. / JORDI COTRINA
La Dalmau nació en 1979 en una dirección postal de traca, entre las columnas de la planta baja de la Casa Lleó Morera, es decir, una de las tres joyas por las que la Manzana de la Discordia recibe tan mitológico nombre. De las tres arquitecturas modernistas de ese tramo del paseo de Gràcia, esta, que lleva la firma de Lluís Domènech i Montaner, es la que peor trato ha recibido por parte de la ciudad. En los años 40, parte de las esculturas que le daban a los bajos un cierto aspecto de Palau de la Música del Eixample fueron planificadamente destruidas a martillazos. Se consideraba aquella derivada del modernismo casi una enfermedad, así que se mutiló la finca. Una pena. El portero, con discreción, salvó los restos de aquel atentado cultural y se los vendió a Salvador Dalí, que tenía perfectamente claro su valor artístico.
Esta historia tiene que ver, de forma indirecta, con la Dalmau, porque igual que el pintor del surrealismo tenía en gran aprecio el pasado, Francesc Draper, cuando quiso abrir una galería de arte, no le puso su apellido, sino que con un reverencial respeto la bautizó con el nombre de las Galerías Dalmau que entre 1906 y 1930 pusieron a Barcelona en el selecto mapa internacional de los marchantes de arte.

Nicole y Apel.les Fenosa, Francesc Draper y Josep Granyer, en 1981, delante de la galería. / Sala Dalmau
Josep Dalmau fue quien primero creyó en Joan Miró y en su galería de la calle del Pi celebró la primera exposición de este artista. Si negocio se mudó a Portaferrissa y, después, al paseo de Gràcia, y por todos esos locales pasaron Dalí, Picabia, Duchamp, Picasso, Torres-García… Heredar el nombre de Damau conllevaba un responsabilidad y hay una gran unanimidad en el sector en que los Draper han sabido durante 45 años estar a la altura.
La galería, lo dicho, está en la Casas Lleó Morera, pero no en la fachada del paseo de Grácia, sino en la de Consell de Cent. Su escaparate, aunque no de amplias dimensiones, es inconfundible. Es lo suficientemente llamativo para que sirva de faro para navegar por esa calle, que, a pesar de los avatares comerciales de los últimos tiempos, sigue siendo la de las galerías, y mucho más ahora que ha renacido como bulevar semipeatonal y que un adecuado plan de usos ha evitado que todos esos negocios se transformaran en esta etapa en franquicias de restauración con mesas en la acera.
Hasta el 20 de diciembre es un buen consejo visitar la Sala Dalmau, en cuyas paredes ha decidido Mariana Draper exhibir una muestra de las vanguardias con las que se puso en marcha esta galería en 1979. Es una forma muy capicúa de poner fin estos 45 años de existencia, en artístico y en lo sentimental.
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