Sábado 21 de septiembre
El Correfoc de la Mercè regresa al paseo de Gràcia con la vista puesta en el cielo y críticas internas
Un grupo de la ciudad, el del Clot, se ha desmarcado de la celebración por discrepancias con el formato
Correfoc, 'La ciutat cremada', pero de buen rollo
El Correfoc de la Mercè de 2022, en imágenes

La Pedrera, como telón de fondo del Correfoc de 2022. / FERRAN NADEU
Con la vista de reojo puesta en el cielo, algo que se supone que hacen desde los tiempos que narra el Génesis en el Antiguo Testamento, los diablos lo tienen todo a punto para celebrar un año más el Correfoc, por volumen de espectadores una de las citas más multitudinarias de la Mercè. En justicia, habría que decirlo en plural, los ‘correfocs', el de los mayores, que dará comienzo este 21 de septiembre de fiesta mayor a las ocho y media de la tarde con un siempre sobrecogedor encendido de las puertas del infierno, y el de los niños, a las seis de la tarde, aún con luz de sol, para ellos los pequeños de la casa, todo un rito iniciático que después será explicado con emoción en el patio de la escuela. Solo el cielo, bueno, las nubes si traen lluvia, lo podrá impedir.
Por cuarto año consecutivo regresa esta tradición popular reinventada en 1979 al paseo de Gràcia, espacio al que, para bien y también mal, llegó en 2021 fruto de la pandemia. Fue el de 2020 un septiembre sin Mercè y el de 2021 lo fue de medidas extraordinarias de prevención. Por mantener las distancias, el Correfoc dejó por primera vez su Gòtic natal y se trasladó a la que quizá es la más noble calle de la ciudad, que desde sus laterales permite ver desde la distancia las nubes de chispas y humo bajo la que bailan los más atrevidos y, ya de paso, brinda postales estupendas, como la de la Casa Milà iluminada por el arder de la pólvora.

El tritón de Gaudí, en su versión infernal. / FERRAN NADEU
Parece el escenario perfecto. Pero hay entre los verdaderos protagonistas de la fiesta un runrún a tener en cuenta. En primer lugar, opinan que el cambio de barrio ha consolidado y ha hecho crecer exponencialmente algo que ya se comenzó a notar en Via Laitena, anterior hogar del Correfoc, la presencia de turistas. Es, desde luego, una celebración sin igual en otras latitudes. Los hay que, como unos Hemingway que corren delante del fuego en ausencia de toros, participan en la fiesta literalmente desde dentro. La mayoría, como el público local prefiere la distancia. El problema es la lucha por los metros cuadrados disponibles, dicho de otro modo, que no degenere algún día este punto del programa de la Mercè en una nueva Rambla. De momento, un grupo de la ciudad, el del Clot, ya se ha desmarcado de la celebración por discrepancias con el formato.
Por otra parte, el paseo de Gràcia ha acentuado un problema que es congénito del Correfoc. En 1979, cuando se programó por primera vez este espectáculo, lo que en realidad se hizo fue convertir en una rúa lo que en los pueblos era un simple ‘ball de diables’. Era, es cierto, una tradición en decadencia. Una decena más o menos de vecinos ataviados con ropa de saco encendían sus antorchas de pólvora y revolucionaban durante unos minutos la plaza mayor o aluna calle de la localidad. Barcelona convocó a las ‘colles’ existentes y, con ello, incluso propició que nacieran muchas de nuevo cuño, cada vez con nombres más originales, pero untarlas todas planteaba un reto: ¿cómo? La solución de que desfilaran en orden, como si fuera una infernal cabalgata del día de Reyes, tenía sus ventajas, pero un inconveniente mayúsculo. “Si te toca salir de los últimos, el ambiente es muy desangelado, o peor aún, te encuentras con alguien que o ha bebido o no entiende de qué va eso”, explica un ‘diable’ con varios kilos de pólvora quemada en su currículum.

Un 'diable', estupendamente caracterizado. / FERRAN NADEU
Quizá por eso el recorrido del Correfoc en paseo de Gràcia es tan corto. El infantil sale de la calle de Aragó y termina en Provença. El de los adultos, que, por cierto, no excluye a los menores con más arrestos, sale de Provença y muere en Aragó, apenas tres manzanas. Qué tiempos aquellos en los que el Correfoc salía del mismísimo Ayuntamiento de Barcelona (tenía su gracia que fuera durante unas horas sus puertas fueran las del infierno), se abría paso por una abarrotada plaza de Sant Jaume, recorría todo Ferran y bajaba después por la Rambla.
El traslado a Via Laietana fue una consecuencia del incontestable éxito de público y, probablemente, un acto de sentido común. La cuestión es que algunas de las fuentes consultadas entre la tropa de demonios de la ciudad sugieren que esa raíz nómada del Correfoc no debería interrumpirse y que quizá no debería descartarse llevar este espectáculo a otros barrios de la ciudad en próximas ediciones. Es fácilmente transportable, subrayan. Vamos, que como escenario no requiere más que una calle. Y los barceloneses realmente fieles a esta fiesta acudirían igual. Los turistas serían menos.

El público, que participa aunque solo ponga por su parte la adrenalina. / FERRAN NADEU
En cualquier caso, si no llueve, el Correfoc concitará este sábado al anochecer a decenas de miles de personas. Sobre esas cifras suele moverse. La participación de medio centenar de ‘colles’ es algo sin igual, se busque donde se busque. Es un productor 100% ‘made in Mercè’, una feliz idea alumbrada en los despachos municipales hace 45 años. Incluso el nombre fue un acierto. Basto con declinar de un modo distinto la palabra ‘correbou’. Con el tiempo, el Correfoc ha eclipsado incluso los orígenes de esta tradición. Por eso resulta especialmente interesante algo que sucederá el viernes de la próxima semana, día de San Miguel, pues está previsto que en la plaza del Pi, fuera del programa de la fiesta mayor de la ciudad, renazca la Colla de Diables de Barcelona.
Desde hace como mínimo 140 años no tenía Barcelona un ‘colla’ de este tipo. Y era una lástima, porque fue Barcelona la primera ciudad en la que hay referencias históricas que con motivo de la celebración del Corpus Christi se representaba el infierno en sus calles. La primera ocasión en que de forma escrita se hace mención a ello es de 1424, en el Libro de las Solemnidades. Ha sido el Gremio de los Revendedores de Barcelona, una cofradía fundada en 1447, el que ha puesto las bases para que la ciudad vuelva a tener una Colla de Diables, no para que sume su tropa al Correfic de la Mercè, sino para que recupere las esencias de esta tradición. Quien renuncie a ir al paseo de Gràcia el 21 de septiembre, puede optar como alternativa por el 29 del mismo mes en la plaza del Pi.
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