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Remodelación en 30 años

De las tropas del siglo XIX a los científicos del futuro: así se convirtieron unos cuarteles en campus en Barcelona

La UPF aprovechó el impulso de la transformación olímpica y la reconversión de instalaciones de defensa para asentarse en el antiguo complejo del Ejército tras un acuerdo por el que el Gobierno traspasó la propiedad

La UPF derriba las últimas casas de los militares de la Ciutadella para ampliar el campus

Dos agentes montados de la Guardia Urbana pasan por delante de las antiguas viviendas militares de la calle Wellington, en Barcelona.

Dos agentes montados de la Guardia Urbana pasan por delante de las antiguas viviendas militares de la calle Wellington, en Barcelona. / FERRAN NADEU

Jordi Ribalaygue

Jordi Ribalaygue

Barcelona
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La Historia ha dejado un rastro que aún es visible en los muros de las antiguas casas del Ejército en la Ciutadella. Los impactos de las balas y la metralla de los bombardeos agujerean parte de la fachada desde hace casi 90 años, como huella y recordatorio de la Guerra Civil. Al igual que las tropas sublevadas en otros puntos de Barcelona, militares de los cuarteles de Jaume I y Roger de Llúria salieron a la calle a defender el golpe de estado. Los leales a la República sofocaron la rebelión el 19 de julio de 1936 en la capital catalana, que acabaría cayendo como el resto del país en menos de tres años tras la conflagración que ensangrentó a España. Bajo el franquismo, la azotea de las viviendas militares se coronó con un escudo de exaltación a la dictadura, tapado con un blasón constitucional tras el régimen. Todas esas marcas de tiempos oscuros habrán desaparecido en unos dos meses.

Lo cierto es que se antoja un anacronismo que la última manzana que habitaron descendientes de oficiales y soldados haya seguido en pie e intacta 33 años después de que el complejo castrense se cediera para alojar a la Universitat Pompeu Fabra (UPF), por entonces una recién nacida. “Al fundarse en 1990, el rector Enric Argullol recibió el encargo de la Generalitat de crear una universidad nueva, que actuara como revulsivo del sistema universitario catalán”, rememora Pablo Pareja, vicerrector adjunto de la UPF. “Cuando la Pompeu empezó a funcionar, lo hizo en un edificio de la calle Balmes, y muy pronto se comenzaron a buscar espacios para la universidad”, evoca.

Marcas de los tiros de la Guerra Civil en las antiguas viviendas militares de los cuarteles de la Ciutadella, en Barcelona.

Marcas de los tiros de la Guerra Civil en las antiguas viviendas militares de los cuarteles de la Ciutadella, en Barcelona. / FERRAN NADEU

Se barajaron varias opciones, algunas céntricas y otras que miraban a la periferia. “Pero había una voluntad compartida entre la Generalitat, el Ayuntamiento de Barcelona y la propia UPF de utilizar la universidad no solo para que transformara desde el punto de vista de la investigación y la docencia, sino también por lo que se refiere a la concepción de la ciudad”, esgrime Pareja. La ocasión para materializar el propósito vino servido por el desalojo del acuartelamiento de la calle Wellington en la década de los 80. Fue el germen que propició la operación por la que el Gobierno entregó los edificios a la Generalitat a cambio de 1.100 millones de pesetas, según publicó El País. Al cambio, equivalen a 6,6 millones de euros. A su vez, el Govern los cedió a la universidad en 1992, en mitad de la vorágine por los Juegos Olímpicos.

Época González-Pujol

Siempre con algún que otro inmueble en disputa, los traspasos de propiedades del Estado al gobierno autonómico o el ayuntamiento han resultado más bien escasos. En aquel caso, la operación se selló con Jordi Pujol al frente del Govern, Pasqual Maragall mandando en el ayuntamiento y Felipe González en la Moncloa, con el exalcalde Narcís Serra ocupando la cartera de Defensa y luego una vicepresidencia del ejecutivo.

“Hablamos de finales de los 80 y primeros de los 90, la etapa preolímpica y los años anteriores a la gran transformación de la ciudad”, enmarca Pareja. “Entre los espacios que se planteaban, no estaban inicialmente los cuarteles”, cuenta. “Había espacios que se valoraban en la Rambla y en otros sitios pero, en una visita, le explicaron al rector Argullol que estos antiguos cuarteles militares, que formaban parte del patrimonio del Estado y eran del Ministerio de Defensa, podían hacerse servir en el proceso de reconversión del espacio de defensa español”, abunda.

El escudo constitucional que tapa otro de exaltación a la dictadura en las antiguas viviendas militares de la calle Wellington, en Barcelona.

El escudo constitucional que tapa otro de exaltación a la dictadura en las antiguas viviendas militares de la calle Wellington, en Barcelona. / FERRAN NADEU

Tras surgir esa oportunidad imprevista, pronto se resolvió que allí se mudaría la universidad. El complejo, que aún funcionaba como caja de reclutas en los primeros años 80, empezó a albergar a alumnos de Economía, Administración y Dirección de Empresas, Ciencias Empresariales y Humanidades en 1996, cuando se terminó la rehabilitación del antiguo cuartel de Jaume I. El de Roger de Llúria se acabó de remodelar en el 2000, para ubicar de inicio los estudios de Derecho.

Escenario mutante

A su vez, el edificio del Dipòsit de les Aigües -cedido con el resto del paquete a la UPF en 1992- reabrió como biblioteca en 1999. En ese escenario que ha mutado en las últimas tres décadas (y aún lo hará más para alzar el polo científico de la Ciutadella del Coneixement), los domicilios decimonónicos han persistido como la última reminiscencia del pasado militar de la zona. La otra manzana de viviendas que existió para parientes de los acuartelados se echó abajo en la primera década del siglo XXI. En esa parcela se emplazan ahora las oficinas de varias instituciones, como la Fundación Pasqual Maragall.

“Los dos bloques de viviendas experimentan una transformación mucho más notable que los cuarteles”, distingue Pareja. “Los cuarteles tienen una singularidad arquitectónica mucho más interesante, por lo que tenía sentido preservarlos, además de que era más fácil reconvertirlos por su distribución -desgrana el vicerrector-. En cambio, el estado de conservación de las viviendas es muy malo y la distribución interior es mucho más fragmentada”.

Además, de los fundamentos y las primeras plantas del inmueble se extraerán 320 piezas de sillares de las antiguas canteras de Montjuïc, la materia prima de las construcciones históricas de Barcelona. Pesan unas 400 toneladas y se trasladarán a unos depósitos del ayuntamiento para ser reutilizadas en restauraciones de viejos edificios.

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