Vestigio del siglo XIX
La UPF derriba las últimas casas de los militares de la Ciutadella para ampliar el campus
La manzana con cinco escaleras deshabitadas se reducirá a escombros en los próximos dos meses para construir nuevos edificios y plantar zonas verdes que culminarán el complejo universitario
De las tropas del siglo XIX a los científicos del futuro: así se convirtieron unos cuarteles en campus en Barcelona

La UPF derriba las últimas casas de los militares de la Ciutadella para ampliar el campus / FERRAN NADEU

El último vestigio militar sin derribar ni remodelarse que ha perdurado hasta hoy en la Ciutadella está a punto de desaparecer. Las labores previas a la demolición comenzaron a inicios de verano en la manzana que, más de siglo y medio después de erigirse, ha seguido en pie en la calle Wellington, justo enfrente de la entrada del Zoo de Barcelona. Se trata de las últimas cinco escaleras ya deshabitadas en que se alojaron familiares de los miembros del Ejército destinados a los cuarteles de Jaume I y Roger de Llúria, levantados tras derruirse la fortaleza ideada para reprimir a la ciudad desde los años posteriores a la Guerra de Sucesión, en el siglo XVIII, y hasta que se borró del mapa en 1868. Está previsto que el inmueble de viviendas -en un grave estado de deterioro- se eche abajo por completo para ampliar instalaciones de la Universitat Pompeu Fabra (UPF), titular del antiguo complejo castrense desde hace 33 años.
El vetusto bloque de pisos tampoco pertenece ya al Estado, sino que el Ministerio de Defensa lo cedió en 1992 junto al resto de dependencias del clausurado acuartelamiento para alumbrar el campus universitario. Tras el impulso inicial que llevó a convertir los cuarteles en edificios docentes que albergan las facultades de Economía y Empresa, Ciencias Políticas y Sociales, Humanidades y Derecho, la UPF encar ahora el fin de la reconversión de las construcciones militares herederas de la malquerida fortificación -símbolo de opresión en Barcelona- en un núcleo consagrado al saber.
“Con este último gesto, culminamos nuestra intervención en el campus de la Ciutadella y cumplimos con una de las misiones primigenias que tenemos, que es transformar también nuestro entorno”, explica el vicerrector adjunto de la UPF, Pablo Pareja. Antes de tomar la finca, la universidad ha tenido que esperar a que se desalojara del todo, lo que ha costado unas tres décadas desde que se le traspasó la propiedad. El último domicilio habitado quedó vacío hace tres años, cuando lo abandonó la única mujer que permanecía en el inmueble, cuando la mayoría de las puertas ya estaban tapiadas. Era nieta de un militar y residió sola en un piso desde que la otra familia establecida se fuera hace unos seis años.
“Eran personas que vivían ahí previamente a la llegada de la universidad, se les tenía que respetar y se debía encontrar una solución razonable para ellas, lo que formaba parte del compromiso de cesión del espacio en 1992”, recuerda Pareja. Comenta que, durante todo el lapso transcurrido hasta que el edificio ha quedado desierto, algunos habitantes “han desaparecido y se ha negociado con otros, que han trasladado su residencia”. El vicerrector precisa que, dentro de los acuerdos con el Gobierno central y la Generalitat, la UPF asumió “la responsabilidad de reubicar a las familias” y ha pactado los realojos con ellas.
Doctorandos y zonas verdes
Con el derribo, la universidad obtendrá un descampado de unos 3.300 metros cuadrados para crecer junto a la parcela donde estuvo el Mercat del Peix, donde se levantarán los tres edificios de la Ciutadella del Coneixement. Se prevé que los centros de investigación estén listos en el primer trimestre de 2027 y vayan ocupándose progresivamente. A diferencia del polo científico que reunirá a unos 1.200 investigadores, queda por concretar los usos del solar que la UPF ganará.

Obras preparatorias de la próxima demolición integral de las últimas viviendas militares para ampliar el campus de la UPF en la Ciutadella, en Barcelona. / FERRAN NADEU
“Por ahora, no está decidido qué irá exactamente, pero sí tenemos que cubrir algunas necesidades de espacios”, observa Pareja. La UPF parte con la premisa de “crear unos espacios que permitan un diálogo mucho más fluido entre los departamentos” de la institución, indica el dirigente universitario. “Quisiéramos crear espacios muy flexibles que nos ayuden a trabajar de manera mucho más interdisciplinar y mucho más transversal, a abrirnos aún más al resto de la sociedad para trabajar con otras entidades e implicar o mezclar, si podemos todavía más, a los diferentes colectivos de la universidad”, postula.
En concreción, la universidad planea que un sector de las nuevas dependencias albergue a estudiantes de doctorado. “No tenemos muchos espacios donde puedan trabajar y son un grupo bastante numeroso, de más de 1.000 personas”, cifra Pareja.
“También tendremos que habilitar algunos espacios en que los estudiantes puedan interactuar más entre ellos”, añade. En ese sentido, se reserva plantar zonas verdes en un 30% del terreno. “Somos un campus urbano, no tenemos mucho césped como otras universidades”, admite el vicerrector. “Nuestros estudiantes y toda la comunidad reivindican hace tiempo, y con razón, que somos una universidad urbana muy bien conectada pero tenemos pocos espacios exteriores, que tendremos que crear”, pronostica.
Por otro lado, se contempla una posible cesión de superficie para ampliar la sede de la Fundación Pasqual Maragall, dedicada al estudio del alzhéimer y radicada en el campus. “Si otras instituciones nos lo piden y las podemos encajar, también lo haremos con ellas”, asegura Pareja. “Es un espacio muy pensado para hacer crecer el campus de la Ciutadella y el ámbito de las ciencias sociales y humanitarias”, destaca.

Las antiguas viviendas de las familias de los militares de los cuarteles de Jaume I y Roger de Llúria, que serán derribadas en breve, en Barcelona. / FERRAN NADEU
Acabado hacia 2029
La UPF convocará un concurso para recabar propuestas para diseñar las futuras edificaciones, paso previo a adjudicar la construcción. Pareja dice que lo ideal sería que las obras estuvieran acabadas en 2029. Tras unos trabajos preliminares de desmantelamiento y desescombro manual, la universidad abordará en breve la demolición de la finca con maquinaria. Calcula que las labores acaben dentro de un par de meses.
“Durante mucho tiempo, valoramos la posibilidad de conservar una parte del edificio, sobre todo las fachadas, pero es muy complejo porque el estado de conservación es muy malo”, señala Pareja. En todo caso, la universidad se plantea que la edificación condenada a la piqueta sea recordada en la próxima construcción. “Veremos si hay alguna posibilidad de recuperar algún elemento o hacer algún gesto que, de alguna manera, rememore esta fachada”, apunta Pareja.
Ante el derrumbe ya inminente, ciertas tareas se están haciendo en fin de semana y en horario de poca actividad lectiva, aunque será inevitable que otras coincidan con las clases. “La universidad continúa funcionando, así que intentaremos que genere las menores molestias posibles”, se compromete Pareja.
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