Lecturas de muerte
Una biblioteca entre ataúdes en Barcelona
Si en el cementerio de Montjuïc alguien tuviera un tropiezo con espíritus y lo solucionara a la vieja usanza -corriendo hacia la luz a lo ‘Poltergeist’- , llegaría a esta biblioteca. Silencio de ultratumba garantizado. 'Cuarto Milenio' ha pasado por aquí
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Biblioteca funeraria instalada en el cementerio de Montjuïc, junto a la colección de carrozas fúnebres. En primer plano, un Buick del 58 con su ataúd. / Jordi Cotrina

Aquí han estado los de ‘Cuarto Milenio’. La verdad es que podría pasar por la guarida de los Cazafantasmas. Hay un Buick del 58 con aire a ‘ectomóvil’ en el que cabrían holgadamente una decena de ectoplasmas mucosos. No hace falta poner las manos a modo de visera para cotillear el interior del coche. Se ve perfectamente el ataúd a unos metros. Uno, dos, tres ataúdes se cuentan de un vistazo sin levantarse de la mesa de la biblioteca.
Esto es el cementerio de Montjuïc. Si alguien tuviera aquí un tropiezo repentino con una panda de espíritus y lo solucionara a la vieja usanza -corriendo hacia la luz, a lo Carol Anne en ‘Poltergeist’- , llegaría a esta biblioteca. Hay 12 vitrinas iluminadas de punta a punta, justo al fondo de la colección de carrozas fúnebres. Es la biblioteca funeraria más grande de España. Una de las más importantes de Europa. Tiene más de 2.000 libros sobre la muerte en todas sus versiones posibles: desde los ‘Principios de botánica funeraria’ hasta ‘El gran libro del humor negro’.
“Si lo hubiera sabido cuando estudiaba, yo habría venido aquí -sonríe el bibliotecario-. Estás solo y tranquilo”. Silencio de ultratumba garantizado: en un kilómetro a la redonda, hay más muertos que vivos. Adrià Terol se pasa horas aquí solo sin que se le erice un pelo. “A mí eso no me importa”, dice sin titubear. Es historiador, gestor cultural y la tercera generación de su familia que trabaja entre ataúdes. De hecho, su abuelo –carpintero- se pasó 25 años construyendo ataúdes. Su madre fue una de las primeras azafatas del tanatorio de Sancho de Ávila.

Adrià Terol, en la biblioteca funeraria. / JORDI COTRINA / Bcn
Adrià continúa la saga funeraria con otro trabajo de muerte: aparte de gestionar la biblioteca y saber la historia de cada carroza fúnebre del museo, hace las rutas culturales de los cementerios de Montjuïc, Poblenou, Sarrià y Sant Gervasi. Ha diseñado también itinerarios en los de Les Corts y Sant Andreu. Este año se ha estrenado el de Horta. Ninguno de los tres cree que haya vida después de la muerte. “No somos religiosos”, menea la cabeza. Tampoco tienen nada paranormal que reseñar. “De momento, no -sonríe-. Mira que ‘Cuarto Milenio’ lo intenta. Vinieron hace años a hacer algunas grabaciones [al museo de carrozas fúnebres]. Pero creo que no escucharon nada porque no han vuelto”, sonríe.
"Te conserva joven trabajar aquí"
La biblioteca funeraria la forjó, título a título, el abuelo carpintero, Manel Hernández. Este año le han dedicado una placa. “Se jubiló en 1986 y empezó con esto”, recuerda el nieto. El carpintero se convirtió en arqueólogo y egiptólogo especializado en rituales funerarios. Varios libros y dibujos de sus expediciones en Egipto están bajo llave en estas vitrinas. Hasta los 89 años no dejó de venir casi a diario a la biblioteca. "Te conserva joven trabajar aquí", se ríe Adrià.
Cementiris de Barcelona inauguró la biblioteca en 2013. Abre al público sábados y domingos, de 10 a 14 horas, aunque los libros también se pueden consultar ‘online’. ¿Qué lectores tienen? “Gente que está haciendo alguna tesis especializada en el tema y gente curiosa”, responde Adrià.
Hay tres volúmenes expuestos en una mesa-vitrina: 'The Temple of King Sethos I At Abydos' (1933). “Son únicos”, explica el historiador. Muchos de los libros de la biblioteca son de egiptología, el tema favorito de Manel. Pero se pueden encontrar hasta técnicas de suicidio y penas de muerte, tratados de magia, brujería y demonología, humor negro, libros para explicar el duelo a los niños, botánica funeraria. “Hay mucha simbología en el mundo funerario”, apunta Adrià. “En muchas sepulturas se ve la planta de la dormidera, que se relaciona con el sueño eterno. Y los cipreses apuntan al cielo y son verdes, el color de la esperanza”.
La muerte, asegura Adriá, sigue siendo un tabú. “Cuando llamas a colegios a ofrecer visitas pedagógicas y te preguntan: ‘¿De dónde llamas?’ ‘De Cementerios de Barcelona’. La respuesta es: ‘¿Qué ha pasado? No, no… Tenemos un museo y actividades para niños”. ¿Así, tan de cerca, se pierde el miedo a la muerte? “La ves cerca -responde el historiador- y ves que tienes que aprovechar más la vida".
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