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Golpe contra el patrimonio catalán

Barcelona también tuvo su “robo del siglo”: cuando seis cuadros de Miró desaparecieron de madrugada

Una cadena de fallos de seguridad facilitó el trabajo a los asaltantes, igual que en el Louvre.

DIRECTO | Asalto al Museo del Louvre, en directo: última hora de la investigación y reacciones

Atraco exprés en el Louvre: unos asaltantes roban joyas de Napoleón en siete minutos a plena luz del día

Interior de una de las salas de la Fundació Miró en Barcelona.

Interior de una de las salas de la Fundació Miró en Barcelona. / Jordi Otix / EPC

Gisela Macedo

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Barcelona
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El robo en el Louvre el pasado domingo ha despertado una ola de indignación y debate sobre cómo protegemos el patrimonio. Una cuestión que también se puso sobre la mesa en Barcelona hace 37 años, cuando la capital catalana vivió su particular “robo del siglo”: seis cuadros de Joan Miró fueron sustraídos de su museo en Montjuïc. Un golpe que también dejó en evidencia una cadena de errores de seguridad que dejaban desprotegida esta valiosa colección. Un guarda desarmado a punto de jubilarse, alarmas que no sonaron y una posible filtración interna facilitaron el trabajo a los atracadores.

Portada de EL PERIÓDICO del 6 de abril de 1988

Portada de EL PERIÓDICO del 6 de abril de 1988 / El Periódico

El golpe

Era la madrugada del 5 de abril de 1988 cuando el vigilante nocturno de la Fundació Miró, Laureano Yáñez, de 62 años, hacía su habitual ronda de las cinco de la mañana, él solo con su linterna. El hombre era un antiguo trabajador de Transportes de Barcelona que se había dedicado a cobrar los billetes de autobús, y que pasaba sus últimos años antes de jubilarse como guarda en el museo.

A esas horas, Yáñez ya estaba a punto de irse a casa; y es que, aunque el cambio de turno oficial era a las seis de la mañana, él y su compañero tenían el acuerdo informal de adelantar el relevo. Pero una sorpresa le impidió terminar la faena con normalidad.

El vigilante intentó asustar a los ladrones gritando nombres inventados para fingir que estaba acompañado

Sobre las 05:20 h, dos individuos rompieron a mazazos el cristal de un ventanal de la sala Joan Prats de la fundación. Yáñez, que estaba solo y desarmado, intentó asustarlos gritando nombres inventados para fingir que estaba llamando a más compañeros: “¡Manuel! ¡Pedro! ¡Santiago!”, exclamó. Los ladrones, sin inmutarse, siguieron arrancando cuadros de las paredes y huyeron en furgoneta. Fue un robo tan simple como rápido, ya que duró apenas diez minutos.

Con todo, a Yáñez solo le quedó correr a la recepción y llamar por teléfono a la Guardia Urbana de Barcelona, que llegó al lugar pasadas las 5:30 h de la mañana, cuando los ladrones ya se habían marchado.

Cadena de fallos

El suceso sacó a relucir la desprotección en la que se encontraban las obras de Miró en su propio museo. Así lo reflejaron los medios de comunicación de la época, entre ellos EL PERIÓDICO, que destacó en sus páginas en blanco y negro el hecho de que un solo vigilante desarmado y a punto de jubilarse fuera el único responsable de la seguridad nocturna de los 8.000 metros cuadrados de la Fundació Miró y todas la obras que albergaba.

Un extrabajador de Transportes de Barcelona a punto de jubilarse era el único responsable de la seguridad nocturna del museo

Pero la falta de personal no fue el único fallo. La alarma interior del museo estaba desconectada, ya que el propio guarda la apagaba todos los días a las cinco de la mañana para evitar que se activara mientras él hacía la ronda, ni cuando entrara el personal de limpieza. Tampoco sonó la alarma exterior, puesto que las sirenas estaban desconectadas por unas obras que se habían hecho recientemente.

Por si esto fuera poco, aquella noche la perra guardiana de la Fundació, una pastora alemana que solía patrullar libremente los jardines del recinto, estaba atada “porque acababa de tener cachorros y estaba más agresiva que de costumbre” relataron fuentes del museo este diario en su momento.

Las alarmas estaban desconectadas, la perra guardiana estaba atada y las ventanas y vallas del recinto no eran lo suficientemente seguras

Los cristales de las ventanas tampoco dificultaron el robo. Tenían apenas diez milímetros de grosor, que se rompieron fácilmente con los golpes de los asaltantes. Paradógicamente, en aquel momento la Fundació ya tenía previsto cambiarlos por unos de alta seguridad, mucho más resistentes.

Las vallas perimetrales del recinto también eran fáciles de saltar: apenas alcanzaban los 1,60 metros de altura. Junto a ellas, los ladrones aparcaron la furgoneta con la que huyeron con el botín.

En aquel entonces, en las páginas de este diario se hablaba de cómo "París protege con gran mimo los tesoros que se exhiben en el Louvre" y destacaba el museo francés como ejemplo de seguridad a nivel internacional. También ponía en relieve que, mientras que en las grandes pinacotecas Europa sí se invertía en personal de seguridad cualificado, en España era frecuente que la vigilancia de los museos quedara en manos de funcionarios de edad avanzada.

"París protege con gran mimo los tesoros que se exhiben en el Louvre", en EL PERIÓDICO del 6 de abril de 1988

"París protege con gran mimo los tesoros que se exhiben en el Louvre", en EL PERIÓDICO del 6 de abril de 1988 / El Periódico

Investigación

Al llegar al lugar de los hechos, la policía hizo fotografías, recogió cristales y trató de hallar pistas, pero no encontraron rastro de los ladrones. La falta de huellas les sugería que actuaron con guantes y un calzado especial y les hizo pensar que podría tratarse de ladrones profesionales.

La investigación se centró en el círculo interno de museo: interrogaron a empleados tanto de la Fundació como de la empresa que habían contratado para las recientes obras. Sospechaban que alguien había filtrado información a los ladrones, ya que parecían conocer los puntos débiles de la seguridad del museo para actuar en el momento oportuno. Todo apuntaba a que sabían detalles como que el vigilante se encontraba solo y desarmado, o que siempre desconectaba la alarma a la misma hora.

Portada de EL PERIÓDICO del 7 de abril de 1988

Portada de EL PERIÓDICO del 7 de abril de 1988 / El Periódico

Mientras, la policía catalana dio el aviso a la Interpol y a la policía de aduanas, así como a marchantes de arte y casas de subastas. Todo para intentar impedir que vendieran o sacaran de España las obras robadas.

La policía sospechaba que alguien de la Fundació había filtrado información a los ladrones

Cambios en la seguridad

La propia dirección de la Fundació Miró reconoció su responsabilidad y entonó el 'mea culpa'. “Hemos cometido el fallo humano de tener una sola persona para que vigile todo el museo" reconoció el entonces director adjunto de la Fundació Miró, Lluís Bosc.

Al día siguiente del atraco, la dirección del museo se puso las pilas y contrató los servicios de una empresa privada de seguridad y se incorporaron dos nuevos vigilantes jóvenes y armados con pistola y porra. Hasta entonces, no habían reforzado el personal por considerarlo excesivamente caro.

Cultura Tema de 10 rutas arquitectonicas del colegi d' arquitectes arquitectos En la foto Lluis Casals Fundació Miró

Exterior de la Fundació Miró / EPC

Las seis obras robadas

Las obras robadas estaban valoradas, según la policía, en 500 millones de pesetas de la época. No obstante, la Fundació Miró insistió en que su valor era “incalculable”, porque no se trataba solo de dinero. De hecho, este diario describió en su día este asalto como un "gran golpe contra el patrimonio artístico catalán".

De los seis cuadros robados, cinco pertenecían a la etapa de juventud de Miró y aún se alejaban del estilo surrealista e "infantil" que lo terminó caracterizando. Algunas procedían de la colección de Joan Prats, amigo y mecenas del pintor. Las piezas sustraídas fueron 'Mas d’en Poca' (1914), 'Platja de Mont-roig' (1916), 'Nu Femení' (1917), 'Retrat d’una vaileta' (1919) y dos 'Composició' (una de 1917 y otra de 1936).

Imágenes de las seis obras robadas en EL PERIÓDICO del 6 de abril de 1988

Imágenes de las seis obras robadas en EL PERIÓDICO del 6 de abril de 1988 / El Periódico

Este atraco, aunque fue muy sonado, no fue un caso aislado. El suceso formó parte de una "plaga" de robos de arte en España durante los años 80. En los años previos al asalto a la Fundació Miró, desaparecieron en distintas ciudades de España obras de Velázquez, Dalí, Goya, Picasso, Rubens, Modigliani y Tàpies, entre otros artistas.

Este suceso formó parte de una "plaga" de robos de arte en España durante los años 80, en la que desaparecieron obras de Velázquez, Dalí, Goya, Picasso y Rubens, entre otros

Final feliz

El episodio de la Fundació Miró terminó mejor de lo esperado. Gracias a que un ciudadano vio la matrícula de la furgoneta y la facilitó a la policía, pudieron identificar a los autores materiales del robo: Antonio Jorge Carrancio Díez y Luis Aníbal Medina, que formaban parte de una banda de delincuentes habituales.

Dos meses después del robo, la policía detuvo a los ladrones y recuperó los seis Mirós, valorados en 500 millones de pesetas

En junio de ese mismo año, la policía recuperó las seis obras y detuvo a la banda implicada, en un operativo que tuvo lugar después de semanas de vigilancia intensiva, que terminó cuando descubrieron dónde se escondían los cuadros: en dos zulos ubicados en Barcelona y en Palencia. Así, pudieron rescatar las obras -que se encontraban en buen estado- y arrestar a los delincuentes. La detención de Antonio Jorge Carrancio se efectuó en Italia, donde trataba de encontrar un comprador para los Mirós.

Aquel robo acabó siendo no solo una historia con final feliz, sino también con moraleja. Y es que es una contradicción escatimar en seguridad cuando lo que se protege no tiene precio.

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