Viajar en el siglo XIX
Funeral a bordo y cadáveres al mar: morir en los barcos de la Trasantlántica que iban de España a América
El Museu Marítim de Barcelona conserva actas de fallecimientos y nacimientos de 1878 a 1936 en bajeles de la compañía, con delegación en la capital catalana y capitaneada por Antonio López
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Vapor 'Montserrat', de la compañia Trasatlántica, en el puerto de Barcelona en 1915. / Museu Marítim de Barcelona


Toni Sust
Toni SustPeriodista
Escribo sobre Barcelona desde 2016. Antes lo hice sobre Política social (2011-2016) y sobre Política catalana y española (2001-2011).
Profesor asociado de Periodismo en la UPF.
Víctor Padrós Pujol murió en el vapor ‘México’ de la Compañía Trasatlántica el 22 de septiembre de 1899 a las ocho y media de la mañana. El barco navegaba de San Juan de Puerto Rico a La Coruña. Padrós tenía 45 años y falleció a causa de la fiebre amarilla. Nacido en Navarcles (Bages), era vecino de Barcelona cuando no estaba en el barco: era el primer maquinista. Dejó una viuda, Mercedes García, y dos hijos de 14 y 15 años, Manuel y Jaime.

Acta de defunción de Victor Padrós Pujol. / Museu Marítim de Barcelona
Todos estos datos están registrados en una de las actas que forman uno de los tantos tesoros que pueden encontrarse en el Museu Marítim de Barcelona, en las Drassanes. Allí se encuentran cajas y cajas con actas de defunción y nacimiento, y también de algunas bodas, de personas que se fueron de este mundo o llegaron a él en barcos de la compañía Trasatlántica, que cubría las líneas estables entre ciudades españolas, siendo Barcelona, donde la empresa tenía una delegación, uno de los puntos de origen, y varias ciudades de América.
Correo y traslado de tropas
Eran viajes de varias semanas que entonces eran algo habitual para mucha gente. Desde los pasajeros más ricos a los inmigrantes más necesitados. La Trasantlática logró contratos con el Gobierno que resultaron fundamentales para su funcionamiento: el reparto del correo, en un momento en que solo por barco se podía escribir a aquellos familiares que vivían en Manila o en La Habana, y el traslado y repatriación de tropas, que en esos años, los últimos del siglo XIX, fue muy relevante a causa de las últimas guerras coloniales americanas y la pérdida por parte de España de Cuba y Filipinas.
Tras recibir los “auxilios espirituales”, Víctor Padrós Pujol fue enterrado a las diez de la mañana del día de su muerte. ¿Dónde? “En el mar”. Y en concreto, en las siguientes coordenadas: latitud 34º 53’ N y longitud 32º 26’ O del Meridiano de San Fernando (en este caso aún no se empleó como referencia el meridiano de Greenwich, consensuado internacionalmente por esas fechas).

Tarjeta postal de Daniel Llofriu, capitán del vapor 'Montserrat' en 1907. / Museu Marítim de Barcelona
“Todo fue arrojado al mar”
Lo habitual era que se hiciera un recuento de los enseres del difunto para entregarlos a sus herederos. Y de hecho, en el acta se precisaba si el muerto había hecho testamento a bordo. En el caso de Padrós, no hubo mucho debate, se entiende que por el hecho de que muriera por fiebre amarilla (pese a que se transmite por la picadura de mosquitos): “Todo fue arrojado al mar según prescripción facultativa”. Las actas, en las que se precisaba el motivo de la muerte, están firmadas por el capitán, el capellán, el médico, el secretario y dos testigos.
“Hasta que no hubo cámaras frigoríficas en los barcos, los cuerpos de los muertos se tiraban al mar. Se hacía un entierro antes”, relata Inma González, conservadora del Consorci de les Drassanes Reials i el Museu Marítim de Barcelona, que se explica junto a Sílvia Dahl, jefa de Colecciones e Investigación. Son conscientes de la mina de información que tienen en el museo, que parte del hecho de que los barcos de la Trasantlática ejercieran como registros civiles móviles. Cuando llegaban a puerto comunicaban al registro civil los fallecimientos, lo más habitual, y los nacimientos. También hubo bodas, pero muy pocas. En el museo hay datos de esos aspectos de 1878 a 1936.
El museo está haciendo un vaciado de esta información, que un día podría permitir que algún investigador dibuje un mapa marítimo con un montón de puntos que señalen las coordenadas de todos los entierros en el mar que se dieron en esas décadas. Pero sin saber con exactitud cuánta gente murió en esos barcos, sí está claro en qué épocas hubo más fallecimientos a bordo. Y fue cuando tocó devolver a España a las tropas que lucharon y perdieron en el empeño fallido de conservar las últimas colonias. La prueba: normalmente se publicaba un libro anual con los fallecimientos de todos los barcos. En la época del retorno de los soldados de Cuba hubo tantas defunciones que se publicaban libros de cada uno de los barcos.
No hablamos de los muertos repatriados. Las actas de defunción de la Trasantlántica solo se hacían para personas que empezaran el viaje vivas. Muchos soldados embarcaban malheridos y no lograban llegar con vida a puerto.
Antonio López
La Trasatlántica, o Compañía Trasatlántica Española, nació como sociedad anónima en 1881, pero no venía de la nada. Su precedente fue la Compañía de Vapores Correos A. López, fundada en Cuba en 1849 por Antonio López y López y Patricio de Satrústegui. López es conocido en Barcelona: fue el primer Marqués de Comillas, su localidad natal, y tuvo una estatua en la capital catalana, al final de la Via Laietana, hasta que la entonces alcaldesa Ada Colau la hizo retirar por la actividad esclavista de López, uno de los empresarios que en Catalunya ganó fortunas como negrero, con el transporte de esclavos africanos a América.
La compañía se refundó en 1857, sumando más integrantes a los dos fundadores, siempre con López como cabeza visible. En 1861 ganó concesiones de transporte de pasaje y correo entre España, Cuba, Puerto Rico y Santo Domingo, y en 1863, de traslado de tropas. En 1878, ya tenía 13 barcos que iban a Cuba y Puerto Rico. En 1881 llegó la sociedad anónima. López murió dos años después.
La muerte de Florencio Montiel
Florencio Montiel Cruz murió el 4 de febrero de 1899 a las once de la noche en el barco ‘Montevideo’, que viajaba de Cienfuegos a Vigo. Montiel era un hombre joven: 23 años. Soltero, no tenía hijos. Nacido en Baeza, Jaén, era soldado de la segunda compañía del primer batallón del Regimiento de infantería de América. Falleció a causa del paludismo, según el acta, que precisa: “Ya lo padecía al embarcar”. También se señala que no hizo testamento y que no fue necesario hacer inventario de sus propiedades: “No se hizo por no encontrarle nada de su pertenencia”.

Acta de defunción de Florencio Montiel / Museu Marítim de Barcelona
Los restos mortales de Montiel fueron arrojados al mar a las tres de la tarde del día 5 de febrero, es decir 14 horas después de morir, en el siguiente punto: latitud 29º 41’ N y longitud 44º 37’ O del Meridiano de San Fernando. Por la fecha de su muerte, el soldado podría ser uno de los cerca de 140.000 militares españoles que fueron repatriados a la península tras la pérdida de Cuba.
Nace Luis Manuel
No todo son malas noticias. Las actas de nacimiento resultan algo más estimulantes que las de defunción. Una de las que se conserva en el Museu Marítim es la que indica que Luis Manuel Fulgencio Jesús (por citar todos los nombres de pila que sus padres eligieron para él) Morales Errea, hijo de Luis y Emilia, nació en el vapor ‘Montserrat’ el 16 de enero de 1899 a las 20.00 horas. Según señaló el capitán en el acta, Luis llegó a la vida en el puerto de Manila, y sus datos fueron transmitidos al registro civil al ser entregados al cónsul español en Singapur.
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