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Contaminación y residuos, la otra cara de la verbena de Sant Joan

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Verbena en la Barceloneta

Verbena en la Barceloneta

Iñaki Martinez Azpiroz y Mariona Martínez Moyano (Verificat)

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La noche más corta del año, el enigmático fuego y el ruido ensordecedor de los petardos configuran una de las fechas más señaladas del calendario en Catalunya. Mañana es la verbena de Sant Joan y, en Barcelona, muchos ciudadanos y turistas se acercan a las calles y las playas de la ciudad para celebrarlo. Sin embargo, esta fiesta muestra su otra cara con picos de contaminación del aire o las imágenes de la arena y el mar repletos de basura.

Sin un efecto tan visible como las montañas de basura, el deterioro de la calidad del aire es uno de los impactos más directos de la aglomeración de petardos, tan presentes en Sant Joan. Las altas horas de la noche, cuando probablemente hay más petardos, son en las que peor aire se respira, y con creces. Entre las 11 de la noche y las 2 de la madrugada, la concentración de PM10 (un indicador que mide las partículas en suspensión menores a 10 micrómetros), llega a ser entre 2 y 7 veces mayor que en las mismas horas de un día cualquiera del mes de junio, según los datos de la Generalitat de las estaciones de medición de la ciudad. El PM10 es uno de los contaminantes que más afectan a la salud, según la Agencia de Salud Pública de Barcelona.

Plásticos de usos cotidianos: los más comunes

En la resaca de la fiesta, el personal de limpieza en los últimos dos años ha recogido de media 62 toneladas de residuos en playas y el paseo marítimo en cada Sant Joan: un 46% eran envases, un 6% vidrio y el 48% otros residuos, según datos que ha facilitado el Ayuntamiento a Verificat. La cifra supone 10 veces más basura que un día habitual de temporada alta de verano, cuando de media se recogen 6,4 toneladas: un 34% de envases y un 66% de otros tipos. El consistorio detalla que la cantidad de basura recogida por Sant Joan es “bastante estable” año tras año, a excepción del periodo afectado por la pandemia de la covid-19, cuando se recogió menos basura por las restricciones.

Pero más allá de la temporada estival y de la ciudad de Barcelona, las administraciones públicas no tienen datos que midan sistemáticamente el volumen de residuos en playas y litorales, según explica a Verificat el técnico medioambiental Ignasi Mateo, que forma parte del proyecto MedWaves, un centro regional de Naciones Unidas alojado en la l'Agència de Residus de Catalunya. Pero los pocos datos disponibles, añade Mateo, confirman que hay basura.

Un informe del Ministerio para la Transición Ecológica, por ejemplo, incluye en su muestra una única playa catalana: la de Cal Francès, en el Delta del Llobregat. En ese punto, los residuos más comunes tienen que ver con la actividad cotidiana de la gente, como bastoncillos de algodón de plástico, tapas y corchos de plástico o colillas de cigarrillos, que suman dos de cada tres residuos encontrados.

En el caso del fondo marino alejado de las playas, Eva Galimany, investigadora del Institut de Ciències del Mar, remarca a Verificat que cuesta que los residuos lleguen a esos entornos. Por tanto, no se puede medir un impacto directo entre los grandes eventos como la verbena de Sant Joan y la contaminación que se encuentra en el fondo marino. El principal fenómeno que incrementa súbitamente la basura en el fondo marino son las lluvias intensas, cuando los ríos arrastran hasta el mar los residuos que encuentran tierra adentro.

Grandes eventos, más allá de Sant Joan

Sant Joan es solo uno de los grandes eventos que se celebran cerca del mar en Barcelona. Están, entre otros, las fiestas de La Mercè, con conciertos multitudinarios en la misma arena, o los festivales del Parc del Fòrum, que se suman a la actividad humana habitual de la misma ciudad.

Se estima que la ciudad de Barcelona arroja cada año al mar más de 40.000 millones de partículas de plástico desde sus ríos y los sistemas de descargas de aguas residuales y de lluvia, según un estudio de la Universitat Politècnica de Catalunya. Esto equivale a siete toneladas de plásticos que, en un 90%, acaba volviendo a las costas.

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