En un bus nocturno

Una vecina de Barcelona busca a la pareja que la auxilió en un accidente: "Solo ellos tuvieron humanidad"

Una pasajera que se rompió un brazo dentro de un autobús de la línea N8 hace casi un año trata de localizar a un chico y una chica que la socorrieron en un percance por el que ha denunciado a la conductora

Dos nuevas líneas refuerzan el bus nocturno del área de Barcelona para "evitar su saturación"

Arantxa Morán, con el cartel de las pareja que busca por haberla auxiliado, en Barcelona.

Arantxa Morán, con el cartel de las pareja que busca por haberla auxiliado, en Barcelona. / ZOWY VOETEN

Jordi Ribalaygue

Jordi Ribalaygue

Barcelona
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Como si fuera un anuncio de recompensa del lejano oeste, un cartel con el lema “Se buscan” en grandes letras cuelga de varias paradas de bus en Barcelona. Quien los engancha es Arantxa Morán, una vecina de la ciudad. No anda tras unos fugitivos, sino de una joven pareja que ha retratado tal cual sus rasgos han quedado impresos en el recuerdo de la contrariedad que le tocó sufrir hace casi un año, cuando se rompió el brazo izquierdo dentro de un autobús nocturno de la línea N8 que iba repleto. 

Apenas se cruzó unos minutos con el chico y la chica del rótulo, él dibujado con una sonrisa y un móvil en la mano y ella con coleta larga. No sabe sus nombres ni si viven en la capital, pero trata de localizarlos [aquí cómo contactarla] porque solo ellos la socorrieron en un instante de máxima impotencia: asegura que, salvo ese par de desconocidos, los otros pasajeros y la conductora desoyeron sus ruegos y sus lamentos de dolor en la medianoche del 31 de julio al 1 de agosto de 2024. 

“Ellos dos fueron los únicos que se acercaron a mí y tuvieron humanidad, quiero agradecérselo y que quede constancia, porque los demás no demostraron nada”, resuelve la víctima. Aquella noche aciaga de verano la saldó con una lesión grave a la altura del húmero, por la que se ha sometido a rehabilitación hasta el mayo pasado. Si bien se ha recuperado mejor de lo que los médicos presagiaron, aún no ha recobrado la movilidad por completo. A su vez, aguarda respuestas del juzgado y los Mossos d’Esquadra por la denuncia por presunta denegación de auxilio que interpuso contra la chófer

Morán recalca que solo los dos muchachos que intenta encontrar la libraron de verse desamparada. “Hubo viajeros que no dejaron de mirar el móvil, otros me observaban como si les fuera a causar que llegasen tarde… Me hizo sentir mal”, admite. 

Un frenazo en plaza Catalunya

El mal trance comenzó en la plaza Universitat, donde la viajera abordó el bus tras una larga espera. Explica que andaba hasta los topes y con tanto retraso que otro vehículo de la misma línea iba pegado tras él, casi vacío. Con los asientos ocupados y apretujada entre el pasaje, Morán solo pudo levantar el brazo para agarrarse a una barra por encima de su cabeza. De pie y asida como bien podía para no tropezar, un frenazo a la altura de la Rambla con plaza Catalunya la sacudió.  

Sin llegar a soltarse para evitar la caída por el parón brusco, sintió un “latigazo” entre el codo y el hombro. “Fueron décimas de segundo pero las viví a cámara lenta, como en una película -relata-. El brazo me dolía mucho e instintivamente levanté la mano para cogerlo. No sentía fuerza y le dije a la conductora que llamara por favor a una ambulancia, que me hacía daño, pero no me dio ninguna respuesta”.

Arantxa Morán cuelga un cartel en una parada de bus en el centro de Barcelona.

Arantxa Morán cuelga un cartel en una parada de bus en el centro de Barcelona. / ZOWY VOETEN

Encogida por el dolor, Morán da fe de que percibió indiferencia a su alrededor. “Pero un chico que estaba al otro lado me cedió su asiento -evoca-. Quizá tenía unos 30 años. Fue a la conductora a pedir por favor una ambulancia, pero lo ignoró”. Mientras se sostenía el brazo en todo momento, se sintió reconfortada por la joven sentada en frente: “Sonreía e intentaba calmarme, su mirada no era como la de los demás, sino que entendía que me había hecho daño”.

La afectada cuenta que la conductora circulaba veloz, sin apenas detenerse, y que a las súplicas del chico se limitó a contestar que llamase a la empresa que opera el bus, Tusgsal. Dice que la compañía los remitió al teléfono de emergencias, el 112. Morán se había quedado sin batería y el muchacho le prestó su móvil. Tras insistir, consiguieron que la chófer parase en las inmediaciones del Hospital del Mar. “Pero no se detuvo en la parada, que estaba llena, sino en mitad de la calle -subraya la víctima-. Me sentí secuestrada. ¿Qué le había hecho yo a esa señora? La mitad del cuerpo me dolía entera. Nadie se acercó y solo el chico me ayudó a bajar”. 

A consulta de EL PERIÓDICO, Tusgsal responde que la conductora denunciada se ha desvinculado de la compañía en los últimos meses. Asegura que examinó el suceso a raíz de la reclamación de Morán pero el vehículo donde los hechos ocurrieron es un modelo antiguo sin cámaras de seguridad, por lo que no pudo contrastar las versiones contradictorias que recabó de la víctima y la chófer. Sostiene que tramitó el parte de daños a la compañía de seguros. Morán afirma que no ha recibido compensación.

Diario curativo

La afectada pasó unas 10 horas en urgencias. Luego, con el brazo en cabestrillo, se encerró en casa en unos días de verano torcidos de repente: “Todo se paró: ni vacaciones, ni playa… Ni siquiera podía dormir estirada”. Cuatro días después del percance, empezó a escribir y a dibujar en un cuaderno para verter “la rabia, la angustia, el dolor y la frustración” que ha atravesado en el largo proceso de curación. También plasmó la invisibilidad que padece quien debe ingeniárselas para valerse por sí mismo, con sus engorros diarios y el reto de superarlos. Lo llama ‘Incómodo diario’ y aún le acompaña. Le ha resultado curativo.

El diario que Arantxa Morán ha escrito durante el proceso para curarse de la lesión que sufrió en un autobús nocturno en Barcelona.

El diario que Arantxa Morán ha escrito durante el proceso para curarse de la lesión que sufrió en un autobús nocturno en Barcelona. / ZOWY VOETEN

En sus páginas figura un retrato de la conductora al volante. Tusgsal comenta que el protocolo ante una indisposición de un viajero obliga al chófer a avisar a la empresa, a través de un sistema de comunicación interno del vehículo, para desplazar a una ambulancia y otro bus al que trasvasar el pasaje. La fuente consultada de la compañía manifiesta que no se ha podido comprobar si ese código se respetó la noche de autos.

A expensas de cómo evoluciona el procedimiento en el juzgado, Morán no pierde la fe en hallar a la pareja que la asistió y mostrarle su gratitud. Se guarda una clave para reconocer que realmente son ellos dos si alguien la contacta. Cree que el gesto que le brindaron no debe pasar por alto ante la apatía generalizada que constató con crudeza aquella noche. “¿Vivimos en una sociedad en que alguien cae y no le ayudan a levantarse? Estas dos personas me dieron esperanza de que no sea así”.