Vocaciones incipientes

Los robots abren el apetito por la ciencia en La Mina: “Ahora no ven la universidad tan lejos”

Estudiantes de la UPC acuden como voluntarios para despertar la curiosidad por la robótica entre los jóvenes del barrio, que ya han sobresalido en algunos campeonatos

La Mina se vuelca con una participación de récord en su carrera para derrotar a los estigmas

Jordi Ribalaygue

Jordi Ribalaygue

Barcelona
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Jordi trastea con el robot que ha montado con otros muchachos de La Mina. Todos son de su misma edad, niños y niñas de 10 a 14 años, y probaban el martes a pie de calle los prototipos a los que han insuflado vida en los últimos meses. La muestra ha levantado expectación estos días en que el vecindario apela al orgullo propio en su histórica Semana Cultural, que suma 34 ediciones reivindicando dignidad para el barrio frente a los prejuicios y las necesidades que lo atosigan. “Si La Mina quieres mejorar, te debes implicar”, es el significativo lema de este año. 

La juventud del lugar -desvergonzada y ruidosa, como es natural- revoloteaba cautivada por unos autómatas teledirigidos capaces de arrastrar piezas y competir entre ellos como luchadores de sumo. Recordaban a esos artefactos que la NASA envía en misión espacial a planetas nunca antes hollados. En este caso, la pista de aterrizaje se dispone a medio camino de los bloques de las calles Mart, Venus y Saturn, algunas de las que acreditan menos renta en el área metropolitana de Barcelona

Exhibición de robots en la calle en La Mina, en Sant Adrià de Besòs.

Exhibición de robots en la calle en La Mina, en Sant Adrià de Besòs. / MANU MITRU

Jordi habla a las claras y con solvencia del artefacto que ha construido con otros compañeros. “Hay una rueda que a veces no le va muy bien y se queda pillado… Buscamos cómo solucionarlo y entre todos los arreglamos”, comenta el chico. La actividad, a medio camino entre la enseñanza y el ocio, está arraigando en un vecindario en permanente intento de dar la vuelta a los estigmas y los sobresaltos que insisten en sacudirlo y eclipsar sus esfuerzos. “Implicarse en el barrio es estar en sus cosas y trabajar por él, por todo lo que le haga bien y que no salga tanto lo malo, pero eso no vende”, lamenta Carmen Galindo, histórica dirigente vecinal. 

Fiel a ese empeño resulta que un equipo de La Mina atesore ya éxitos en campeonatos de robótica y que algún chaval esté encaminando los estudios hacia la ingeniería tras haber pasado por las sesiones que se imparten en el barrio. Todo universitario de la zona se convierte en referente e infunde autoestima colectiva. “¿Si quiero estudiar ciencias? Me gustaría. Todo lo que sean robots y programación me mola”, admite Jordi. 

Uno de los modelos exhibidos en la jornada de robots en la calle en La Mina, en Sant Adrià de Besòs.

Uno de los modelos exhibidos en la jornada de robots en la calle en La Mina, en Sant Adrià de Besòs. / MANU MITRU

Universitarios voluntarios

La propuesta que abre el apetito por la ciencia y la tecnología -exhibida ya en cuatro ocasiones en jornadas en la calle organizadas por el Punt Òmnia de la Plataforma de Educación Social (PES) de la Mina- forma parte de los proyectos sociales de la Universitat Politècnica de Catalunya (UPC) en el barrio, donde se ubica su campus Diagonal-Besòs. Además de otras actividades que se imparten de impresión 3D y programas de refuerzo y mentoría para escolares, hay universitarios que acuden como voluntarios a prestar su saber a chicos y chicas de La Mina y poner el conocimiento científico a su alcance para que participen en los campeonatos de Vex Robotics, entre los más importantes a nivel educativo del mundo.

"Al principio, venía sin expectativas, pero aprenden mucho de nosotros y nosotros de ellos, es una experiencia que no cambio por nada", da fe Anna Ferran Perarnau, una de las universitarias de la Escuela de Ingeniería de Barcelona Este (EEBE) involucradas en el propósito de la UPC y la asociación estudiantil PUCRA por introducir a jóvenes de entornos desfavorecidos en la ciencia para que compitan con sus propios modelos. "El objetivo es que se contagien de la esencia de lo que ven en la robótica y que se les abra una puerta", sintetiza Anna.

Isma Monfort, durante la exhibición de robots en la calle en La Mina, en Sant Adrià de Besòs.

Isma Monfort, durante la exhibición de robots en la calle en La Mina, en Sant Adrià de Besòs. / MANU MITRU

"Necesitas mucha práctica y paciencia, lo veo como un hobby", expresa Valentina, de 13 años. "Está chulo y aprendes cosas nuevas, como montar, programar y trabajar en equipo", agrega Alexia. Yuri forma parte de uno de los tres conjuntos que crean robots en el barrio, justo el que ganó en un torneo estatal hace un par de un años: “Lo que más me gusta es conducirlos. Hacemos bocetos, vemos cuál es mejor y tiene opciones de ganar, qué se le puede añadir… Me gustaría aprender más y trabajar en esto”.

Aprovechando que las facultades están a cuatro pasos, chicos y chicas de La Mina acuden los lunes a la UPC a entrenar con los prototipos. “Sirve para romper barreras mentales, porque la universidad les puede parecer lejana pero, en realidad, la tenemos en el barrio”, enfatiza Isma Monfort, miembro de la PES La Mina: “Ir a la universidad se convierte en una rutina. Valoramos que dejen de verla inaccesible. La mayoría aún tiene buena parte de la secundaria por delante, pero se les abre una pequeña puerta para que vean lo que es. No hay que ser de otro barrio para entrar en la universidad y ellos también se pueden plantear ir”. 

Un grupo de niños y niñas observa los robots en la jornada de exhibición en La Mina, en Sant Adrià de Besòs.

Un grupo de niños y niñas observa los robots en la jornada de exhibición en La Mina, en Sant Adrià de Besòs. / MANU MITRU

Abrir horizontes

Javier López, miembro de un equipo universitario de campeonatos de robótica, lleva ya unos años haciendo de monitor de nuevos talentos. "Hay una parte técnica de trabajar vocaciones científico-técnicas, de programación, de electrónica... Pero lo más importante es que queremos incidir en abrir horizontes y oportunidades, hacerles ver que tienen un referente y que no es imposible para ellos", destaca. Sidi Navil Garcia es otro universitario que quiere enseñar ciencia a muchachos del barrio de forma amena: “No sé si se querrán dedicar a esto de mayores, lo que está claro es que les gusta venir y la parte práctica de la robótica. Podemos ayudar a que más niños sigan sus estudios y ser algo en el futuro. Lo veo como una forma de mejorar el mundo”.

Participantes de la actividad de robótica en La Mina, en Sant Adrià de Besòs.

Participantes de la actividad de robótica en La Mina, en Sant Adrià de Besòs. / MANU MITRU

“Es bueno dar de vuelta a la sociedad lo que nos da”, opina Santiago Villar, que se inició como voluntario en La Mina por el incentivo de obtener un descuento en el pago de la residencia de estudiantes. “Pero ahora me llena cómo aprenden lo que enseñamos y cómo lo aplican sin tener que repetirlo”, recalca. 

“El aprendizaje es mutuo, no solo nuestros estudiantes motivan a niños y niñas sino que ellos también son motivados a poner en práctica una mirada social de la ingeniería”, observa Muriel Botey, subdirectora de responsabilidad social de la EEBE. Subraya la capacidad de “despertar la curiosidad” a través de los robots: “La incidencia puede ser pequeña, pero es enorme cuando ves los ojos de quienes participan”.