Perfil

Lluís Abad, el 'señor' de las rosas de Barcelona: "Lo que las hace valiosas es ocuparse de ellas"

Entusiasta de su sector desde la infancia, desde 2008 es el secretario del concurso internacional de estas flores que acoge la capital catalana

El concurso de rosas de Barcelona presenta la flor 'Georges Moustaki'

El jardinero Lluís Abad, retratado este miércoles.

El jardinero Lluís Abad, retratado este miércoles. / Zowy Voeten

Toni Sust

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Barcelona
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Lluís Abad García tiene 61 años, trabaja en el departamento municipal Parques y Jardines y es secretario del Concurso Internacional de Rosas Nuevas de Barcelona. Es un amante de su trabajo, de su sector. Y de que su amor por las flores es algo que viene de siempre da fe una situación que vivió de niño. Cuando lo explica resplandece como si estuviera allí de nuevo.

En Sant Feliu de Llobregat, donde vivía, se hacía -y todavía se hace cada mes de mayo- una exposición nacional de rosas, relata. “De allí han sido los principales rosalistas, algunos de fama internacional, como Pere Dot”. Los rosalistas exponían sus creaciones en una sala de baile de una sociedad cívica de Sant Feliu, la Unió Coral.

Aromas de rosa a ciegas

Recuerdo que tenía 5 o 6 años y el viernes, cuando inauguraban la exposición de rosas, pedía un duro a mis padres para ir a verla. Vivía a 300 metros y podía ir solo. Tengo el recuerdo, como si fuera ahora mismo, de entrar en la sala de la Unió Coral con los ojos cerrados y sentir el olor de miles y miles de rosas, que llenaba el ambiente. Cierro los ojos y todavía percibo el perfume de las rosas como si volviera a los 5 años. Aquello para mí era el paraíso, era maravilloso”. Cuando acaba de contarlo, sonríe casi asombrado, como si, en efecto, acabara de vivir ese momento por primera vez.

Lluís Aband, este miércoles en la rosaleda de Cervantes de Barcelona.

Lluís Aband, este miércoles en la rosaleda de Cervantes de Barcelona. / z

Casi 60 años después, Abad es un hombre que ha dedicado su vida a las flores: “Siempre he vivido con las plantas”. Confiaba en prejubilarse en breve, pero ahora no tiene claro a qué edad podrá dejarlo y tampoco parece inquietarle excesivamente: “Ya no me viene de aquí”. Pero hay que volver al principio para entender los orígenes de su pasión.

El jardín de los abuelos

Nacido en 1963, creció en Sant Feliu con sus padres, él empleado de la Pegaso y ella ama de casa; con su hermano mayor y con sus abuelos, en cuya casa vivía toda la familia. “En la parte de atrás, mi abuela tenía un gallinero y un palomar, y el resto eran plantas. Y allí crecían, entre otras cosas, tres rosales trepadores. Uno de la rosa Banksiae, otro de la Madame Meillan y otro de la Presidente Hoover. Y cuando jugaba con mi hermano me entretenía a hacer esquejes, a cambiar plantas de tiestos. Veía a mi padre cuidar las rosas, ponerles abono, regarlas. De aquí que aquello se convirtiera en mi campo de juegos”.

En 1975 se hizo en Barcelona una gran exposición de jardinería, en la Fira de Montjuïc, Jardinova, que se volvió a programar en 1977. Abad logró que su madre le llevara. “Entonces yo tenía 12 años y ya sabía que quería ser jardinero. Empecé a buscar un lugar en el que estudiar”.

El ejemplo de Joan Panyella

En Barcelona había la Escuela de Jardinería, estudios todavía no oficiales. Estaba en Montjuïc y dependía de Parques y Jardines. Se presentó allí cuando estudiaba octavo de EGB, lo que ahora sería segundo de la ESO, con 13 años, pero tuvo que esperar un curso para entrar, solo se podía a partir de los 14. Allí tuvo un profesor y después jefe que le marcó: Joan Panyella, “un técnico botánico del servicio de Parques y Jardines”. Finalmente estudió cuatro años para obtener el diploma de oficial jardinero por el Ayuntamiento de Barcelona.

Ganó unas oposiciones a auxiliar de jardinero en Parques y Jardines, donde empezó a trabajar en diciembre de 1982, y siguió estudiando Bachillerato por las tardes. Su primer empleo, en la misma escuela de jardinería, lo tuvo en un laboratorio de intercambio de semillas: “Las recogíamos de todos los jardines de Barcelona, de especias distintas y a final de año se preparaba un catálogo que se enviaba a 450 centros en todo el mundo”.

La mili: más jardines

En la mili, primero en Córdoba y después en Badajoz, acabó, cómo no, de jardinero: “Hice amistad con el director de Parques y Jardines de Badajoz”. Al volver a Barcelona regresó a su trabajo en la escuela, donde empezó a dar clases: “Enseñando se aprende mucho”. Vino a vivir a Barcelona. Ahora lo hace en Gran Via con Sicília: “Tengo la suerte de disponer de una pequeña terraza, mi jardín secreto. Está bonito. Y más este año, que ha llovido”.

Cuando se oficializaron los estudios, quiso lograr el título de FP de técnico especialista en jardinería, estudios en los que él mismo era profesor. “Fui el primer técnico especialista en jardinería titulado en España”. Siguió estudiando, logró la diplomatura de oficial jardinero cuando los estudios ya eran reglados, oficiales, y con otro curso pasó a ser maestro jardinero.

En 1992, Parques y Jardines le instó a hacer trabajos varios a parte de la docencia. Uno, dirigir la restauración de los jardines del parque del Laberint. En 2001, “tristemente”, dejó la docencia, la escuela pasó a depender del Consorci d’Educació, y le tocó elegir, o enseñar o trabajar en Parques y Jardines. Y se quedó en Parques y Jardines, donde participó en la restauración de la Tamarita y de los jardines de Can Sentmenat, entre otros. También desarrolló algunos proyectos privados, por un espacio breve de tiempo.

El maestro jardinero, en el parque de Cervantes.

El maestro jardinero, en el parque de Cervantes. / Zowy Voeten

Las rosas y las personas

En 1997, la rosaleda del parque de Cervantes, junto a la Diagonal, que cumple ahora 60 años tenía que ser “rejuvenecida” y la colección se rehízo. Para dinamizar el jardín se creó un concurso internacional de nuevas variedades de rosas. El jurado estaba formado por técnicos y por especialistas externos. “A mí me nombraron secretario de la comisión permanente del jurado”. Desde 2008 se ha centrado casi por completo en esta labor.

Y así fue como Lluís Abad, que posa sonriente entre las flores, se convirtió en el ‘Señor’ de las rosas de Barcelona. ¿Qué le han enseñado? “Me han enseñado lo que nos cuenta ‘El pequeño príncipe’ cuando cuida su rosa: las rosas son muy exigentes, necesitan ser queridas cada día, se enfadan si no las riegas, si no las tapas con la campana cada noche. Y lo que las hace valiosas es ocuparse de ellas. Me gustan las rosas, el color, las formas, pero todavía me gustan más las personas que quieren a las rosas. Porque lo que da sentido a los jardines son las personas que los disfrutan. Un jardín sin gente es como una pintura en un almacén, o una partitura que no se interpreta”.

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