Pendiente desde el franquismo

Barcelona restaura una villa romana escondida junto a la Catedral para abrirla a visitas

El Museu d’Història ha contratado a especialistas para revertir el deterioro de los restos, afectados por humedades y por las obras de Via Laietana

Carles García Hermosilla:" El Born fue un mercado de abastos y no lo estábamos explicando"

Trabajos de restauración del mosaico de la domus romana de Antoni Maura

Trabajos de restauración del mosaico de la domus romana de Antoni Maura / Ayuntamiento de Barcelona

Meritxell M. Pauné

Meritxell M. Pauné

Barcelona
Por qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

El Museu d’Història de Barcelona se propone rescatar del olvido una villa romana que el franquismo condenó literalmente a un entierro eterno. Se trata de la denominada villa o domus de Antoni Maura, que toma el nombre de la plaza más próxima a falta de una nomenclatura con más personalidad. Está situada bajo la gran plaza Nova, entre la Catedral y la Via Laietana. Será la guinda cultural a la reforma de esta vía, que finaliza este verano.

Se trata de una habitación romana con un vistoso mosaico geométrico, que hace dos milenios decoraba una casa señorial, así como vestigios de muros de estancias contiguas. Una estrecha escalera cerrada por una valla es la única señal visible de la domus para los peatones. Recibe visitas muy escasas y especializadas. Y su estado de conservación ha empeorado. No puede trasladarse, porque la intervención para preservarlo en los años 50 fijó los restos a una gran plancha de cemento, de la que ya no pueden despegarse sin riesgo de daños irreversibles.

Una nueva etapa está en camino y pasa por dos medidas: primero restaurar y luego abrir a visitas. El Instituto de Cultura de Barcelona (ICUB) ha contratado a la empresa Abac Conservació – Restauració SL para rehabilitar los vestigios romanos. El encargo se acaba de formalizar, asciende a 24.592 euros más IVA y concede un plazo de dos meses para los trabajos. Y mientras tanto, el museo estudia "la mejor fórmula" para una apertura al público que encaje con un patrimonio tan frágil y de difícil acceso.

La vibración de las obras

La documentación del contrato detalla que la “localización poco favorable” del yacimiento lo mantiene “expuesto a múltiples factores de deterioro”. Los dos que han hecho más mella en él recientemente son “los efectos de resecamiento que sufre el subsuelo” por el cambio climático, que comporta fuertes sequías como la de los últimos años, y también los trabajos en Via Laietana.

“El espacio acusa las consecuencias de las obras de urbanización de la Via Laietana realizadas en el entorno, que han provocado vibraciones que han intensificado la separación del mosaico del soporte sobre el que descansa, la acumulación de polvo y suciedad, así como de algún posible escape de agua en áreas cercanas producida durante el transcurso de las obras”, indica el documento.

Vista del mosaico policromado de la domus romana de Antoni Maura

Vista del mosaico policromado de la domus romana de Antoni Maura / Ayuntamiento de Barcelona

“En el muro perimetral de cierre puede observarse un afloramiento de cristalizaciones de sales aparecidas después de filtraciones de humedad”, remacha. Las labores de restauración incluyen limpiar a fondo el mosaico y pegar las teselas que se habían desprendido, así como consolidar los muros debilitados y reparar las grietas que se detecten.

Un yugo de cemento

Este yacimiento romano fue exhumado en 1954, durante las intervenciones arqueológicas y reformas realizadas en la plaza a raíz de la celebración del Congreso Eucarístico Internacional. Es una gran habitación de 24,50 m2 interpretada como el triclium o el tablinum de una casa patricia, es decir, un comedor o un despacho de negocios, estancias que solían decorarse lujosamente. En el siglo V dC los restos de aquella mansión fueron transformados en edificio funerario cristiano de planta rectangular y ábside. Este segundo uso fue el que utilizaron los arqueólogos de la época para lograr la complicidad de la Iglesia y forzar a las autoridades a financiar la excavación.

“En los años 50, el mosaico fue extraído en varios fragmentos, restaurado, y repuesto de nuevo a sitio original sobre una losa de cemento”, relatan las bases del contrato adjudicado. En definitiva, lograron preservar un legado que hubiera sido destruido, pero la solución técnica no fue acertada. “Hicieron lo que pudieron”, excusan fuentes consultadas del museo. Ya en democracia, entre los años 1989 y 1990, otra intervención arqueológica en la avenida de la Catedral puso al descubierto otras estructuras, muros y pavimento que probablemente formaban parte de la misma domus. Desde 1995 recibe regularmente tratamientos preventivos.

Visitas guiadas e itinerarios

La apertura de este yacimiento es una de las muchas carpetas que tiene abiertas el nuevo director del museo, Carles García Hermosilla. “Es un proyecto que me he encontrado a medias y todavía no tenemos definido estrictamente qué uso le daremos”, responde a EL PERIÓDICO. “Hay que valorar tanto las posibilidades como la viabilidad. No podemos incorporarlo con precipitación y frivolidad como una sede más del museo, la 18ª, con unos horarios de atención al público”, reflexiona.

Aún así, avanza que “existe la opción de plantearlo como un espacio incorporado en itinerarios o en visitas guiadas, que el museo hace muchas”. El ICUB confirma que trabaja en esta línea. El contrato de restauración adjudicado reza que su finalidad es “ofrecer una presentación pública de calidad” de los restos. En definitiva, sí a abrirlo a la ciudadanía, pero con la calidad por delante de la cantidad.

Suscríbete para seguir leyendo