Aniversario singular
Una fiesta contracorriente: el gran bloque icónico de Sants que festeja medio siglo sin apenas rotación de vecinos
Rememoran en un encuentro su llegada a la rambla de Brasil, su lucha por cerrar la ronda del Mig y su apego al bloque y el barrio
Más de la mitad de barceloneses habrán cambiado de vivienda entre 2018 y 2027
La lucha de los únicos vecinos de la Rambla de Badal de Barcelona amenazados de derribo

La destacada finca de la rambla de Brasil, 7-11 cuya comunidad celebra su 50ºº aniversario. / Ferran Nadeu / EPC


Patricia Castán
Patricia CastánPeriodista
Periodista en El Periódico de Catalunya desde 1996. Ha ejercido de redactora y jefa de sección en Gran Barcelona. Especializada en los ámbitos de economía local, comercio, turismo, vivienda, ocio, gastronomía y tendencias urbanas.
Algunos de los protagonistas de esta 'historia de una escalera' pensaban que solo podían ser noticia cuando se ponían reivindicativos, como cuando pelearon en los años 80 para que se cubriese la ronda del Mig que partía el barrio en dos como una herida. Pero esta vez lo son por una feliz anomalía en la Barcelona del siglo XXI, donde ya no es habitual residir casi toda una vida en el mismo edificio y menos aún haber hecho de los vecinos de siempre casi una familia.
Lo han celebrado este fin de semana con una comida los residentes más veteranos de la Rambla de Brasil, 7-11, un edificio destacado del barrio de Sants. Se estrenó en 1975 y causó entonces sensación por su moderno diseño, con balcones curvos y asimétricos y su revestimiento dorado. Ahora la finca cumple medio siglo, pero el pequeño milagro es el de la continuidad de sus moradores. Una parte de ellos han brindado por muchos años más.
Un reciente informe del Consell Econòmic i Social de Barcelona subrayaba la pasada semana que entre 2018 y 2017 más de la mitad de los barceloneses se habrán cambiado de vivienda. La paulatina llegada de migrantes y más recientemente de 'expats' y nómadas digitales, sumado al actual problema de acceso a la vivienda que viven especialmente los jóvenes, y el precio de los pisos ha convertido a muchas fincas en lugares de paso, de alquileres breves, donde los residentes apenas se conocen y no existe el sentimiento comunitario.
No es el caso de esta finca del corazón del barrio. "Llegué en el 75 y pienso morirme aquí", tiene claro Josep Giraut, de la escalera izquierda, la de más solera. Porque la finca, galardonada en su época con un premio de arquitectura, se estructura en dos partes y curiosamente la primera aglutina a muchos más "vecinos de siempre", muy fans de Sants. A él le sedujeron el precio y los acabados, que para entonces resultaban muy tentadores: cocinas equipadas con lavadora y hasta lavavajillas, suelos de parquet, puertas macizas, dos baños, distribuciones modernas y luminosas, dos ascensores por escalera. Y aquella pintura, que le daba un aspecto único y brillante, aunque pasó a la historia en cuanto llegó la ocasión del repintado, a finales de los 80, y se pasó al beige.

Encuentro de algunos de los vecinos de la finca de Sants cuya comunidad ha cumplido medio siglo. / Ferran Nadeu / EPC
Para entonces ya había perdido el lustre, porque se encaraba sobre el 'cinturón de ronda', esa autopista urbana que los vecinos no vieron inicialmente como una amenaza porque estaba casi recién ejecutada y aún impoluta. En poco tiempo sería gris, ruidosa y contaminante, abriendo una ofensiva vecinal que Josep Maria Ribalta, también uno de los primeros compradores --por algo menos de tres millones de pesetas con plaza de párking incluida--, recuerda bien. Asistió cada lunes durante cinco años a las reuniones de la Coordinadora Cinturó Cobert para impulsar aquella idea de cubrimiento que durante una escapada de esquí habían fraguado algunos vecinos, con un arquitecto incluido, viendo que el cosido de aquella brecha era técnicamente viable.
Nadie se mudaba
Pero mientras tanto, la vida fluía en el bloque de la calle de Brasil (que no fue rambla hasta 1999). Había poco relevo vecinal en sus 69 viviendas. "Estaban muy bien hechas, cómodas", rememora, con memoria wikipédica sobre lo acontecido en esos 50 años. Conserva los trípticos de la promotora Vidanova, donde pormenorizaba en papel las virtudes de aquellos pisos de 3, 4 y 5 habitaciones, coronados por áticos, uno de los cuales era la joya de la corona. Incluso entregaban a los interesados un pequeño catálogo con los comercios y servicios de la zona: que si una panadería a la vuelta de la esquina, o un colegio a tantos minutos a pie. A fecha de hoy más de una veintena de compradores originales siguen allí.
Giraut, que se casó con Ramona al año de instalarse, y ahora tiene 77 años, es de los que no se han perdido ni el 25 ni el 40 aniversario. "Hablamos de la vida, de cómo estamos, del Barça...", resume, sin escatimar halagos al grupo: "Ha sido siempre una comunidad tranquila, cero problemas y vecinos fantásticos". Hasta la última década no habían llegado apenas inquilinos, relatan, y el hecho de que continúen siendo una mayoría de propietarios ha hecho que todo el mundo estuviese muy comprometido en la conservación de la finca, donde también ha jugado un papel importante Josep Manuel Gay, primero liderando proyectos en la finca y luego en el macro aparcamiento de la ronda. Tampoco se ha perdido el evento. Y merece mencionarse que un conserje siempre haya presidido el vestíbulo, mientras esta figura se extinguía en tantas fincas de la ciudad por los costes. Desde hace años ocupa el puesto Carlos, que ahora ha gestionado la lista de celebrantes.
El paso del tiempo marca estos festejos. Los de 'siempre' llegaron a la finca como solteros o recién casados y son ya jubilados o ancianos, pero no se quieren perder el encuentro. Por eso este año se juntan en el Txalaparta, a pocos pasos de casa. En algunos casos, las segundas generaciones han continuado en los hogares, no se han marchado, subraya Ribalta. También hay muchas ausencias, los compradores de más edad ya fallecieron, y en la escalera izquierda hay ahora un nutrido grupo de vecinas viudas. Pero el apego las mantiene en Brasil, 7-11. En cambio, no ha sido una comunidad con muchos niños, aunque sí vivieron un cierto 'boom' de la generación X.
Apoyo y reivindicaciones
Carmen y Segundo llegaron en 1985, algo más mayores, pero jamás han vuelto a pensar en una mudanza. "Hemos vivido siempre muy a gusto aquí", relata. Compraron de segunda mano, pero habiendo dos pisos disponibles entonces optaron por el que daba detrás por la tranquilidad. Dan fe de la unión vecinal, como cuando varios de los residentes lo visitaron durante un ingreso hospitalario el año pasado, o uno de ellos lo llevó de urgencias al Clínic cuando estuvo muy mal. Mirando atrás recuerdan la expectación en el vestíbulo en los 80' porque Epi, el célebre jugador de baloncesto del Barça, residió un tiempo en la escalera derecha.
La trayectoria del bloque estuvo íntimamente unida al cierre de la ronda, que derivaría en el gran eje cívico que es hoy. Compensaría a los que habían tenido que instalar dobles ventanas, como rememora Ribalta, quien pactó verbalmente con un concejal de la época una tregua en sus movilizaciones durante los JJOO a cambio del compromiso de cubrir el cinturón. El de ellos fue el primer tramo, sufragado sobre todo con la venta por concesión de 400 párkings e inaugurado por Joan Clos en 1997, aunque había sido Pasqual Maragall quien una noche visitó la ronda abierta y vio imprescindible la épica obra, que él mismo recogió en un libro. Luego le seguirían otros tramos, y otras reivindicaciones, que aún no han finalizado en Les Corts.
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