Adiós tras seis décadas

Cierra la Bodega Manolo, institución de Gràcia y templo del ‘plat d’aperitiu’

Los responsables del establecimiento de Torrent de les Flors servirán este sábado sus últimas comidas tras 64 años funcionando

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Manolo y Sílvia, este jueves en la Bodega Manolo, dos días antes de su cierre.

Manolo y Sílvia, este jueves en la Bodega Manolo, dos días antes de su cierre. / Jordi Cotrina

Toni Sust

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Barcelona
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Los clientes del Bar Bodega Manolo supieron hace unos meses que sus responsables habían decidido que llegaba la hora de descansar, y que ponían el negocio en venta. La tristeza ha invado el barrio. A la Bodega Manolo, en Torrent de les Flors, acuden en su mayoría clientes fijos, como años atrás iba la misma gente a jugar a las cartas y el dominó. Quedó un algo de esperanza, la de retrasar al máximo lo ineludible. La parroquia deseó que el hipotético comprador se demorara un tanto, y el cálculo consensuado partía de que el relevo llegaría en verano.

Pero el final el proceso se ha adelantado y ahora todo son prisas para conseguir mesa en estos últimos días. El Manolo cierra el sábado. Serán los últimos almuerzos. Como hace un tiempo que decidieron dejar de servir cenas para aligerar la carga de trabajo, Manuel José Quirós, Manolo, y su compañera, Sílvia Casals, que en esta última etapa han llevado el negocio con su hija Alba, de 30 años –antes tenían más personal- empezarán esa tarde una nueva vida. Han encontrado quién tome su relevo y se preparan para jubilarse.

El cartel que anuncia el cierre del bar y muestra su agradecimiento a los vecinos.

El cartel que anuncia el cierre del bar y muestra su agradecimiento a los vecinos. / Jordi Cotrina

“Me sabe mal, pero está lleno”

“Me sabe mal, pero está todo lleno”, insiste Sílvia, al teléfono. Un cartel en la calle advertía estos días: “Última semana”. Y hay una batalla para ser uno de los últimos que comen en la bodega. “El sábado no podrá ser, en serio que me sabe mal, pero no hay sitio, el local tiene la capacidad que tiene”, vuelve a insistir Sílvia. Pero al otro lado, el hombre que ha llamado no tira la toalla, y ella acepta intentarlo: “Lo miro y le digo algo”.

La Bodega Manolo, con ese nombre, abrió en 1961, cuando los padres del Manolo actual, Manuel Quirós y Montserrat Julià, tomaron las riendas del local, que ya era una bodega. No era su intención, la tenían que llevar sus cuñados, pero por circunstancias del momento estos no acabaron haciéndolo. La familia de Montserrat Julià venía el sector, tenía una bodega en la calle del Arc d’en Cirés, una vía que en 1965 desapareció en el contexto de la reforma que dio pie a la actual Rambla del Raval.

Imagen del exterior de la bodega.

Imagen del exterior de la bodega. / Jordi Cotrina

Cal Peret

El Manolo actual dice, con alguna reserva, que al parecer esa bodega, que estaba en pleno Barrio Chino, como se conocía a aquella parte del Raval, es el Cal Peret que se menciona en la canciónLa Carmeta’, de Joan Manuel Serrat: “Potser, enyorant l'Edèn, l'Arnau i el Bataclan, i les nits de cal Peret, se li ha anat doblegant l'esquena a poc a poquet a la Carmeta”.

El primer Manolo, el padre de Manolo, venía de Asturias, de Pola de Siero, donde nació en octubre 1930. Probó suerte como futbolista, sin éxito. Antes de la bodega vendía seguros y electrodomésticos. Montserrat, de abril de 1930, nacida en Barcelona, llevaba el peso de la cocina de la bodega: “Las lentejas que los clientes han comido estos años vienen de ella”, cuenta su hijo. La pareja tuvo tres hijos, Manolo es el mediano.

Cartas, dominó y menú

Primero no hacían comidas, pero empezaron a venir los obreros a pedir que les calentaran las fiambreras. Uno pedía una sopa, el otro pedía otra cosa, y llegó el menú, en un momento en el que apenas había opciones similares en esta parte de Gràcia, con la plaza Rovira como centro.

Durante años, el local estuvo abierto casi todo el día, de las 7 de la mañana a la una de la madrugada: “Los hombres jugaban a cartas y al dominó y las mujeres hablaban con mi madre”, recuerda Manolo, que presenció como todos esos parroquianos iban muriendo hasta que ya no quedó nadie para jugar la partida. “Era casi como un casal”, dice Sílvia. La pareja se conoce desde casi siempre, ella era vecina de Argentona, 2, a unos metros del bar. Él es de 1962. Ella, de 1963.

Un cliente come en la sala interior, este jueves.

Un cliente come en la sala interior, este jueves. / Jordi Cotrina

El niño llegará tarde

En mayo de 1990 empezaron las cenas: durante mucho tiempo trabajó en ese turno Maria Mercè, hermana gemela de Sílvia, quien, mientra atiende llamadas, tiene un recuerdo para los muchos colaboradores que han trabajado en el restaurante estos años: “Más amigos que trabajadores”. La Bodega Manolo es un establecimiento con aires de barrio, y la cocina del Manolo actual, “la versión júnior” del primer Manolo, como se define él mismo, está hecha de platos que serán recordados por la clientela: mejillones con romesco y berenjena; macarrones gratinados, costilla de cerdo, ‘anarcobravas’, bacalao gratinado con allioli de pimiento escalibado.

Su primera maestra fue su madre, y después se formó con el cocinero Josep Lladonosa. Además hizo ‘stages’ en un par de restaurantes: el La Guardia, en Jávea, y La Ciboulette, en la calle del Camp. Tenía que hacer otro en un tercero, pero estaba demasiado y no pudo. Era El Bulli en los primeros años de su etapa gloriosa.

Dice que estar en la cocina es duro y bonito, y que estar fuera presenta las “ventajas y desventajas de tratar con la gente”, aunque en seguida apostilla que la mayoría es amable. Manolo aprendió del negocio con sus padres. Su progenitor le hizo una tarjeta para el colegio que indicaba lo siguiente: “Mi hijo llegará tarde porque hacemos comidas”. Y a la clase de las 15.00, en efecto, llegaba tarde.

Manolo, Sílvia y su hija Alba.

Manolo, Sílvia, su hija Alba y su sobrino David. este jueves. / Jordi Cotrina

Plat d’aperitiu y la Bodega Gol

En 1992, empezaron a servir comidas el sábado, y Manolo se inventó algo para ese día: “Quería un plato diferente”. Y así nació el ‘plat d’aperitiu. Que se sepa, en el planeta solo se sirve en la Bodega Manolo. Es un plato que consta de patatas con allioli, salmón ahumado, tomate con atún, ensalada de legumbres o rusa, una porción de tortilla, espárrago y, según el día, algún ingrediente sorpresa.

Los últimos ‘plats d’aperitiu’ se servirán el sábado, y queda rezar para que los nuevos responsables, los mismos inversores que se quedaron la Bodega Gol de la calle del Parlament, lo incluyan en la nueva carta.

Quedarse en el barrio

Manolo y Sílvia, que estudió Puericultura pero solo ejerció un año como profesora de guardería, han vivido siempre en esta parte de Gràcia: Legalitat, Repartidor, Torrent de les Flors, Argentona y Torrent de les Flors. Desde hace unos años, han residido en la vivienda que está encima de la bodega.

Son conscientes de que ahora no es fácil ni barato encontrar una alternativa cercana. “Si podemos, nos quedaremos en el barrio”, dice él. Están mirando en el Guinardó, relata ella, antes de volver a atender por teléfono a los que quieren comer en el Manolo en sus últimos días. “Al que ha llamado le puedo dar una mesa el sábado a la una si se va a las dos”, barrunta.

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