Pendientes de derribo
Viviendo entre ruinas en las últimas Casas Baratas del Bon Pastor: “Se han olvidado de nosotros”
Unos senegaleses supervivientes de las pateras, una mujer embarazada y una chica con su madre habitan hogares semiderruidos sin luz ni agua, rodeados de escombros y acosados por asaltantes
Barcelona entrega las llaves de 50 viviendas públicas de alquiler en el barrio del Bon Pastor

Ángela, de pie, y su madre, Montse, dentro de la vivienda abandonada que ocupan en las Casas Baratas del Bon Pastor, en Barcelona. / ZOWY VOETEN


Jordi Ribalaygue
Jordi RibalayguePeriodista
Periodista especializado en información local de Barcelona y el área metropolitana. Ha trabajado en El Mundo, EFE, Público, Ara, Tot Barcelona y medios locales de Sant Adrià de Besòs y Badalona. Ha colaborado en la redacción del libro 'Objectiu Venus', sobre el barrio de La Mina.
El gran apagón apenas se percibió en la única manzana de las Casas Baratas que falta por demoler en el Bon Pastor, en Barcelona. El desconcierto que se apoderó del país el lunes pasó de largo en los despojos de la colonia levantada hace un siglo, donde malvive gente sin agua corriente ni electricidad, a la espera de que los expulsen o les ofrezcan una solución antes de que ese vestigio obrero desaparezca.
Al menos siete personas se cobijan en un puñado de viviendas maltrechas en un extremo donde la ciudad termina. Entre ellos, se cuentan unos senegaleses supervivientes de la travesía en patera hasta España, una mujer embarazada de cinco meses y una muchacha que pisó la cárcel que cohabita con su madre viuda. Cooperan para sobrellevar las penurias, compartiendo la comida que calientan en una hoguera y ahuyentando a los ladrones: uno de los chavales africanos echó hace pocas noches a un par que trataba de colarse por los tejados desplomados.
"La policía no ayuda, solo dice que debemos dejar las casas, que no son seguras", explica Ángela. Lleva casi año y medio ocupando hogares desiertos y pendientes de ser echados abajo en el barrio. “Abrí este y me lo quedé”, reconoce. Más de una vez le han advertido de un desalojo inminente. “Dijeron que esto se iría pronto fuera, pero es mentira”, zanja.

Ángela muestra una hendidura en el techo de la casa que ocupa en el Bon Pastor, en Barcelona. / ZOWY VOETEN
Ángela alega que unas deudas con Hacienda le han impedido apuntarse a la bolsa de vivienda social, mientras da testimonio de cómo vive entre ruinas con su madre, Montse: cuenta que un conocido reconstruyó parte del techo con los restos de otros domicilios derrumbados, que el gato de la vecina espanta a las ratas y que unos saqueadores entraron para arrancar el cobre que quedaba; tuvo que parar a unos operarios que comenzaron a derribar su hogar con ella dentro; un asaltante la dejó inconsciente al golpearla con una barra de hierro en la cabeza. En la fachada ha escrito 'Aquí se vive' y duerme con un hacha junto a la cama. "No tengo miedo: para pelear, soy peor que un hombre", presume.
"La policía no ayuda, solo dice que debemos dejar las casas, que no son seguras", explica Ángela
La Asociación de Vecinos de Bon Pastor avisa de la “imagen de degradación” que desprende ese lado del barrio, expresa su presidenta, Paquita Delgado. "Sea legal o ilegal la situación de quienes viven, hay que buscar una solución lo antes posible, porque eso se tiene que quitar, no es bueno para ellos ni para los que vivimos alrededor", postula. Delgado recuerda que, mientras el derribo se demora, se pospone la construcción de tres bloques de pisos sociales y otro tutelado para ancianos sobre el terreno de las Casas Baratas.
Aisladas junto al Besòs
Algunas de las casitas se hallan semiderruidas y otras se mantienen precariamente en pie, aisladas desde que otras siete manzanas cercanas al río Besòs fueron reducidas a escombros. Los hogares pintan medio hundidos, anegados de cascotes, basura y muebles abandonados para disuadir a posibles ocupantes. De puertas adentro, los últimos pobladores se guarecen en penumbra, atenuada por los boquetes abiertos en los techos y las paredes que, a la vez que los alumbra, los exponen a la intemperie y quienes rapiñan en la miseria.
“Han entrado un montón de veces a robar en casa, ya no queda nada que puedan llevarse”, da fe Vanessa, alojada en lo que queda de las Casas Baratas. Tiene 30 años, cobra una pensión por discapacidad y va camino de su cuarto hijo: dos están en Chile, con su padre, y la Direcció General d’Atenció a la Infància (DGAIA) le retiró la custodia del tercero. Convive con dos hombres por protección para que no entren a robar en el domicilio donde cuenta que se crió, de los poquísimos del lugar que conservan la puerta y la ventana sin tapiar. “Hace dos meses y medio que no tengo agua ni luz. En invierno lo hemos pasado fatal”, atestigua.

Vanessa, embarazada de cinco meses, frente a su hogar en las Casas Baratas del Bon Pastor, en Barcelona. / ZOWY VOETEN
Frente a su vivienda, Vanessa ve los bloques erigidos en la larga transición que empezó en Bon Pastor en el 2003 para desprenderse de las Casas Baratas. Justo esta semana se han entregado 50 pisos públicos de alquiler. Su madre fue realojada hace unos tres años, cuando salió del hogar que la hija se empeña en habitar para reclamar uno de los pisos de desdoblamiento, sobrantes en la reforma para repartirlos entre familias con necesidad de más de un domicilio.
"Sea legal o ilegal la situación de quienes viven, hay que buscar una solución lo antes posible", ruega la Asociación de Vecinos
“Quiero pagar un alquiler social, agua y luz. Quiero ser normal, pero no hay manera”, lamenta Vanessa. “Creo que se han olvidado de nosotros -intuye-. Espero que me den el piso antes de que nazca la bebé. Si no, tendré que pensar en buscar una habitación. Pero no me pueden desahuciar, esta es mi casa desde la infancia. No voy a salir sin otra vivienda”.
Vacío para verano
El Ayuntamiento de Barcelona admite que los casos de infravivienda enquistados en el lugar no permiten cerrar la última tanda de derribos en el Bon Pastor, iniciada en febrero de 2024. Confía en que el reducto quede vacío y listo para la demolición durante el verano.
El consistorio apunta que solicitará autorizaciones judiciales para desalojar “en caso de que fuese necesario”. Concreta que para uno de los domicilios ya prepara un expediente para instar el desahucio. Asegura que, en circunstancias como las que se producen en ese rincón, ofrece una plaza temporal en el Centro de Urgencias y Emergencias Sociales de Barcelona a los desalojados y, de apreciar condiciones de vulnerabilidad, estudia brindar otro tipo de alojamiento provisional.

Escombros y basura arrojada en una de las viviendas medio derrumbadas en las Casas Baratas del Bon Pastor, en Barcelona. / ZOWY VOETEN
Ángela sostiene que, con los 700 euros que ingresa y los 560 de pensión de su madre, pueden asumir un alquiler social. “Vinieron a pedirnos los extractos bancarios, pero no me han ofrecido nada”, afirma.
“Quiero pagar un alquiler social, agua y luz. Quiero ser normal, pero no hay manera”, lamenta Vanessa
Escondido en desechos
Dos manzanas de casas baratas fueron tiradas entre diciembre y marzo. El ayuntamiento recabó entonces permiso para expulsar a quienes ocupaban viviendas. Mor Talla pasó por ese trago, apenas un año después de ser rescatado en alta mar, cuando cruzaba de África a Europa. Tras el desalojo, se ha apañado una morada camuflada entre los desechos de una casa asolada.

Mor Talla observa uno de los boquetes de la casa donde se refugia en el Bon Pastor, en Barcelona. / ZOWY VOETEN
Con parte de la chatarra que recoge, ha recompuesto el habitáculo para no dormir al raso. No en vano era albañil en Senegal. En todo caso, teme que los atracadores penetren por los huecos que quedan por tapar. Ya le han sustraído ropa y bambas.
“No tiene ninguna ayuda, solo lucha para sobrevivir”, aprecian unos compatriotas que le echan una mano. Mor Talla dejó mujer e hijos en su país. Ruega ayuda para obtener los papeles, ejercer su oficio y escapar de los días sin blanca y con hambre.
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