Corte de luz histórico en Barcelona

Un supermercado, refugio wifi en el barrio de Gràcia durante el apagón

Apagón masivo hoy en España: ¿qué está pasando?

Última hora del apagón de hoy en España

El supermercado cuyo wifi congregó a decenas de personas, ayer.

El supermercado cuyo wifi congregó a decenas de personas, ayer. / EL PERIÓDICO

Daniel G. Sastre

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Barcelona
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En las calles de toda España se ha retrocedido este lunes varias décadas, hasta un pasado remoto en el que no había luz ni cobertura de internet. En las grandes ciudades muchos parecían encantados con la novedad, y aprovechaban para comprar transistores y para conocer a sus vecinos después de tantos años. Pero otros no se resignaban al retorno a la edad de las tinieblas y, si bien no podían hacer nada para resucitar la corriente eléctrica, en un punto concreto del distrito de Gràcia de Barcelona sí lograron acceder a la web.

El supermercado Consum situado entre las calles Camèlies y Pau Alsina, a caballo entre los barrios de La Salut y Camp d’en Grassot, se convirtió en las primeras horas del apagón masivo en una especie de refugio cibernético para los adictos a la red, o simplemente para quienes querían informarse o tratar de comunicarse con sus familiares o amigos. Poco a poco fue corriéndose en el barrio la voz de que el wifi del establecimiento seguía funcionando a la perfección gracias a un generador, y, aunque no se podía entrar en el súper, decenas de personas acabaron reuniéndose en la puerta para disfrutar de la conexión.

Cuatro horas de autonomía prevista

Allí departían entre ellos y con los trabajadores del supermercado. Como Jesús, el encargado, que explicaba que el generador de gasolina que mantenía el wifi en funcionamiento tenía “unas cuatro horas” de autonomía. “Quizás algo más ahora que no se abren y se cierran las neveras”, añadía. Eran cerca de las 15.00, así que el refugio cibernético se mantendría al menos un par de horas más.

Otra cosa era la actividad comercial. Sobre las 12.30, cuando se produjo el apagón, los trabajadores dejaron de poder cobrar a los clientes, y el supermercado dejó de vender. En ese momento, el encargado los puso a colocar productos en las estanterías. Los que entraban en el turno de las 13.30 ya no pudieron empezar su tarea. Como Silvia, la pescadera, que esperaba en la puerta que volviera la electricidad para poder trabajar.

El resto de los presentes tenía otras preocupaciones. “¿Sabéis algo más? Dicen que afecta a toda España”, preguntaba uno que acababa de llegar. “Acabo de poder conectar con mi madre y me ha pegado una bronca porque no la había llamado para decirle que estoy bien. ¡Pero si no podía!”, decía otro. “Yo estaba en un banco intentando conectarme a internet, y ha pasado una señora y me ha dicho que solo podría hacerlo aquí, en la puerta del súper”, añadía Diego, que estaba por el barrio de casualidad.

El 'kit de supervivencia' de Pilar.

El 'kit de supervivencia' de Pilar. / El Periódico

Kit de supervivencia

Otros iban bastante más pertrechados, y se movían como si hiciera semanas que estaban en la puerta del súper. Pilar, por ejemplo: explicaba a los que iban llegando cómo conectarse al wifi del súper –“qué suerte que está abierto, sin contraseña”-, ponderaba las virtudes del generador de gasolina y mostraba el “kit de supervivencia básica” que acababa de adquirir en el bazar del barrio. Estaba compuesto por un buen número de velas, un mechero, pilas y una linterna.

“Nos hemos ayudado unos a otros”, decía Pilar, como quitándose importancia. Pero quedó de nuevo claro que, si en la puerta del Consum había gente contingente y gente necesaria, ella era de los segundos cuando alguien preguntó: “¿Cómo se conecta esto?”. Y ella le cogió el móvil, después de pedirle permiso para hacerlo, y lo introdujo en la comunidad del wifi.

Pilar, de espaldas, ayuda a un recién llegado a conectarse al wifi.

Pilar, de espaldas, ayuda a un recién llegado a conectarse al wifi. / El Periódico

El generador de gasolina cumplió mejor que lo previsto, y a las 18.00 seguía proporcionando conexión a internet a los conocedores del secreto. Y también impidiendo que los productos perecederos del súper se echaran a perder, claro, pero eso era secundario para los que establecieron el campamento cibernético en la puerta.

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