Peter, el sintecho de Barcelona que pintaba rosas de mil colores: "Era su manera de sentirse aceptado"

Peter era un hombre de 63 años que vivió en las calles de Barcelona y se alojaba en los pisos que ofrece la Arrels Fundació a personas sin hogar. Hace tres años llegó al taller ocupacional La Troballa, que organiza la entidad para que estas personas puedan recuperar vínculos, trabajar hábitos y rutinas y recuperarse poco a poco. Cada uno hace lo que le hace motiva o le hace sentir útil y en el caso de Peter fue claro: todos los objetos los pintaba de colores. Así expresaba su personalidad, efusividad y alegría y la transmitía a los demás. Peter falleció este enero y Arrels aprovechará Sant Jordi para recordarle y homenajear su legado artístico.

“Le pedíamos que pintara de un color y él no quería. Le decíamos que las rosas son rojas y él las pintaba de todos los colores”, relata Rocío Alonso, responsable del taller La Troballa. Así, Peter empezó a pintar tejidos y crear con ellos rosas, libretas, puntos de libro, tarjetas, estuches y camisetas de todos los colores que se pueden encontrar en la tienda de Arrels de la calle Ample número tres. Por eso este Sant Jordi las rosas que venderá la entidad serán las diseñadas a partir de las pinturas de Peter, elaboradas de forma colaborativa y artesanal por todas las personas que compartieron momentos con él y que viven o han vivido en la calle.

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Con los tejidos que Peter pintó ha dejado a la entidad un legado que da forma a las rosas de Sant Jordi: con tallo o acompañadas de un punto de libro diseñado por el artista y voluntario de Arrels Xavier Aballí, que reivindica la importancia de tener un hogar. Además de las rosas de colores, Arrels también ofrece libros que analizan los retos del sinhogarismo, participar en rutas de sensibilización o organizar una parada solidaria con artesanía elaborada en el taller ocupacional.

“Era su manera de sentirse querido”

Arrels recuerda cómo toda la expresividad de Peter se manifestaba mediante la pintura, “de manera masiva”. Pintaba todos los objetos que le caían en sus manos y después los regalaba a las personas de su alrededor. “Era su manera de sentirse aceptado, querido. Nos cogía los platos, los vasos, todo lo que teníamos por allí. En un momento dado, nos dimos cuenta que toda la pintura que teníamos guardada se empezaba a terminar”, relata Rocío, que rememora cómo Peter necesitaba alegría y en el color encontraba “la manera de ver un nuevo mundo lleno de posibilidades”.

La efusividad que plasmaba en sus pinturas la tenía en su personalidad. “Era una persona apasionada, pero poco a poco y con el acompañamiento de otras personas atendidas, trabajadoras y voluntarias del taller, empezó a contenerse y aprendió a calmarse. En ellas encontró una pequeña familia”, explica la entidad. Eso hizo que fuera cogiendo confianza y que prácticamente se pasara todo el día en el taller, a pesar de ya estar mal de salud.

Además, no sólo daba rienda suelta a su creación en La Troballa, sino que también lo hacía en su casa. Tenía los armarios llenos de nombres de las personas que para él eran significativas, siempre con colores. Con esos mismos colores ellos le recordarán este Sant Jordi.