La reforma de la plaza dels Àngels abre el debate sobre el futuro del histórico CAP del Raval

La reforma que se proyecta para tratar de suavizar la plaza dura por antonomasia de Barcelona y recomponer las piezas que la forman repercute sobre el Raval más allá del entorno inmediato del MACBA. La operación de la plaza dels Àngels trasciende la explanada que se extiende entre el museo y el convento para incidir también unos 350 metros más arriba, en dirección al límite del barrio que dibuja la ronda Sant Antoni, alcanzando a la que todavía es la sede del Centro de Atención Primaria (CAP) Raval Nord, otro eje referencial en el céntrico vecindario.

El Consorci Sanitari de Barcelona prevé que las consultas del ambulatorio puedan trasladarse como pronto a partir de 2027 a la capilla de la Misericòrdia, que se está rehaciendo para albergar un nuevo centro de salud. La mudanza obliga a preguntarse qué pasará con el actual ambulatorio, deteriorado y a su vez aclamado emblema del racionalismo de los años 30 del siglo pasado. Obra de Josep Lluís Sert junto a Joan Subirana y Josep Torres Clavé, sobrevive como uno de los escasos ejemplares de la arquitectura del movimiento moderno en la capital. 

Por ahora, el futuro del inmueble que empezó siendo dispensario antituberculoso ha quedado relegado por otros interrogantes que han suscitado más agitación en el Raval. La incógnita sobre las dependencias que encarrilan sus últimos años como consultorio quedó sepultada primero por la agria disputa por la capilla de la Misericòrdia, que enfrentó a instituciones y partidos por si debía dar cabida a la ampliación del MACBA o albergar un CAP de nueva construcción. Luego, el plan municipal para rehacer la plaza dels Àngels -que también concita partidarios y detractores- ha eclipsado a su vez el dilema sobre qué hacer con el equipamiento, que presta servicio a algo más de 23.000 habitantes de Barcelona. Clave en exigir que se migre a la Misericòrdia, el movimiento vecinal organizado del Raval no ha formulado una demanda sobre el edificio de Sert.

Futuro incierto para el edificio que acoge el CAP Raval Nord, obra de Sert

Ver galería

El inmueble está declarado Bien Cultural de Interés Nacional desde 1992, el máximo rango de protección patrimonial, por lo que debe conservarse intacto. Ajeno hasta la fecha a la controversia, el porvenir del que continúa siendo el ambulatorio del barrio se esboza aún a grandes rasgos, a falta de profundizar en los pormenores que aclaren qué nuevo rumbo toma el inmueble, que pertenece a la Generalitat. Fuentes de Consorci Sanitari de Barcelona explican que el Departament de Salut contempla que las dependencias “sigan teniendo usos sanitarios”. 

La conselleria ya avanzó esa misma voluntad a EL PERIÓDICO en 2022. ¿Pero en qué se concretará el propósito? De momento, no existe precisión. “El plan funcional que determine exactamente los futuros usos aún está en elaboración”, responden en el consorcio. 

Reivindicado y vivo

La incertidumbre que sobrevuela al dispensario subyace bajo una exposición que, precisamente, está ahora en cartel en el Raval y que quiere fomentar el debate sobre cómo mantenerlo con utilidad. La galería àngels barcelona (Pintor Fortuny, 27) exhibe hasta el 24 de mayo la muestra ‘Febre de la matèria’, que reúne las imágenes con las que los fotógrafos Gregori Civera y Jorge Ribalta han retratado a pacientes, trabajadores, estancias y exteriores de una joya arquitectónica que, aun con sus achaques y carencias por las que se ha justificado el traslado, ha retenido los aires modernizadores de la II República y perdura como el precedente de todas las remodelaciones posteriores del Raval. 

Salut dará una segunda vida sanitaria al ambulatorio racionalista del Raval

“Simboliza la voluntad de regeneración social a través de la arquitectura”, describe Ribalta, partidario de que los usos sanitarios perduren en el inmueble “en el sentido más amplio posible”. “Un edificio que no hace su función es una ruina”, postula el fotógrafo, que reivindica la vigencia de los principios que lo inspiraron: “¿Queremos preservar el patrimonio histórico? ¿Queremos una ciudad con memoria o sin ella? ¿Es importante esta memoria? Es fundamental y conservarla, en este caso, quiere decir mantenerla viva”.

“Es un edificio moderno en el sentido de que el diseño está muy vinculado a su función: si se desvincula, pasaría a ser una cosa vacía y, aunque tendría interés de por sí, se banalizaría”, opina Civera, que encuadra al dispensario en la categoría de “gran arquitectura”. Cuestión al margen son las dificultades para adaptar un equipamiento que no fue ideado en su momento para el flujo de población que atiende. “La accesibilidad no es la mejor, más de una vez tuve que aguantar la puerta para que la gente pudiera entrar mientras fotografiaba”, atestigua Civera, que da cuenta de que el icono arquitectónico “es muy frágil y vulnerable”. 

Muestra de ello son las numerosas piezas originales que han subsistido y los materiales que exteriorizan signos de envejecimiento. “Cuando pierda la función asistencial que tiene, que implica un uso y un mantenimiento continuado, ¿qué pasará?”, plantea Civera.

Un precedente brillante

Acabado de edificar en plena Guerra Civil, la luminosidad y los espacios diáfanos del edificio concebido para aliviar a enfermos de tuberculosis eran la antítesis de las estrecheces y el hacinamiento que perturbaban al otrora Barrio Chino. Visto con perspectiva, condensa las tesis renovadoras con que los arquitectos del GATCPAC quisieron dignificar al entonces llamado Distrito V, aturdido por la pobreza y las condiciones de insalubridad. “Fue el momento cero de todo un proceso histórico de transformación del barrio”, señala Ribalta. 

Los cambios se retomaron en los años 80 y 90, coronados por la plaza dels Àngels y su museo. Civera ve paralelismos entre esa símbolo de la reconfiguración del Raval en torno a las Olimpiadas y el afán rehabilitador que el dispensario supuso. “El MACBA fue una operación parecida, otro elemento disonante de nuevo en el barrio y que volvió a confiar en la arquitectura como un elemento modernizador”, interpreta. El fotógrafo evoca que el esplendor que desprendía el antituberculoso fue “una chispa fugaz que inmediatamente se apagó” con el franquismo. Tal es así que la dictadura ahogó la nitidez del inmueble vanguardista pintándolo de marrón.  

Ribalta y Civera intuyen riesgo de que el inmueble se degrade en caso de quedar temporalmente vacío o no acabe de definirse cómo se reutiliza antes de la mudanza. “No tiene que perder el uso. ¿Darle un uso cultural? Ya hay una cierta inflación en el barrio”, opone Ribalta, que cree asumibles los “costes elevados” asociados al dispensario antituberculoso a cambio de “dar prioridad a la memoria histórica y el patrimonio” que atesora. “El interés que el edificio tiene es que representa el sentido de poner lo público en el centro”, sintetiza Civera.

Suscríbete para seguir leyendo