A la altura del Prat
Los jubilados que mantienen un campo de golf rústico en el lecho del Llobregat: "Pedimos más civismo"
La asociación de Golf Rústico El Prat pide limpieza para los que disfrutan del espacio que ellos cuidan junto al río y una caseta para poder guardar sus herramientas
El río Llobregat recibe 2,5 millones de visitas anuales a su paso por la metrópolis de Barcelona
El mantenimiento del parque fluvial del río Llobregat costará al AMB 1,2 millones hasta el 2028

José López y sus contricantes en el primer hoyo de su recorrido / Jordi Otix


Pau Lizana Manuel
Pau Lizana ManuelPeriodista
Es un campo de golf que mide más de medio quilómetro de distancia de punta a punta, con pares establecidos para cada uno de sus nueve hoyos y que cuenta con obstáculos de todo tipo, como búnkeres y altos juncos. Entre quienes juegan en este idílico terreno, en el mismo lecho del río Llobregat, hay campeones 'amateurs' de Catalunya o deportistas con vitrinas repletas de trofeos. Pero, a diferencia de otros clubes, para formar parte de este no hace falta desembolsar una cantidad de dinero al alcance solo de los más privilegiados, y los profesionales no juzgan la poca técnica de los aficionados desde lujosos 'caddies'. "Son 20 euros anuales en dos cuotas. Una en junio y otra en diciembre, nada más", explica José López. Él es el presidente de este singular club: la asociación de Golf Rústico El Prat.
Se trata de una asociación joven, este año hará tres desde su fundación, aunque la mayoría de sus miembros son jubilados y la disciplina ya se practica en su sede actual, en la orilla del Llobregat, desde hace más de 15 años. "Esto lo empezó Fermín, que después de las obras del puente [de la Ronda de Dalt] vio que en el lecho del río había espacio para hacer un campo y empezó a limpiarlo de matojos y hierba alta", explica López. Poco a poco, Fermín y más aficionados fueron desbrozando el terreno e incorporando los agujeros y banderines necesarios.
El primer hoyo queda, precisamente, casi a la altura de este puente de la B-20 y el terreno limpio de hierba alta se extiende prácticamente hasta el puente de la C-31. En total, más de 550 de metros de terreno de juego conseguidos, y mantenidos, con el trabajo de unos pocos amantes del golf.

López y sus contrincantes en uno de los últimos golpes de su circuito / Jordi Otix
Competiciones por paellas y entrenos por libre
López es uno de los golfistas aficionados más activos del grupo. Es raro el día que no se le ve arrastrando su carrito con varios palos arriba y abajo sin parar. Además, cada pocos días se enfrenta a alguno de sus compañeros en una liguilla cuyo premio es sencillo, pero suficiente para motivar a todo el mundo: una paella. Aunque el golf que se practica en el lecho del Llobregat es más rústico -- con agujeros con un diámetro mayor al habitual y un terreno más abrupto de lo común --, tanto López como sus contrincantes disfrutan en los campos tradicionales. "Esta competición la hacemos seis personas. Seis o siete partidos los hacemos aquí [al borde del Llobregat] pero algunas las hacemos en el club Roc3 y otras en La Roqueta, cerca de Montserrat", explica el presidente de la asociación. "Claro que nos gusta jugar al golf en esos campos, pero es una pasta", lamenta.

López repasa la puntuación de la jornada / Jordi Otix
Otro de los más asiduos al campo del lecho del río es Bartolo García. Cada día viene hasta este rincón del Llobregat desde su casa en la Vall d'Hebrón en transporte público. "Ya me gusta pasearme, nunca sabes lo que te vas a encontrar en el Metro, siempre vas entretenido", asegura. A pesar del trote diario, Bartolo prefiere no competir con el resto de sus compañeros. "Yo ya tengo nietas y obligaciones, prefiero venir, entrenar y pasearme a mi ritmo", explica García.
Este jubilado jugó quince años en el club Masia Bach (ahora Barcelona Golf) de Masquefa y se alzó con el campeonato 'amateur' de golf de Catalunya en categoría sénior. Ahora ha encontrado en el golf rústico del Prat la posibilidad de seguir practicando este deporte. Su experiencia le hace dar golpes más certeros y mirar con un poco de superioridad a López y sus competidores. "Ninguno se atreve a levantar el palo por encima de la cadera, se aseguran acertar más, pero también tardan más en llegar hasta los 'greens'", asegura.

Bartolo García, demostrando su dominio del golf / Jordi Otix
Ya no hay ovejas en el Llobregat
Pese a que muchos jubilados han encontrado en este espacio una manera de mantenerse activos, el campo de golf del río Llobregat también trae consigo algún que otro dolor de cabeza. "Los fines de semana esto se llena de gente, que pasea con los perros, que hace pícnics... Está muy bien, pero que recojan su basura", denuncia López mientras recoge una cajetilla de cigarros tirada en uno de los arbustos del campo. No son pocas las veces que alguno de los 15 asociados que juegan al golf en este campo topan con excrementos de perros o incluso con bolsas de restos de comida. Asumen que es un espacio público pero piden respeto a quiénes usan un campo que les ha costado años montar. "Solo pedimos civismo, más civismo y, luego, civismo", insiste el presidente de la asociación.
A este problema, se le suma también otro muy concreto, pero que ha llevado por el camino de la amargura a los golfistas: ya no pasan ovejas por el lecho de Llobregat. "Hace un par de años el pastor las vendió", explica López, que calcula que el rebaño que cada día interrumpía momentáneamente su partida de golf era de unos 400 ejemplares. A pesar de que el ganado pudiera llegar al campo en el punto álgido de un partido, su paso dejaba la hierba a la altura perfecta para que las bolas de golf rodaran como deben. "Ahora es cuando las echamos de menos", asegura López.

José López, con su gorra de la asociación de Golf Rústico El Prat / Jordi Otix
Hoy en día, son los propios jubilados los que tienen que pasar muchas de sus tardes un cortacésped a gasoil, que se financia con las cuotas de la asociación. Eso supone un doble esfuerzo físico para estos deportistas aficionados, especialmente después de las inundaciones que se suelen producir. "El río arrastra todo tipo de basura, y tenemos que limpiarlo todo nosotros", denuncian. La asociación reclama al Ayuntamiento del Prat una caseta para poder guardar en condiciones las herramientas que usan para limpiar el pasto y les gustaría contar con el apoyo de alguna administración para las tareas de limpieza del terreno, que defienden que son vitales para el río.

José López, a punto de golpear la bola / Jordi Otix
"Lo suyo sería que alguien nos ayudara a conservar este espacio, que es un paraíso pequeño entre industrias, para que más gente lo pudiera disfrutar", asegura López, que denuncia la inacción de las diferentes administraciones que tienen algún tipo de competencia sobre la zona, como el ACA o la Diputación de Barcelona. "Están encantados con nosotros, porque les dejamos el terreno limpio, pero ese tendría que ser su trabajo, y no nos dan nada", asegura.
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