Resurrección comercial
El centenario restaurante Pitarra del Gòtic de Barcelona reabre tras una etapa como pub irlandés y un largo cierre
Empresarios extranjeros han rehabilitado el local de la calle de Avinyó donde el escritor vivió, trabajó y organizó tertulias literarias
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El restaurante Pitarra de Barcelona pasará a ser un pub irlandés

Apertura del restaurante Pitarra, en una nueva etapa, tras casi siete años de cierre. / Jordi Otix


Patricia Castán
Patricia CastánPeriodista
Periodista en El Periódico de Catalunya desde 1996. Ha ejercido de redactora y jefa de sección en Gran Barcelona. Especializada en los ámbitos de economía local, comercio, turismo, vivienda, ocio, gastronomía y tendencias urbanas.
Un siglo y medio de historia en pleno barrio Gòtic dan para mucho, como ejemplifica el local comercial del número 56 de la calle de Avinyó, donde en la segunda mitad del siglo XIX el escritor Frederic Soler, 'Pitarra', trabajó como relojero con su abuelo, llegó a residir y organizó tertulias literarias y políticas en la trastienda. En 1890 (poco antes de su muerte) el local se traspasó y convirtió en restaurante, hasta que en 2018 vivió una etapa gris reconvertido fugazmente en pub irlandés y coto turístico, antes de caer en un cierre de casi siete años que ahora ha finalizado con su resurrección como negocio de restauración, con el recuperado nombre de Pitarra.
El establecimiento había sido víctima del centrifugado comercial que vivió el centro de Barcelona por la pandemia, con muchos cierres de negocios y, en este caso, un altísimo traspaso que lo había mantenido sin operadores desde hace casi siete años. Pero han sido unos emprendedores indios, antes trabajadores de la hostelería, quienes finalmente se han hecho con el establecimiento, que han rehabilitado recuperando el ambiente y estética de su última etapa gastronómica. Han abierto al público este viernes, y allí luce de nuevo un rótulo clásico que dice Restaurante Antic Pitarra Tapas y Menús.
Pese a su historia, no siempre se llamó así. El autor teatral y poeta, que firmaba con el seudónimo de Serafí Pitarrra, empezó a trabajar a los 14 años en la joyería de su tío en 1953. Mantuvo el oficio unos años incluso cuando ya era conocido por su obra literaria, y el altillo del local fue frecuentado por artistas de la época, en animadas tertulias. Soler, que llegó a ganar tres Jocs Florals y abrió el Teatro Romea a obras en catalán, empresario teatral, cuenta con una estatua en su memoria en la Rambla. Pero en 1890 el inmueble de Avinyó se traspasó y pasó a ser el restaurante Can Ciscu durante seis décadas, y posteriormente Can Sogas hasta 1986.
Gastronomía y literatura
Fuente entonces cuando tomaron sus riendas los hermanos Roig y decidieron que en su nueva etapa recuperaría la figura del dramaturgo y su nombre. El Pitarra fue 'tematizado' con artículos (una colección de relojes y un peculiar escudo, entre otros), fotos y material del escritor. Desde 1987, cocina catalana atrajó a autores como Vázquez Montalbán y Joan Brossa, entre otros, y ejerció de entrañable comedor hasta ser devorado la transformación turística de la zona.

Interior del Pitarra, este viernes de reapertura. / Jordi Otix
En 2018 fue adquirido a golpe de talonario por un inversor irlandés que lo transformó en el pub Scruffy Murphy’s, cambiando la fisonomía del local y su público. El tema fue sonado en Barcelona, porque el el local estaba indefenso al no haber sido incluido en el Catálogo de Protección del Patrimonio Arquitectónico, Histórico-Artístico y Paisajístico de Establecimientos Emblemáticos de Barcelona. Por fortuna, el Ateneu Barcelonés recibió entonces el archivo que contenía, que incluía "primeras ediciones, manuscritos, cartas y dibujos de Soler", salvando dicho patrimonio artístico. Ese año el ayuntamiento trató de tramitar sin éxito la catalogación exprés del Pitarra, así que tras unas pocas obras pasó a servir cervezas a destajo.
Fue una extraña aventura empresarial que apenas duró cuatro meses y finalizó con un cierre precipitado y la salida al mercado del local por un millón de euros de traspaso. La pandemia hizo el resto y mantuvo bajada una persiana que nadie había querido o podido levantar hasta ahora.
Traspasado y renovado
Los nuevos titulares, de origen indio y que inicialmente eran trabajadores del sector, han realizado otras inversiones recientes en la zona, en concreto en la calle de Ferran, también en el ámbito de la restauración, y en Balmes, explican a este diario. En todos ellos incorporan a sus nombres el logo 'Antic', sello del grupo. Añaden que llevaban años tras los bajos de Avinyó 56, hasta que han podido llegar a un acuerdo de traspaso y cumplir su propósito de "devolverle la vida".
Su renovación sigue la estética tradicional de antaño, y mantiene las fotos y cuadros que se habían mantenido en sus paredes hasta la fecha. Fuentes del local añaden que todo estaba en un pésimo estado y han actualizado instalaciones y mobiliario, además de limpiar la mencionada ornamentación. El arquitecto y especialista en establecimientos emblemáticos Alberto Mejías les ha asesorado para que el espacio mantuviera coherencia con su pasado. Pone en valor la reactivación del negocio, salido del olvido, en un contexto de muchas bajas entre los locales históricos.
Para su nuevo estreno en el corazón turístico de la ciudad este viernes han adornado llamativamente con decenas de globos blancos y rojos la puerta de entrada. Gastronómicamente, afirman que recuperan "la esencia del Pitarra", con menús del día y de la casa, siguiendo el recetario catalán, pero que también añadirán algunos platos pensados para el turista. De momento, han sacado a la calle dos grandes carteles con fotos de gazpacho, gambas al ajillo, calamares a la andaluza, jamón, croquetas caseras y alitas de pollo, entre otras propuestas, en sintonía con el trajín internacional de paseantes que vive el Gòtic.
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