Quejas vecinales y retiradas de nidos: el ruido terrible que hacen las cotorras en un instituto de Barcelona

Una empresa contratada por el Consorci d’Educació retiró en enero una de las guaridas de estos pájaros, pero eso no garantiza que se vayan

Las cotorras malogran con su voracidad el espectáculo primaveral de la floración de los árboles del amor

El patio del Institut Montserrat visto desde la azotea del edificio de enfrente.

El patio del Institut Montserrat visto desde la azotea del edificio de enfrente. / Ferran Nadeu

Toni Sust

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Barcelona
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Joan Blasco vive en el número 28 de la calle de Sant Elies, en Sarrià-Sant Gervasi. Las ventanas de la parte de atrás de su piso, el segundo, dan a los Jardines de la Casa Sagnier y al patio del Institut Montserrat. Un bonito entorno, mucho verde desde esa ventana, que en determinadas franjas horarias se convierte un infierno de ruido, una orgía del abuso acústico que tiene unos responsables identificados y muy difíciles de acallar: las cotorras.

Cierto es que el concierto del estruendo, dicen los que lo sufren, se concentra en dos franjas horarias: la salida del sol y el momento en que la luz del día empieza a apagarse. Pero cuando se ponen a ello, estos pájaros alcanzan un volumen de parloteo –que así se llama el sonido que emiten- que resulta muy molesto.

Con la luz del sol

“En invierno no hay tanto jaleo, porque van con la luz y además las ventanas están cerradas”, dice Blasco, que explica que en los meses en los que el sol sale más tarde se da una situación que favorece a los vecinos de los pájaros: las personas se levantan antes que las cotorras, con lo que estas no les despiertan.

“Pero cuando llega el cambio de horario, la situación es distinta. Empiezan a hacer ruido a las seis de la mañana y nos despiertan. Es muy molesto, porque nos roban esa última media hora de sueño”, cuenta. Blasco y su mujer, Bea Llach, tienen hijos, y como tantas familias a las siete ya están de pie, un horario necesario para que los escolares lleguen a su hora al colegio.

Él, añade, tiene la suerte de dormir con facilidad y mantener un sueño profundo, no se despierta fácilmente. Pero su esposa sí lo hace, lo que le complica algunas jornadas: “A veces, en la mitad de la noche, algo asusta o despierta a las cotorras, y están diez minutos haciendo ruido”.

Joan Blasco mirando al patio en el que las cotorras celebran, a determinadas horas, su concierto estruendoso.

Joan Blasco mirando al patio en el que las cotorras celebran, a determinadas horas, su concierto estruendoso. / Ferran Nadeu

El partido de fútbol

El ruido que hacen las cotorras es tan molesto, por lo menos para el que no está habituado, que el problema de que se te caguen encima pasa casi a un segundo plano. Es algo que viven algunos padres que asisten a partidos de fútbol en la pista del Institut Montserrat, que acoge competiciones varias el fin de semana. Resulta curioso comprobar cómo durante un partido de fútbol sala que se inicia al final de la tarde, todavía con luz, los pájaros parlotean tanto que parece que jaleen a uno u otro equipo. Durante el encuentro llega la noche, la oscuridad, y, oh sorpresa, las cotorras adoptan instantáneamente un silencio total.

Lo de que uno se acostumbra relativamente al ruido es innegable. Lo saben bien algunos barceloneses que tienen cerca de casa un depósito de envases de cristal: la primera vez que el servicio municipal recoge el cristal, el ruido de su caída asusta al desprevenido, que con los meses apenas lo oye si pasa durante la noche.

Pues algo similar cuentan en el Montserrat, no lo vive como un drama. El personal se ha acostumbrado. Con todo, les genera algunas molestias. Joan, un alumno, explica que las cotorras incordian solo por la mañana, aunque, dice, “molestan mucho”. Y a él si le preocupan las defecaciones: “Está el patio lleno de mierda”.

Una decena de quejas

Blasco y Llach no han presentado queja alguna ante el ayuntamiento por las cotorras, pero otros vecinos de la zona sí lo han hecho. El distrito de Sarrià-Sant Gervasi ha recibido una decena de quejas por este motivo. Recibió alguna en mayo de 2024, pero también en diciembre pasado y en 2025 le han llegado ya cinco de otros tantos vecinos.

Las vinculadas con los Jardins de Enric Sagnier han llevado al consistorio a analizar posibles actuaciones. En cambio, las motivadas por las cotorras que están en los árboles del Institut Montserrat corresponden a otro organismo, al Consorci d’Educació de Barcelona –integrado por el Ayuntamiento de Barcelona y la Generalitat de Catalunya-, que se ha visto obligado a actuar al respecto del problema recientemente.

Cotorras en la Ciutadella, en una imagen de archivo.

Cotorras en la Ciutadella, en una imagen de archivo. / Manu Mitru

La empresa y Parques y jardines

El Consorci contrató a una empresa que en enero retiró un nido de cotorras del patio del instituto. La misma firma volvió esta misma semana al patio para comprobar que no hay ninguno nuevo. Pero fuentes del organismo subrayan que los especialistas indican que el hecho de que no haya nido no garantiza que no haya pájaros. Blasco lo certifica: las cotorras siguen allí.

El consistorio se mantiene vigilante ante el fenómeno que supone la presencia de esta especie invasora, que un día despierta a los vecinos y el otro se come las flores de los árboles. Y que no para de crecer, como informaba este diario esta misma semana: cada tres años y medio, aproximadamente, las cotorras duplican su población. La contracepción, como parece lógico, es considerada la mejor arma para evitar su proliferación.

Nidos de hasta 100 kilos

El consistorio tiene un contrato con una empresa que retira nidos, huevos y crías de los árboles cuando hay riesgo de caída, un peligro para los transeúntes: algunos nidos pesan 100 kilos. Los animales son llevados a un centro especializado. Por otra parte, Parques y jardines retira nidos vacíos, si se da ese riesgo de caída, fuera de los periodos de cría. En 2024, la empresa contratada retiró 390 nidos y Parques y jardines, 267, que estaban vacíos.

Las especies de cotorras con más población en Barcelona son la Myiopsitta monachus, de pecho gris y originaria de Suramérica, y la Psittacula krameri, con un pequeño ‘collar’ de color rojo y originaria del África subsahariana y de India. Siempre según el consistorio, si se han adaptado tan bien a Barcelona es porque el microclima de la ciudad lo favorece, porque tienen acceso a agua y alimento y por que apenas hay depredadores que se ocupen de estos pájaros tan tremendamente ruidoso. 

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