Entrevista
Rosario Ibáñez: "En la escuela del Metro no había una educación diferente para chicos y chicas"
La alumna y después profesora de las Escuelas Comerciales Montserrat, para hijos de empleados del suburbano, elogia la labor del centro
De unas pocas revisoras a la mayoría de maquinistas: las mujeres ganan terreno en el metro de Barcelona

Rosario Ibáñez, frente a lo que eran las Escuelas Comerciales, ahora escuela Cavall Bernat, este jueves. / Irene Vilà Capafons


Toni Sust
Toni SustPeriodista
Escribo sobre Barcelona desde 2016. Antes lo hice sobre Política social (2011-2016) y sobre Política catalana y española (2001-2011).
Profesor asociado de Periodismo en la UPF.
El Metro Transversal, ahora Línea 1, y entonces una empresa aparte del suburbano, abrió en 1945 las Escuelas Comerciales Montserrat. El centro, gratuito, formaba a los hijos de los empleados –también había cursos para estos- y además de formar a los niños en la educación habitual les preparaba para acceder al mercado laboral. La absorción de la empresa del Transversal por parte del Gran Metropolità de Barcelona en 1961 llevó a ampliar el colegio. Situado en la Rambla de Badal, cerró en 1985.
¿Dónde y cuándo nació?
En 1946 en Aguarón, Aragón, en la provincia de Zaragoza, tocando a Cariñena. Yo era la mayor y entonces tenía solo un hermano, después llegó otro. Vinimos a Barcelona en 1953. Mis padres tenían viñas y mi madre era una mujer muy inquieta, no habían cooperativas, había que ir a vender las uvas y ella no quería seguir mirando al cielo continuamente: que si venía la piedra en agosto y se lo llevaba todo.
¿Y qué hicieron en Barcelona?
Vinimos con trabajo ya: mi madre tenía un primo hermano que trabajaba en el metro. El tope de los hombres para entrar en el metro estaba entonces en los 35 años, y a mi padre le faltaban meses. Entró gracias al primo. Primero trabajó revisando las vías por la noche, luego pasó a las cocheras. Mi madre trabajaba en casa.
"El tope de los hombres para entrar en el metro estaba entonces en los 35 años, y a mi padre le faltaban meses cuando entró"
Y así se convirtió en hija de un empleado del metro Transversal (la Línea 1). Se instalaron en Sants.
Primero en la calle de Olzinelles, realquilados cuatro o cinco o meses en una habitación, hasta que encontramos un piso. El primo vivía en el piso de arriba, hacíamos mucha vida allí e íbamos mucho al cine, al cine Manelic, para no estar en casa.
Hay de nuevo muchas habitaciones de alquiler ahora. ¿Y luego?
Fuimos a vivir a un piso de la calle de Sagunto.

Ibáñez, ante la placa del centro actual. / Irene Vilà Capafons
¿Empezó a ir a las Escuelas Montserrat en 1953?
Mi padre vino primero, en abril, y el resto llegamos después de la vendimia. La última vendimia. Solo vendimos una viña para el cambio de piso. Llegamos en octubre, y ese primer año fui a otra escuela, al colegio Liceo. Tenía entonces siete años. El curso siguiente ya lo hice en las Escuelas Montserrat.
¿Todos eran hijos de empleados del metro?
Todos. Fui muy feliz allí. Era buena alumna y los profesores eran muy buenos. Los chicos y las chicas entrábamos con media hora de diferencia, nosotras entrábamos antes, a las 8.30, y salíamos antes. Pero algunas clases eran mixtas. Recuerdo que a los 11 o 12 años había chicos y chicas en la clase. Una diferencia: nosotras hacíamos la labor. En mi colegio nunca se cantó el Cara al sol. Había un coro escolar, el Esbart dansaire. Tenía compañeras que casi no hablaban castellano, hablaban en catalán, pero muchos, la mayoría, éramos de fuera de Catalunya. Con mi madre, porque mi padre trabajaba de noche, iba al Círculo Social Metropolitano, donde hacíamos actividades de todo tipo.

Rosario ante la antigua sede del Círculo Social Metropolitano, junto a Can Vies. / Irene Vilà Capafons
¿Hasta qué edad estuvo en el colegio?
Hasta los 14, los 15 los hacía en octubre. La formación que nos daban me permitió hacer examen por libre de primero y segundo de bachillerato por libre, en el Instituto Montserrat. Los dos últimos años nos enseñaban taquigrafía, contabilidad, mecanografía, salías preparada para encontrar un trabajo. Yo empecé a trabajar en la editorial Dux, tenía que ayudar en casa, mientras acababa el bachillerato. Trabajaba de las 7.30 a las 15.00. De las 19.00 a las 22.00 hacía tercero de bachillerato. Luego hice Magisterio, quería ser maestra. Eran tres años, yo tardé más porque en 1963 murió mi madre con 43 años, un cáncer. En dos meses. El día que hice 17 años nos dijeron que tenía cáncer y murió el 30 de noviembre.
¿Y eso lo cambió todo?
Tuve que dejar el trabajo para ocuparme de mi padre y mis hermanos pequeños, pero no dejé de estudiar.
Y después volvió a las Escuelas Montserrat como profesora.
Era exalumna e hija de empleado, la directora me quería muchísimo. Me habían pagado el bachillerato. Me hizo una ilusión tremenda. Entré en la escuela con 21 años. Ese año mi padre se volvió a casar. Con una muy buena persona.
"Era exalumna e hija de empleado, la directora me quería muchísimo. Me habían pagado el bachillerato. Me hizo una ilusión tremenda volver como profesora"
¿El metro cuidó mucho a su gente?
Creo que sí. Yo me sentí muy cuidada por el Metro. Mi padre trabajaba de noche, y cuando falleció mi madre pedí si lo podían trasladar a la tarde, y me escucharon. Y entonces él fue a cocheras.
Su marido también fue a su colegio y trabajó después en el Metro.
También. Él trabajó en Sistemas. Es importante decir que nunca sentí que hubiera una educación diferente para los chicos y las chicas.

La escuela, en 1950. / Fundació TMB
Y un día las Escuelas Montserrat cerraron y el centro se convirtió en un colegio público, hoy llamado Cavall Bernat.
Creo que cerró porque no tenía sentido tener un colegio que ya no podía beneficiar a todos los hijos de los empleados por lo grande que era la empresa. Y por que los maestros éramos personas que podían recolocar de forma fácil y útil para el Metro. Durante 1984 y 1985, cuando todavía hacía de maestra, nos hicieron una formación a una compañera y a mí de programación, nos examinaron en IBM. Ella empezó en Sistemas, yo, en Programación. Las primeras mujeres que trabajaron en informática en el Metro eran perforistas.
Por las tarjetas perforadas.
Sí. Perforaban los programas.
Las mujeres entonces ya podían tener empleos distintos, en Metro. Hasta los años 60 solo podían ser revisoras, interventoras y taquilleras.
Yo fui programadora. Apareció el PC y trabajé con las primeras aplicaciones que se podían hacer.
"Me gustaba mucho ser maestra, y el cambio fue durillo, me costó, pero al final fui feliz"
¿Cómo fue cambiar de profesora a programadora?
Me gustaba mucho ser maestra, y el cambio fue durillo, me costó, pero al final fui feliz. Fui a Informática porque me lo dijo mi marido, que me recomendó ir a un sitio donde no pudiera pensar en lo que dejaba. Quien de verdad me enseñó a programar fue mi marido. Del cambio me gustó que mi nueva vida laborar enriquecía: la vida de un colegio es muy cerrada. Después de programadora fui analista programadora. En el 2006 opté por la jubilación parcial, y hasta 2011 trabajé un día por semana en Patrimonio. Allí me lo pasé en grande.
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