Eje de éxito
La creciente oferta de ocio en Enric Granados inquieta al vecindario y al Gremi de Restauració
Los residentes temen que se convierta en un eje de copas, mientras que la patronal cree que la presión vecinal expulsa a la gastronomía y comporta pérdida de calidad
Carrera de relevos en Enric Granados: 16 de sus 80 bares y restaurantes han cambiado de manos desde 2023
La justicia tumba el recorte horario en las terrazas de la plaza del Sol en Barcelona
Las terrazas de Enric Granados en Barcelona cerrarán una hora antes

Ambiente nocturno en Enric Granados, la semana pasada. / Jordi Otix / EPC


Patricia Castán
Patricia CastánPeriodista
Periodista en El Periódico de Catalunya desde 1996. Ha ejercido de redactora y jefa de sección en Gran Barcelona. Especializada en los ámbitos de economía local, comercio, turismo, vivienda, ocio, gastronomía y tendencias urbanas.
El equilibrio de usos en todo eje que conjuga vecinos con una gran oferta de restauración y bares es siempre frágil. Basta con un local que genere molestias para generar un pulso de intereses y basta una fuerte presión inspectora para que la actividad económica se altere. Así sucede en el hiperactivo kilómetro de la calle de Enric Granados, donde algunos vecinos alertan ahora del progresivo viraje hacia la oferta de tardeo, ocio y copas nocturnas de algunos locales. Por contra, el Gremi de Restauració de Barcelona mantiene que es la presión de algunos residentes y la consiguiente ofensiva municipal lo que ahuyenta a la gastronomía y la oferta de calidad y fomenta la degradación de parte de la oferta.
Como informaba este diario el pasado fin de semana, la calle más gastronómica del Eixample ha alcanzado su cénit de oferta, con 80 licencias de bares y restaurantes, que no pueden crecer tras el último plan de usos de la zona. Se acompañan de 77 terrazas vigentes, donde el ayuntamiento aplica un /esrecorte horario para que cierren una hora antes que el resto de la ciudad, como en otros puntos calientes de actividad de hostelería u ocio.

Animación en Enric Granados, tras la hora de las cenas. / Jordi Otix / EPC
La medida ha apaciguado al vecindario --aunque la Federació d'Associacions de Veïns de Barcelona exige más restricciones horarias y de volumen de los veladores-- pero tiene efectos secundarios indeseados, según los operadores de la zona y el gremio. Así, al no poder contar esas mesas para las cenas de segundo turno en las terrazas (cierran a las 23.00 horas en días laborables y a las 00.00 las vigilias de festivos y sábados), distintos empresarios explican a este diario que sus ingresos han mermado, en un contexto de fuertes inversiones en los locales, alquileres altos y aumento de precios de los productos y suministros.
Aunque las posiciones del colectivo de vecinos SOS Enric Granados y de la patronal son diametralmente opuestas, si coinciden en apreciar un cambio en una parte de la oferta, más orientada al ocio, o a la calle como punto de encuentro para tomar algo. El representante vecinal Jordi Badia señala que son un puñado de establecimientos los que dan "problemas", porque los nuevos usos implican que "la gente salga a la calle a fumar y beber", y que ocupen algunas aceras hasta la madrugada, aunque los equipos de limpieza y baldeo inviten a la retirada con sus chorros de agua.
Añade que estas circunstancias afectan al descanso, porque "además son locales que no están insonorizados ni tienen características" para la diversión nocturna. El colectivo se queja también de que algunas terrazas --"casi siempre las mismas"-- mantienen las "esfufas de combustión a todo gas" pese a que actualmente la ordenanza de veladores lo prohíbe.
Para Roger Pallarols, que desde el gremio defiende los intereses de sus asociados en la zona, las "quejas de solo una decena de vecinos" han dado como resultado una presión inspectora y unas medidas que "asfixian la actividad de la restauración". Cree que por esa razón cada vez hay más traspasos, porque la rentabilidad es más difícil, "los empresarios están indignados y desanimados hasta que lo dejan". Mantiene que la oferta de más calidad y con mayores costes no puede soportar esa coyuntura, con lo que el resultado es en muchos casos un "relevo a peor" y una progresiva "degradación de la oferta". Y pone como ejemplo la evolución de Joan de Borbó, en la Barceloneta.

Ambiente en Enric Granados por la noche. / Jordi Otix / EPC
El director de la patronal cree que los expedientes no justifican las restricciones actuales, y que las fuentes de ruido no son las terrazas en sí mismas, pero en cambio las medidas municipales siempre pasan por ellas. Las licencias no desaparecerán, pero sí los mejores operadores, insiste.En los últimos dos años han cambiado de manos 16 locales, mientras que en la actualidad al menos una decena están en el mercado inmobilario, aunque no hayan bajado la persiana.
Frenar el alcohol
Mientras Badia habla del "incivismo de unos pocos" que tiene efectos en la dinámica de este eje, algunos empresarios --piden anonimato por evitar más conflictos con el consistorio-- recuerdan épocas previas a la pacificación de 2002, cuando en Enric Granados apenas había hostelería, la calle "parecía el aparcamiento del barrio" y era muy oscura. Defienden su vitalidad actual, cumpliendo la normativa, pero sin "agravios comparativos" con otras calles, como señala un empresario.
Ahora, ante los riesgos de morir de éxito tras años de laxitud, se suceden medidas municipales de contención, que no solo pasan por los controvertidos horarios sino por evitar prácticas claramente perjudiciales para la convivencia, como son las rutas de borrachera, que el distrito del Eixample acaba de prohibir.
Pero a los operadores les escuece el cerco a Enric Granados. "Nos ponen muy difícil trabajar aquí. Hemos de decir al que viene a cenar a las diez o diez y media que tiene que sentarse dentro y hay gente que se marcha, o que no cabe en la parte interior". Todo ello en un escenario de mucha competencia dada la gran oferta, pero con "menor afluencia porque los clientes prefieren ir a zonas del resto del Eixample con más horario", apunta la responsable de un local que lleva pocos años abierto. "Si pudiera lo traspasaría, pero he invertido mucho en la reforma y los que preguntan no quieren pagarlo", agrega.
Al final solo podrán abrir en Enric Granados los grandes grupos de restauración con mucho capital y recursos, o los que vienen a ganar dinero rápido aunque sea con multas, mientras duren", afirma un veterano del tramo bajo, que cree que cada vez es más complicado seguir adelante.
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