Arquitectura y patrimonio

La Casa Berlingieri, la gemela uruguaya de la Casa Gomis, la obra magna de Antoni Bonet en la Ricarda

El arquitecto catalán creó de la nada una urbanización en Punta Ballena que se ha convertido en el mejor museo al aire libre de su legado e incluido de la 'volta catalana'

El Ministerio de Cultura compra la casa Gomis por 7,2 millones

La Ricarda, la pequeña Galia verde del Baix Llobregat

La Casa Berlingieri, en Punta Ballena, con un parecido más que razonable con la Casa Gomis. Ambas, obra de Antoni Bonet

La Casa Berlingieri, en Punta Ballena, con un parecido más que razonable con la Casa Gomis. Ambas, obra de Antoni Bonet / Archivo

Carlos Márquez Daniel

Carlos Márquez Daniel

Por qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Punta Ballena, departamento de Maldonado, mediados de los años 40. Antoni Bonet Castellana llega a este paraíso de la costa de Uruguay con un encargo: urbanizar 1.500 hectáreas para convertir el lugar en el nuevo 'place to be' de la clase pudiente e intelectual de Buenos Aires. Ante sus ojos, rocas, dunas y un milagroso bosque que el propietario de los terrenos, el armador Antonio Lussich, había creado de la nada para amansar el viento y el clima oceánico. Descartó un abigarrado paseo marítimo y pinceló una hilera de casas unifamiliares con entrada directa al mar. El arquitecto barcelonés diseñó el urbanismo, pero también proyectó algunas de las mansiones, todas ellas de distinto corte, que le sirvieron para ensayar y crecer profesionalmente.

Una de esas residencias es la Casa Berlingieri, un encargo del entonces director general de la General Motors en Argentina. Imposible no reconocer esa bóveda, una 'volta catalana' que fue la avanzadilla de la Casa Gomis (El Prat de Llobregat), la obra con la que tocó techo y que el Estado acaba de comprar por algo más de siete millones de euros. Esta es la historia de una playa sita a más de 10.000 kilómetros de la Ricarda, pero también es el relato del exilio, el esfuerzo, el Mediterráneo, la amistad y la casualidad.

Exterior de la Casa Gomis, dentro de los terrenos de la Ricarda, en el Prat de Llobregat

Exterior de la Casa Gomis, dentro de los terrenos de la Ricarda, en el Prat de Llobregat / Manu Mitru

La vida de Bonet es una suma de circunstancias aleatorias que fueron moldeando su trayectoria. Terminada la carrera en junio de 1936, la guerra civil le atrapó en París, donde trabajó para Le Corbusier, a quien había conocido tres años antes en Atenas, en el Congreso Internacional de Arquitectura Moderna. En Francia entabló una gran amistad con los colegas argentinos Juan Kurchan y Jorge Ferrari-Hardoy, con los que diseñó la famosa silla BKF (también conocida como 'butterfly' por su forma de mariposa). Tal fue la conexión y la promesa de tierra de oportunidades, que en 1938 se marchó a Buenos Aires. Poco podía imaginar que aquella aventura duraría 25 años.

De luna de miel

Gabriela Asuaga es arquitecta y presidenta de la Unión Vecinal de Punta Ballena, donde vive desde hace algunos años. En conversación telefónica con este diario, explica cómo se produjo el flechazo entre la familia Lussich y el arquitecto catalán. La leyenda dice que Antoni Bonet pasaba la luna de miel junto a su mujer en el Hotel Casino Nogaró (Punta del Este), inaugurado en 1938. Ahí conoció a Milka, una de las ocho hijas del empresario Antonio Lussich, el hombre que convirtió un edén salvaje de arena y roca en un frondoso y exótico bosque. "Bonet llegó a Punta Ballena con la historia muy acotada, y consciente, sobre todo, de la importancia que tenía el arbolado para las descendientes de Lussich", que había muerto en 1928. Era el año 1945. "Cuando Bonet diseña la urbanización, lo hace con carbonilla gruesa, con un trazado sinuoso que se ha traducido a la realidad, tal cual", añade Asuaga.

Una silla BKF, diseñada, entre otros, por Antoni Bonet, en la Casa Gomis

Una silla BKF, diseñada, entre otros, por Antoni Bonet, en la Casa Gomis / Ferran Nadeu

Suscribe sus palabras Jordi Roig, arquitecto y conservador de la Casa Gomis desde 1997. El entonces joven Bonet "ya exhibía una sensibilidad especial por la naturaleza, por eso ideó un proyecto que no incluía grandes alturas, que respetaba el entorno y que colocaba la carretera lejos de la playa". La huella de Bonet en Punta Ballena, enumera Roig, es evidente más allá del plano urbanístico: Casa Booth, Casa Rinconada, la Solana del Mar, Casa Berlingieri.

Palabra de Alberti

También construyó una mansión para el doctor Joan Cuatrecasas Arumí, exiliado en Buenos Aires, y dibujó la Gallarda, la casa de Rafael Alberti en Punta del Este. Así definía el poeta gaditano en 1948 al arquitecto catalán: "La clara retina luminosa de Antoni Bonet, su escondida pasión llena de ritmo ágil, de perfil, de alegría, estaban destinadas a encontrar, y en plena juventud, un lugar como este de Punta Ballena, capaz de poner en movimiento todas sus heredadas trasparencias de arquitecto del Mediterráneo". 

El arquitecto Antoni Bonet (1913-1989)

El arquitecto Antoni Bonet (1913-1989) / Archivo

Punta Ballena se convirtió, de hecho, en punto habitual de encuentro de intelectuales. Además de Alberti, por este saliente de tierra uruguaya también pasaron Maruja Mallo, Margarita Xirgu, Oscar Niemeyer o Pablo Neruda. Algún embrujo debían tener las obras de Bonet, pues también la Casa Gomis fue un imán cultural de la mano del Club 49, asociación vinculada a la burguesía de posguerra que tenía como objetivo promocionar actividades artísticas en los grises tiempos de la dictadura franquista. Por la Ricarda desfilaron Joan Miró, Antoni Tàpies, Joan Brossa, Merce Cunningham o Carolyn Brown.

Las alteraciones

Roig lamenta que en Punta Ballena no se haya tenido el mismo cuidado que con la Casa Gomis, considerada Bien Cultural de Interés Nacional. "La construcción de El Prat mantiene todos los elementos y la estructura original, mientras que la Casa Berlingieri ha cambiado de manos y los nuevos propietarios decidieron tapar una galería exterior".

Foto de archivo de la Casa Berlingieri

Foto de archivo de la Casa Berlingieri, en Punta Ballena / Archivo

También otra de sus obras uruguayas más célebres, la Solana del Mar, un hotel, ha sufrido constantes alteraciones para adaptarla a los usos turísticos de la finca. Asuaga admite que sí ha habido modificaciones sobre el edificio original, pero cree que han sido mínimo y, por lo general, sostiene, "se ha sido muy respetuoso con la obra de Bonet". En el caso de la Casa Berlingieri, concreta, los nuevos dueños querían pasar todo el año en la finca y no solo el verano, por eso decidieron cubrir una parte que quedaba al aire libre".

Grupo de casas en Martínez (Buenos Aires) proyectadas por Bonet

Grupo de casas en Martínez (Buenos Aires) proyectadas por Bonet / Archivo

Pero no era la primera vez que Bonet ensayaba la bóveda. Entre 1940 y 1942 ya proyectó un grupo de cuatro casas en Martínez (Buenos Aires) en los que la 'volta catalana' evidencia su sello. Poco queda de la imagen superior, pues el arco de la derecha es hoy es un restaurante llamado Venice Bar. La bóveda volvió a brillar en Punta Ballena con la casa Berlingieri (1945-1948), pero añadiendo una planta en una zona de la residencia en que era menester salvar una duna. Y remató con la Casa Gomis (1957-1963). "Lo que intentaba -señala el conservador de la mansión de la Ricarda- era caracterizar la forma de cubrir el refugio; darle una dimensión peculiar, con vida propia. Pero es que además, en la Casa Gomis consiguió algo que parece una locura: bóvedas que flotan como si fueran un parapente". "Es el cenit de su obra arquitectónica, sin duda", remata Roig.

Las distinciones

Lo de que nadie es profeta en su tierra no termina de aplicar en el caso de Antoni Bonet. La urbanización Punta Ballena fue declarada Monumento Histórico Nacional en 2009 por parte del Ministerio de Educación y Cultura de Uruguay. La misma suerte corrió la casa de la Solana del Mar. En 2017 se sumó la Casa Berlingieri, pero no por su arquitectura, sino por la bóveda, cuya autoría, porque era el responsable de la estructura, se atribuye al ingeniero civil Eladio Deste. Uruguayo, por supuesto. A Bonet le queda el consuelo de, por ahora, haber doblegado a todo un aeropuerto internacional a este lado del Atlántico. ¿Hasta cuándo?