El mal dormir en la ciudad

Insomnes por el estrés y las pantallas en Barcelona: “Hago un esfuerzo salvaje para dormir 6 horas y media”

Los afectados por la falta de sueño apuntan a la sobrecarga profesional, las tensiones en el trabajo y en casa, el afán competitivo, el abuso de internet y el ritmo de la ciudad

El mal dormir de Barcelona: un tercio de la ciudad duerme menos de siete horas

Luca Giocoli muestra la media insuficiente de horas diarias que durmió en 2020, según una aplicación.

Luca Giocoli muestra la media insuficiente de horas diarias que durmió en 2020, según una aplicación. / JORDI COTRINA

Jordi Ribalaygue

Jordi Ribalaygue

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Luca Giocoli llegó a opinar que dormir era "una pérdida de tiempo". Se concienció del error cuando se percató de que negarle horas al sueño amenazaba con que su vida en Barcelona se fuera al carajo. Consultor, casado y con tres hijas menores, se aplicó para conciliar un sosiego saludable. Como si fuera un corredor entregado a mejorar sus marcas, cronometra cuánto tiempo descansa cada día. Minucioso, echa mano de una aplicación para monitorizar cada minuto que pasa echado y sin despegar ojo. Así, sabe que durmió 6 horas y 31 minutos de media diaria en 2024, por debajo de las siete horas en las que conviene guardar reposo como mínimo. La meta que persigue quedó aún más lejos de su alcance en julio, cuando solo se adormeció durante poco más de cuatro horas de promedio por jornada.

“Y eso que es mi mejor año”, contextualiza Giocoli. “En 2020, me quedé en cinco horas y media y he estado épocas con cuatro horas de media de sueño”, compara. Confiesa que se ha impuesto cambios para acostarse con placidez: ha dejado atrás la época con “cinco o seis” cafés al día para tomar solo uno, procura apagar las pantallas una hora antes de meterse en la cama y, sobre todo, refrena el ansia de seguir trabajando después de cenar. Antes se pasaba “dos o tres” horas más enganchado al ordenador.

“He hecho trabajo para llegar a una hora más de sueño”, resopla Giocoli. “Hago un esfuerzo salvaje para dormir seis horas y media. No dormir lo suficiente ha tenido efectos en mi humor, me ha causado ansiedad, me restaba creatividad, iba más lento… Afectaba al trabajo, a la vida personal y de pareja”, admite.

Giocoli cree que ha tropezado con los tres inconvenientes a los que la Agència de Salut achaca el sueño menguante de los barceloneses. Es decir, abuso de pantallas, estrés laboral y dificultades para conciliar. Giocoli menciona también el afán por “hacer más vida y crecer profesionalmente”, así como el propósito “agotador” de cargar con una familia. Aún más, agrega que vivir en Barcelona contribuye al desvelo: “Es por el ritmo que la ciudad impone. Todos estamos en un ‘flow’ de productividad, de estar siempre conectados y contestando… Ha perdido un poco el ritmo mediterráneo, si es que lo tuvo alguna vez”.

“Dormir como sea”

El vértigo de la vida urbana trasluce también en el testimonio de Julio. “Creo que estamos todos así: hiperconectividad, pantallas, exceso de estímulos y sensación de perderse cosas”, desgrana. El ritmo sin tregua de la rutina le ha hecho contraer ansiedad laboral, por la que recibe tratamiento.

“Justo el foco que trabajamos en la terapia es dormir como sea”, comenta. “Tengo ciclos locos -atestigua-: un día me duermo a las 21:00, duermo tres horas, luego no duermo hasta las 06:00 y después estoy todo el día destrozado”. Julio vincula el desorden que padece a contar con un empleo “muy demandante, de estar todo el día atento a lo que pasa”.

Luca Giocoli, junto al mercado de Santa Caterina, en Barcelona.

Luca Giocoli, junto al mercado de Santa Caterina, en Barcelona. / JORDI COTRINA

Aunque ya se jubiló, Rosa Maria no se ha restablecido de la tensión a la que le indujo el alto puesto que ocupaba en una institución educativa de la ciudad. “Mis últimos años de vida laboral coincidieron con la pandemia, cogí mucha responsabilidad y tuve una sobrecarga de trabajo brutal", relata. Explica que la ansiedad le obligó a acudir al psicólogo durante un año y medio. "Pensaba que, cuando me retirase, reharía el sueño, pero sigo igual: lo normal es que duerma poco más de seis horas, pero hay días que son tres o cuatro”, contabiliza.

Rosa Maria elude las multitudes, que siente que la tensan todavía más. “Esquivo las rebajas, los restaurantes a los que va mucha gente, el metro… Antes iba a todos lados, me divertía y lo pasaba bien. Ahora lo evito”, reconoce.

"No puedo cambiar de vida"

Patrícia consume Diazepán para procurar descansar. “Si no, no dormiría nada”, piensa. Calcula que no logra relajarse más de cinco horas por la noche. “Las pastillas no son la solución, pero no puedo cambiar de vida -subraya-. Trabajo con pantallas y, aunque las aparques, las hay por todas partes".

Con un hijo a cargo, Patrícia ve "muy complicado" conciliar. "He hecho de todo: meditación, retiros… Reconectas y ves que tienes que cambiar cosas, pero el lunes vuelve la vida real. Envidio a la gente que duerme bien”, admite.

A Àngels le causa zozobra que su hija prescinda de horas de sueño. "Está enganchada a las redes. Puede estar hasta las cinco de la mañana, pero a las ocho tiene que entrar en clase. Algún día me ha dicho que no va a primera hora", asegura su madre. Se siente sin ayuda para reconducir a la joven y le duele verla tan irritable. "Es imposible que sea de otro modo: su cerebro no descansa", concluye.

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