La gestión de la fauna salvaje
Cómo los jabalís de Barcelona aprendieron a esperar el tren a Vallvidrera para conseguir comida
Las capturas y la prevención reducen las entradas de estos animales en la trama urbana de la capital catalana de 1.200 en 2021 a un tercio este año
Un estudio considera a los jabalís potenciales transmisores de la hepatitis E en el área de Barcelona

Enric Ullar, Oriol Molero y Santi Oms, de la empresa Estrateko, delante de la red que han ideado para capturar a jabalís sin causarles daño. / Marc Asensio

Un jabalí descansa agazapado cerca de la vía por la que sube el Funicular de Vallvidrera. Cuando el tren llega al Baixador de Vallvidrera, avisa con un pitido intermitente. Si el animal solo oye el pitido, seguirá a la espera. Pero si oye el pitido acompañado por el bullicio de un grupo de niños que vienen de la escuela o de familias que van de excursión, entenderá que ha llegado comida y se desplazará rápidamente hasta una zona cerca de picnic para lograr parte de esos alimentos. Lo ha aprendido a base de observar a los humanos mucho tiempo.
Está comprobado que los jabalís que han aprendido a comer gracias a las personas, que se nutren de alimentos de origen antrópico, sea porque los han alimentado o porque se han acostumbrado a rebuscar en la basura, ya no volverán a sus hábitos salvajes. Es más, enseñarán a otros jabalís a comer como ellos.

Oms esparce el maíz que debe atraer a los jabalís. / Marc Asensio
Un problema desde 2013
Carmen Maté, directora del Servicio de Derechos de los animales del Ayuntamiento de Barcelona, advierte de cuál es el objetivo del consistorio en este tema: “Que la ciudad no sea atractiva para los jabalís”. Hasta 2013 no hubo un problema con las entradas de los suidos a la ciudad. A partir de aquel año sí lo ha sido. En 2016 hubo un gran crecimiento del colectivo.
“Han aprendido que una bolsa de plástico es una fuente de alimento”, dice. Un día lo probaron en Vallvidrera: hicieron ruido arrugando una bolsa de patatas y aparecieron siete jabalís. Otra prueba del cambio de costumbres: “Se marcó a un jabalí capturado en Esplugues, se le devolvió a Collserola. En menos de una semana apareció en Sant Feliu, en la trama urbana. Lo devolvieron a Collserola. A la tercera fue encontrado en la plaza de Espanya. Recibió la eutanasia”. Un jabalí acostumbrado a la ciudad no dejará de frecuentarla.

Un jabalí descansa cerca de Les Planes, en una imagen de archivo. / Ferran Nadeu
Anclaje insuficiente
En 2018 se empezó a anclar los contenedores. Los jabalís aprendieron a desanclarlos para poder volcarlos y comer tranquilamente. Porque son bichos muy inteligentes. De hecho, quizá lo sean más que quienes les alimentan pensando que les hacen un favor.
Los jabalís habituados ya pesan 30 kilos a los seis meses, cuando si hacen vida salvaje tardan un año y medio o dos en llegar esa cifra. La diferencia es relevante, porque la maduración de las hembras para procrear depende del peso, no de la edad: con 30 kilos ya tienen crías. Las habituadas tienen más crías, que sobreviven más.
El control de la naturaleza
Maté resume la disfunción: “En la naturaleza, el sistema de control de la población de jabalís son los grandes depredadores. Lobos, osos, que matan a las crías. En Collserola, donde esos depredadores no tienen presencia, el control viene del hambre: la sequía de julio y agosto en el bosque mediterráneo genera un estrés hídrico y no hay comida para todos. Las madres, que suelen tener tres o cuatro crías, se quedan con una”. Algo muy distinto a la hembra hallada en Nou Barris hace uno o dos años, habituada al alimento de origen antrópico, que pesaba 130 kilos y tenía 13 crías.
“En las necropsias de jabalís habituados encontramos menos de un 10% de alimento natural. Y más del 35% de jabalís apresados en capturas reactivas o programadas presentan traumatismos importantes. Son animales fuertes, duros, pero suelen chocar con coches y resultan heridos”, explica la experta.

Benanterre, Oms y Molero miran el dispositivo por el que ven la zona de la red. / Marc Asensio
Las capturas programadas y reactivas
Las incidencias contabilizadas por el ayuntamiento son las situaciones en las que un jabalí o más entran en una zona de Barcelona y algún vecino llama a la Guardia Urbana. Si no están habituados a lo urbano, lo normal es que huyan y vuelvan a Collserola. Si son habituados, se quedan a cierta distancia, pero no se van. Entonces la Urbana activa el procedimiento de captura reactiva, la no prevista de antemano, para evitar que el animal genere algún incidente.
Hay dos patrullas que llevan un fusil anestésico, pero si no hay un riesgo inminente se espera a que llegue la empresa contratada para las capturas reactivas, Astrovet, que debe hacerlo antes de que pase una hora. Veterinarios con cerbatanas anestesian entonces al jabalí o jabalís, que ya dormidos reciben un producto eutanásico. “Intentamos que hay el mínimo de capturas reactivas”, cuenta Maté.
Las capturas programadas son las que se organizan en puntos en los que antes se ha documentado la presencia de suidos en determinados horarios. Son capturas que corresponden a otra empresa contratada para tal fin, Estrateko.
Incidencias y capturas
En 2022, se capturó a 292 jabalís en Barcelona, unos 200 ‘cayeron’ en 2023 y hasta el 30 de noviembre de este 2024 se ha atrapado a 92 (29 capturas reactivas, 15 con jaulas y 48 con redes, en capturas programadas). La cifra ha ido cayendo como lo han hecho las incidencias: hubo 1202 en 2021, 1321 en 2022, 736 en 2023 y 409 en 2024 hasta el pasado 30 de noviembre.
La reducción es más visible con los resultados de octubre, cuando las madres suelen expulsar a las crías para volver a quedarse preñadas. Entonces esos animales jóvenes tienen tendencia a acercarse a la ciudad con más descaro que sus mayores, lo que genera un pico de incidencias. En octubre de 2021 hubo 193 incidencias; en el 2022, 111; en 2023, 35, y en 2024 solo 10. Barcelona destina unos 450.000 euros anuales al control de jabalís.
El cerdo de George Clooney
Además de las capturas, para lograr que los números cayeran se redobló el anclaje de casi 300 contenedores, se rodeó algunos con un corralito y se desplazó colonias de gatos, porque su comida es un atractivo para los jabalís. También se intenta disuadir a personas que, como en el caso de las palomas, alimentan a los jabalís. Hay gente a la que se ha visto abrir la puerta de una jaula trampa para liberar a un jabalí.
Centenares de barceloneses, calcula Maté, se hicieron con cerdos vietnamitas después de que varios famosos, entre ellos George Clooney, dieran a conocer que habían convertido en animales de compañía a algunos ejemplares. Con el tiempo, muchos esos barceloneses, viendo que el cerdo, además de ser majo y listo, crecía sobremanera, lo dejaron suelto en Collserola, y hubo cruce con los jabalís.

Ullar, Oms y Molera, ante la red. / Marc Asensio
Morder en el culo
Quizá, cree Maté la hembra de 130 kilos de Nou Barris fuera resultado de uno de esos cruces. Esa hembra, por cierto, era también una muestra de la inteligencia de la especie. Se comprobó que acudía a una escuela a eso de la una de la tarde, cuando acababan las clases, y volvía a las siete, tras las extraescolares, a buscar restos que dejaran los alumnos. En Navidad, no apareció. Sabía que había vacaciones escolares. En enero volvió, y la capturaron.
Otras muestras de pericia: en la plaza del Doctor Andreu, un empleado de un restaurante fue mordido en el culo cuando sacaba una bolsa con residuos orgánicos. Al sentir las fauces soltó la bolsa, y el jabalí se hizo con la comida.
Recomendaciones
Lo que se recomienda es no acercarse a los jabalís y desconfiar de los que no se van si te acercas. No comer nunca delante de uno de ellos, y si llevas comida cuando lo encuentras, guardarla e irte. Y mejor evitar las bolsas de plástico. Obviamente, está prohibido alimentarlos.
Barcelona no participa de batidas de cazadores de jabalís desde como mínimo 1987, cuando se declaró zona de seguridad la parte de Collserola que está en su término municipal. Estrateko ideó un sistema con red que inmoviliza a los animales e impide que se hagan daño en el forcejeo para escapar. Es más efectivo que las jaulas, de las que hay tres instaladas en distintos puntos.
La red de Estrateko
Este diario asistió el pasado 20 de diciembre a una de esas capturas, en la avenida Pearson. Enric Ullar, Santi Oms y Oriol Molera, de Estrateko, empresa que se dedica a la captura y gestión controlada de la fauna salvaje, se encargaron de colocar la red y dejar maíz en el suelo, en un punto al que mediante una cámara colocada durante días comprobaron que acudían cada tarde una hembra y dos crías. Se alejaron 200 metros y observaron por otra cámara: el sistema permite dejar caer la red de forma remota. Con ellos esperaba el veterinario Gregorio Bentanerre, de la Universidad de Lleida, el encargado de dispensar un sedante inyectable al jabalí atrapado, para luego extraerle sangre, muestras de heces y garrapatas, si tiene. Hecho lo cual, le suministra un producto eutanásico. Los cuerpos son quemados.

Molera y Ullar, a la espera de los jabalís. / Marc Asensio
Pero el día 20 la madre y las crías no aparecieron, y los únicos seres a los que la comitiva podría haber cazado fueron algunos jóvenes que improvisaron un botellón en el límite de la ciudad, mientras, sin duda, los jabalís observaban escondidos desde algún punto cercano a sus vecinos, los barceloneses.
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