Desvelo en una zona de ocio

El ruido nocturno perdura en el Triángulo Golfo de Barcelona: 3 de los 4 sonómetros superan el límite

El 75% de los aparatos de sonido del ayuntamiento rebasa el umbral permitido de contaminación acústica entre 5,4 y siete decibelios de media entre el miércoles y el sábado, cuando se concentra la oferta de ocio

Barcelona suspende un año nuevas licencias de ocio nocturno y alimentación en el Triángulo Golfo y Rogent

Jóvenes en las calles del llamado 'Triángulo golfo' del Poblenou.

Jóvenes en las calles del llamado 'Triángulo golfo' del Poblenou. / ZOWY VOETEN

Jordi Ribalaygue

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Barcelona
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Hace 14 meses que entró en vigor un plan para reducir el ruido en el llamado Triángulo Golfo, en el Poblenou, uno de los focos de protestas por ruido asociado al ocio nocturno en Barcelona. La conclusión es que, aunque el ruido se ha atenuado y los botellones han decaído por las denuncias y el operativo policial desplegado, el bullicio subsiste y aún causa desvelo. 

Según los estudios de sonido que el ayuntamiento ha presentado este miércoles en el consejo de barrio de la Llacuna del Poblenou, tres de los cuatro sonómetros instalados junto a viviendas desde 2022 certifican que se siguen infringiendo los umbrales de contaminación acústica. La normativa fija que no deben superarse para proteger el descanso de los habitantes de la zona, delimitada por las calles Almogàvers, Pallars, Pere IV, Zamora, Pamplona y Àlaba.

Según la media diaria que se extrapola de los registros tomados entre las 23:00 y las 07:00 horas de septiembre de 2023 a agosto de 2024, los resultados demuestran que el aparato colocado en el número 83 de Almogàvers excedió el máximo autorizado de 55 decibelios en 5,6 puntos. Asimismo, el medidor de 84 de Pamplona sobrepasó el margen de 60 decibelios en 4,9 puntos y el de 71 de Pere IV, en cuatro puntos. 

El consistorio ha destacado que, en comparación con el balance de septiembre de 2022 a agosto de 2023, el alboroto nocturno se ha suavizado entre 1,1 y 2,9 decibelios de promedio diario en el Triángulo Golfo. Añade que uno de los puntos de medición, ubicado en el 115 de Almogàvers, ha logrado situar los niveles de este último año por debajo del tope de ruido exigido. A su vez, ha recalcado que un descenso de unos tres decibelios -como el que se acredita en el 83 de Almogàvers- equivale a “reducir la mitad del ruido que había antes”, aunque ha puntualizado que “no es suficiente”.

“Estamos en otra situación, pero ni mucho menos estamos donde queremos”, ha admitido el gerente de Sant Martí, Josep García Puga. Los datos del consistorio indican que los valores de las sonometrías se desvían aún más del objetivo si se analizan las noches y las madrugadas del miércoles al sábado, cuando se concentra la oferta noctámbula del Poblenou. Las superaciones sobre el máximo permitido fluctúan entre los 5,4 y los siete decibelios. 

El concejal de Sant Martí, David Escudé, ha apreciado que “se avanza adecuadamente” con medidas que “no se habían hecho nunca en la historia”. Ha augurado que el malestar se atajará, aunque ha postulado que “la molestia 0 no existe” en Barcelona. “Es imposible mientras el 100% de los locales no cierre pero, hasta que no encontremos otros sitios, dejaríamos a muchos jóvenes sin ocio”, ha contrapuesto. 

Agotamiento vecinal

La acumulación de discotecas y bares musicales, unido a la tendencia de parte de los clientes a alargar la fiesta en la calle, han hastiado a los vecinos del entramado del Poblenou que acapara salas de fiesta, sobre todo cuando las restricciones por el covid se relajaron y la jarana regresó con fuerza. “Se ha acabado el botellón masivo que hubo después de la pandemia, pero seguimos igual”, ha lamentado una residente de la calle Àlaba con Perú durante el consejo de barrio. “Nos continúan despertando y sigo tomando pastillas porque no puedo dormir -ha confesado-. Cuando llamas al 112 a la una, la policía devuelve la llamada a las cuatro para preguntar si aún hay jaleo. El desequilibrio me está pasando factura”.

Una habitante de la calle Almogàvers ha advertido que la media de decibelios no muy alejada del cumplimiento que el ejecutivo toma como referencia no quita que el barullo se dispare en ocasiones durante la noche. "En momentos puntuales de la noche, el ruido es nada o es muchísimo -ha diferenciado-. Cuando estás durmiendo a las cuatro y te despiertan, ya no puedes pegar ojo".

“No estamos ni cumplimos los límites que marca el mapa de ruido”, ha reconocido Puga. El gerente de Sant Martí también ha asegurado que los recorridos nocturnos trazados para canalizar las salidas de público de los locales al objeto de mitigar el estorbo “ha paliado a unos y ha perjudicado a otros” vecinos. En ese sentido, ha detectado un punto negro a corregir en la calle Zamora con Sancho Dávila. “Queda recorrido para aplicar acciones”, ha concedido Escudé. 

DHUB y Razzmatazz

A semejanza a lo que ocurre en el Triángulo Golfo, las quejas por la proliferación de terrazas ha emergido en calles próximas al Museu del Disseny (DHUB), como las de Àvila, Bolívia e Irena Sendler. Escudé ha avanzado que el gobierno municipal prevé aprobar en breve una propuesta de plan de usos para limitar la apertura de nuevos bares y restaurantes en ese entorno que ha ido poblándose en los últimos años. 

El edil ha revelado que se ha requerido que se emplace un sonómetro en el lugar para “restringir mesas y sillas” si los límites de ruido se rebasan. “Es lo mismo que hemos aplicado en el Triángulo Golfo”, ha defendido Escudé. Una vecina ha recriminado que la cantidad de terrazas en el tramo es “escandalosa” y la ha comparado con las calles Enric Granados y Blai, donde generan incomodidad.

A su vez, se estudia cerrar un trecho de calle entre Àlaba y Pamplona para regular el acceso de público a Razzmatazz y amortiguar el ruido que soportan los vecinos próximos a la discoteca. Se puso a prueba el pasado fin de semana y el balance fue satisfactorio, a juicio de la Guardia Urbana. El ensayo se repetirá durante la Navidad, antes de decidir si el corte pasa a ser permanente.