Una decena de casos
La mitad de las denuncias por ruido en escuelas de Barcelona se cierran recortando el uso del patio
Colegios de la ciudad reducen horarios, aforos y actividades en sus pistas para evitar que las quejas de los vecinos lleguen a juicio
Entidades contra el ruido demandarán a Barcelona si deja sin límite acústico a los patios escolares
Barcelona reabre una de las dos pistas cerradas por exceso de ruido en el colegio de los salesianos de Rocafort

El patio de la escuela Kotska de los jesuitas de Gràcia, en Barcelona. / JORDI COTRINA


Jordi Ribalaygue
Jordi RibalayguePeriodista
Periodista especializado en información local de Barcelona y el área metropolitana. Ha trabajado en El Mundo, EFE, Público, Ara, Tot Barcelona y medios locales de Sant Adrià de Besòs y Badalona. Ha colaborado en la redacción del libro 'Objectiu Venus', sobre el barrio de La Mina.
Sobre no pocos patios de colegios de Barcelona se dirime un pulso que confronta la reivindicación de la salud y el descanso con el ejercicio de la educación y el deporte sin ataduras. El debate -extremadamente sensible y que enfrenta posturas de difícil conciliación- ha eclosionado en distintos puntos de la ciudad. En mitad de la controversia, el ayuntamiento se ha comprometido a modificar la odenanza que penaliza los supuestos de contaminación acústica para excluir a las actividades lectivas y extraescolares en pistas escolares.
A la decisión le anteceden al menos una decena de denuncias de vecinos elevadas al juzgado, que acusan a otros tantos centros educativos de superar el umbral máximo de decibelios que la norma permite. A lo largo del último año, la mitad de los litigios se ha resuelto sin llegar a juicio, después de que las escuelas hayan cedido restringiendo las actividades, el aforo o el horario de sus instalaciones descubiertas y colindantes a viviendas, ya sea durante la jornada escolar o más allá de las clases.
“Hay cuatro o cinco casos en que hemos llegado a acuerdos”, revela Lluís Gallardo, abogado de la Asociación Catalana Contra la Contaminación Acústica (ACCCA). Representa a vecinos que, a título personal o por consenso de la comunidad de propietarios, se declaran molestos por el ruido que atribuyen a los colegios a los que viven pegados. El letrado desgrana que las medidas que las escuelas han aceptado para que las denuncias se archiven consisten en “reducir horarios, dosificar la cantidad de niños que salen al patio o, sencillamente, llevar las actividades extraescolares a otros sitios o pagar insonorizaciones más consistentes”.
No más de 25 escolares
Sonia Gozalbo es directora del colegio Torrent d’en Melis, en el Guinardó. Cuenta que nunca habían recibido queja hasta que, tras el retorno a las aulas durante la pandemia, una vecina le contactó porque le incomodaba la algarabía de un patio del centro. “Tomamos actuaciones, pero no le parecían bien. Presentó una denuncia y nos obligaron a diferentes medidas. El Consorci d’Educació de Barcelona nos dijo que debíamos hacer algo, pero lo que hicimos tampoco gustó a la vecina”, relata la maestra.
A raíz de las reclamaciones, las sesiones de hockey se mudaron a un instituto y la capacidad del patio se ha limitado a 25 escolares como mucho. “Hacemos dos turnos en la pista que da al piso de la vecina -comenta Gozalbo-. Tenemos otros patios, peso ese es el único con sombra. Ahora, cuando hace calor, los alumnos se achicharran y es insoportable hacer Educación Física. No quieren hacerla, se cansan, se marean… y es un patio donde no tenemos agua, así que resulta más complicado. Hemos hecho cosas pero nada es suficiente para esta señora”.
“¿Se debe permitir que los niños, por su condición de serlo, puedan perjudicar la salud de sus conciudadanos? ¿Estamos educando eso?”, plantea Margarida Furró, presidenta de la ACCCA. “Los límites están puestos para proteger la salud, no para molestar a los niños, los padres y los directores”, responde ella misma, miembro también de la Xarxa Veïnal Contra el Soroll (Xavecs). La organización surgió del malestar en distintos barrios por el bullicio de las terrazas, las salas de fiesta, los conciertos al aire libre y los botellones. Tras el ocio nocturno, el uso de pistas escolares es el segundo motivo de consulta a la Xavecs. Gallardo apostilla que atiende “prácticamente un caso nuevo por semana” relacionado con ruido en los patios.

El patio y la pista que sigue precintada en el colegio de los salesianos de Rocafort, en Barcelona. / VICTÒRIA ROVIRA
“Tanto da de dónde viene, no hay decibelios buenos ni malos”, postula Furró. “El bien a proteger por la legislación es el silencio, es un derecho fundamental porque lo es la salud -aduce-. El ruido vulnera el derecho a la salud, la intimidad y la inviolabilidad del domicilio. Lo que no existe es el derecho al deporte y al ocio. Y la salud siempre está por encima”.
Partidos de noche
Gallardo estima que “nueve de cada 10” denunciantes no cuestionan la hora del recreo, sino que los patios se empleen como cancha deportiva hasta bien pasado el atardecer, en especial para adultos. “Explotar un patio como negocio irrita -sostiene-. Se aguanta a los críos hasta cierto punto, pero tener que hacerlo con entrenamientos hasta las 10 de la noche y partidos en domingo a las nueve de la mañana los ha hecho explotar”.
“¿Qué es eso de hacer partidos a las 10 en una escuela? Eso no son extraescolares, es otra cosa”, critica Furró. Añade que el griterío de los escolares en el patio “es lo de menos”. Sí discute que se acompañe “de música, altavoces y ruidos innecesarios, como bocinazos y pelotazos”. “Todo eso se podría recortar y el problema no existiría”, resuelve.
“Hemos dejado de hacer muchas cosas y tenemos a los niños repartidos por diferentes espacios o separados en el patio, porque procuramos no tenerlos a todos juntos”, lamenta la directora de la escuela Auró, Elisenda Lozano. Cuenta que hace siete años que afrontan quejas por ruido en sus pistas, dentro de un interior de manzana del Eixample. Aparte de suprimirse los encuentros de fútbol de familiares de escolares y acabar antes las fiestas de fin de curso, la maestra desgrana que “se trasladó una extraescolar de batucada, se quitó la música de bienvenida a clase y no se deja que los alumnos salgan con pelotas al patio de acogida, durante la primera media hora de la mañana”.
Lozano manifiesta que las divergencias con los vecinos han llegado a ser tensas: “Aceptamos que el patio hace una caja de resonancia brutal, pero no es culpa de los niños. La situación era tan grave una vez y estaba tan a punto de acabar en denuncia que vinieron unos ‘timbalers’ para el Carnaval y decidimos que no tocaran los tambores”.
Aparte, la extraescolar de patinaje se imparte sin música, el juego con pelota se ha reducido a dos días por semana y se ha instalado un limitador de sonido. Lozano siente que se va “en detrimento de la libertad de los menores y el derecho a la educación”. “Hemos tomado todas las medidas que se han pedido pero, al final, ¿quién pesa más? ¿Los vecinos o los menores?”, se pregunta.
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