Plan alternativo
Un singular ‘coworking’ industrial amenazado de derribo en Barcelona se ofrece para rescatar a Can Ricart
La cooperativa TMDC, en riesgo por la demolición de las naves que ocupa en La Verneda, se presta para reindustrializar la fábrica histórica del Poblenou, donde el Ayuntamiento se replantea el acuerdo para instalar un campus de la UB
Un taller industrial insólito de Barcelona, amenazado por la construcción de un barrio nuevo

El recinto industrial de Can Ricart, en Barcelona. / FERRAN NADEU


Jordi Ribalaygue
Jordi RibalayguePeriodista
Periodista especializado en información local de Barcelona y el área metropolitana. Ha trabajado en El Mundo, EFE, Público, Ara, Tot Barcelona y medios locales de Sant Adrià de Besòs y Badalona. Ha colaborado en la redacción del libro 'Objectiu Venus', sobre el barrio de La Mina.
El peso de la industria decae desde hace años en Barcelona. Las fábricas manufactureras se han desprendido del 22,4% de su plantilla entre 2010 y 2022, al prescindir de 14.662 empleados, según las últimas estadísticas disponibles del ayuntamiento de la capital. A contracorriente del declive, la cooperativa TMDC brinda superficie en el barrio de La Verneda y maquinaria valorada en un millón de euros a unas 300 personas cada mes, contando a carpinteros, ceramistas, arquitectos, artistas, herreros, vidrieros o expertos en robótica, además de formar a unos 200 alumnos de la escuela de diseño Elisava en sus instalaciones. No obstante, el singular espacio de ‘coworking’ se halla en riesgo por el derribo del recinto que ha reflotado tras años en desuso, las naves de la antigua lavandería del hospital de Sant Pau, condenadas por un plan urbanístico.
Las primeras demoliciones por la reforma del llamado Sector Prim son inminentes, programadas a partir del 13 de enero. Con tal de seguir prestando servicio bajo un mismo techo a 170 socios, el taller ha propuesto al Ayuntamiento de Barcelona mudarse a otro vestigio fabril, el de Can Ricart, anclado en un prolongado letargo en el Poblenou.
El consistorio firmó un convenio en 2015 para que la Universitat de Barcelona ocupase el núcleo de la antigua fábrica. La idea era que albergase un campus de Bellas Artes, pero el proyecto permanece encallado. El distrito de Sant Martí se concede 2025 para resolver si se persiste en el propósito de convertir Can Ricart en una sede universitaria u opta por otro plan para revivificarlo.
Espíritu cooperativista
TMDC rastrea una nueva ubicación para seguir con su actividad sin dispersar a sus profesionales y artesanos. Mantenerlos unidos resulta clave para que el taller que ejerce de incubadora persista en la filosofía que lo inspira, la de reunir a trabajadores de distintos oficios para que cooperen entre sí y produzcan juntos.
“Can Ricart sería una opción muy interesante”, admite Pedro Pineda, cofundador de la cooperativa. Sin dejar de buscar locales disponibles, TMDC ha presentado un proyecto al ayuntamiento para repoblar 7.000 metros cuadrados vacíos en Can Ricart. Pineda dice que, por ahora, “no hay nada en firme” con el consistorio ni con la agencia municipal con la que interlocuta, Barcelona Activa.

Un soldador en el taller de TMDC, en Barcelona. / ANA PUIT
En cualquier caso, reconoce que la suerte de la tentativa queda condicionada a que Barcelona renuncie antes al objetivo de instalar un campus universitario en el icono industrial del Poblenou. De hecho, el distrito de Sant Martí responde que reubicar a la cooperativa en Can Ricart “no es viable” a tenor del acuerdo aún vigente con la UB.
En todo caso, Pineda afirma que ha detectado interés por la alternativa que el taller plantea. Por ahora, espera respuesta del gobierno municipal. La petición del ‘coworking’ para asentarse en la fábrica que data de mediados del siglo XIX cuenta con el respaldo de la Asociación de Vecinos del Poblenou, la primera en sugerir que la cooperativa recupere la actividad en el histórico inmueble.
“La posibilidad de que viniera la universidad era interesante, pero fracasó hace tiempo”, sostiene Salvador Clarós, miembro de la entidad. Añade que, ante la necesidad de “cambiar de hoja de ruta”, la oferta industrial de TMDC permitiría “devolver a Can Ricart a los orígenes”. “Tendrá que acabarse marchando de La Verneda, así que sería una buena solución y nuestra apuesta es firme. Importa que el 22@ recupere espacio industrial público y enriquece el tejido productivo”, argumenta Clarós.

La distribución que TMDC plantea para ocupar Can Ricart, tal como figura en el proyecto entregado al Ayuntamiento de Barcelona. / TMDC
Can Ricart no puede demolerse, porque está blindado desde 2008 con el máximo grado de protección patrimonial. No obstante, está maltrecho y requiere de una remodelación profunda, amén de costosa. Ese inconveniente ha obstaculizado el aterrizaje de la UB, que no halla vías para financiar los 16,14 millones de euros que, como mínimo, cuesta acondicionar el edificio.
Clarós pide que el ayuntamiento “haga la rehabilitación” y estudie compensarse parte del coste con el alquiler que pueda cobrar a la cooperativa o con amparo del Consorci de la Zona Franca. “Cae de lleno en sus competencias, como agente promotor industrial”, apunta, al mismo tiempo que apremia a “coger el toro por los cuernos". "Es urgentísimo solucionar la situación de Can Ricart”, urge.
Apretarse el cinturón
El gobierno municipal ha concedido permiso este mes a Barcelona Sagrera Alta Velocitat -encargada de las obras de la estación- para derruir seis naves que son propiedad del Sant Pau en La Verneda. Cuatro de los pabellones que se echarán abajo a principios de 2025 están ocupados por asociados de TMDC, que tiene alquilados unos 5.000 metros cuadrados repartidos entre 13 de las 19 naves del hospital. Con la demolición, que se alargará hasta marzo de 2025, desaparecerán 2.450,35 metros cuadrados de los 11.000 de la vieja lavandería, de la que no quedará nada en pie.

Naves que TMDC ocupa en La Verneda, en Barcelona, pendientes de derribo. / ANA PUIT
Sobre el solar de los primeros derribos, se construirá una subestación eléctrica que aún tardará en alzarse para surtir a la estación y edificaciones pendientes de erigir en las proximidades a la futura parada del AVE. A su vez, el consistorio prevé levantar 140 domicilios de alquiler en régimen de protección oficial y un polideportivo donde se sitúan los demás pabellones, incluidos los que concentran el grueso de los socios del taller. No hay fecha clara para demoler esas otras naves, pero podrían empezar a tirarse al suelo en el primer trimestre de 2026, si no hay retrasos.
“Tenemos unos dos años para replantear el proyecto”, estima Pineda, que augura que tocará “apretarse el cinturón” a la espera de que el futuro se despeje. Por lo pronto, la cooperativa ha hallado una nave en la misma calle donde está afincada para “relocalizar a usuarios afectados” por los primeros derribos. “Rompe con el concepto de TMDC, ya que tendremos que separar a la gente que trabaja con metal de la que lo hace con madera, restando posibilidades a la colaboración interdisciplinar y sin acceso directo a maquinaria compartida”, repara. Los traslados se efectuarán en diciembre: unas 30 personas se recolocarán dentro de la antigua lavandería y una decena más en un local de las inmediaciones.
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