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Los 3.423 días de Ada Colau en el Ayuntamiento de Barcelona: la novedad, el fiasco, la herencia y un adiós postergado

La exalcaldesa abandonará este viernes el consistorio tras ocho años dirigiéndolo y uno y medio en la oposición

Ada Colau, la primera alcaldesa

Ada Colau deja en octubre el Ayuntamiento de Barcelona de forma definitiva

La ex alcaldesa de Barcelona Ada Colau, en su discurso durante la fiesta del décimo aniversario de Barcelona en Comú.

La ex alcaldesa de Barcelona Ada Colau, en su discurso durante la fiesta del décimo aniversario de Barcelona en Comú. / ACN

Toni Sust

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Ada Colau se despedirá del Ayuntamiento de Barcelona este viernes, en el pleno municipal de octubre, tras haber sido alcaldesa de 2015 a 2023 y haber pasado un año y medio en la oposición como líder de Barcelona en Comú. Saltó a la política institucional procedente del activismo, de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH). En sus dos mandatos contó con partidarios acérrimos y detractores que no lo fueron menos. Este es el balance de su paso por el consistorio, en total 3.423 días desde su investidura el 13 de junio de 2015, hasta su último pleno.

Cuando Ada Colau ganó las municipales en Barcelona, el 24 de mayo de 2015, el éxito sorprendió a la propia empresa. Barcelona en Comú se impuso por 17.000 votos y un concejal, 11 a 10, al hasta entonces alcalde y candidato de CiU, Xavier Trias. En privado, los convergentes explicaban que erraron al plantear la campaña, pensando que el rival verdadero era el alcaldable socialista Jaume Collboni, que solo logró cuatro concejales.

Los Comuns, dicen testigos del momento, solo contaban con entrar con fuerza en el consistorio y dejaban la meta de la alcaldía para 2019. De lo primero que tuvo que hacer Colau como alcaldesa fue firmar la prórroga del Mobile World Congress, un primer momento fundacional de choque con la realidad, con la contradicción. Un salto al final de su trayectoria sirve para recordar que una de sus últimas colisiones fue similar: abrazó el acuerdo para que Barcelona acogiera la Copa América. Ya en la oposición y con el evento en marcha, ha criticado ese aval: “Nos equivocamos”.

Colau tiene una marca que nadie puede quitarle: es la primera mujer alcaldesa de Barcelona. No fue su único récord: en 2019 fue la primera persona en lograr la alcaldía de la ciudad sin ganar las municipales, gracias al apoyo de Manuel Valls y el PSC. En las urnas la había derrotado en votos Ernest Maragall (ERC), si bien con un margen estrecho y el mismo número de concejales, 10 cada uno.

Colau solo tenía 11 concejales en su primer mandato. Gobernó en solitario dos años y medio, y uno y medio con el PSC como socio -con el que solo sumaba 15 ediles, lejos de los 21 de la mayoría absoluta- antes de que lo echara por el apoyo socialista a la aplicación del artículo 155 en Catalunya. Resultado: en sus primeros cuatro años, Colau no logró aprobar ningún presupuesto por votación ordinaria. Dos prórrogas y dos cuestiones de confianza fueron necesarias. Los Comuns impregnaron su gestión de la sensación de que cada día tenían una idea que nadie tuvo antes. Acertaron al detectar los problemas pero a menudo fallaron en el tratamiento, o eso se diría porque los males no desaparecieron. Uno de sus éxitos, proclamaban, es que en la ciudad el debate se centró en los temas que ellos ponían sobre la mesa: vivienda y turismo. Aunque a menudo fuera contra sus tesis. 

En el segundo mandato, Colau cerró un pacto estable con Collboni y contó con los 10 concejales socialistas durante cuatro años. Es decir, siguió en minoría pero con un ejecutivo más amplio. No se puede hacer balance de la gestión de la ya exalcaldesa sin tener en cuenta el efecto de la pandemia del Covid, que paró el mundo, y por lo tanto también a Barcelona. Un periodo difícil del que la ciudad se recuperó con considerable rapidez y vigor. Las administraciones, incluido el ayuntamiento, hicieron frente común para estimularlo.

Sin duda, el mayor 'debe' en las cuentas de Ada Colau durante sus ocho años como alcaldesa es la vivienda. No se puede afirmar que sus gobiernos no hicieran nada en la materia: el exiguo parque de vivienda protegida aumentó hasta casi 12.000 pisos al concluir su segundo mandato, unos 4.000 más de los que había en 2015. Barcelona en Comú había prometido sumar 8.000 –mitad de compra, mitad de construcción- solo en un mandato. No lo cumplió.

La realidad es que ese incremento no ha influido en los precios, porque no puede influir: se calcula que para ello se necesita un 15% de VPO, que se lograría en 30 mandatos, 120 años, al ritmo en que ha aumentado el parque público en estos años. Y lo que pesa es que el problema del acceso a la vivienda es hoy más grave que hace nueve años, cuando Colau se hizo con la vara de mando municipal. El ritmo de construcción ha ido bajando. El 30% de VPO, pendiente de reforma, apenas dio vivienda a la ciudad. Por otra parte, en Barcelona duermen en la calle hoy 1.300 personas según el ayuntamiento, casi 1.400 según Arrels. En 2015 eran 700 según el consistorio, casi 1.400 según la entidad. Eso no obsta que Colau construyera una red de refugios sólida, como lo fue su política social en general.

Además de la vivienda, el otro gran objetivo con el que Colau llegó a la alcaldía fue contener el turismo. Eso no solo no ha sucedido, sino que la alcaldesa se tuvo que ver en el brete de celebrar que los foráneos volvieran cuando las restricciones establecidas por el covid acabaron. La imagen de la Rambla vacía fue más motivo de angustia que de debate. Mirando atrás, ERC obtuvo protagonismo con sus propuestas de medidas de contención del turismo, como el incremento de la tasa turística y el control de grupos de visitantes por la ciudad. La inseguridad ha sido otro de sus puntos débiles. Durante su gestión, se colocó como principal preocupación de los barceloneses y ahí sigue.

Colau sí tuvo éxito en dos aspectos vinculados con el turismo: la regulación hotelera y el combate contra los pisos turísticos ilegales. Logró aprobar el plan especial urbanístico de alojamientos turísticos, el PEUAT, que pese a precisar de adecuaciones legales posteriores por presentar lagunas, se ha mantenido en sus puntos clave, como el de no permitir más hoteles en el centro de la ciudad. En cuanto a los pisos turísticos, hoy en Barcelona ya solo los defiende la patronal del sector. Son numerosas las comunidades de vecinos en las que la convivencia con apartamentos resulta conflictiva. El actual alcalde, Jaume Collboni, se ha comprometido a erradicarlos al iniciarse el próximo mandato, cuando la regulación de la Generalitat lo permita. Si el plan no descarrila, en 2029 no quedaría ninguno de los 10.000 legales que hay ahora. Y será mérito de los gobiernos de Colau haber acabado antes con el grueso de los pisos turísticos irregulares.

El legado más visible de Colau es su política de recorte de espacio al coche, el plan ‘Superilla BCN’. Es decir, los ejes verdes. Pese a que ahora parece que fuera la prioridad principal de los Comuns, la medida tomó fuerza a partir del segundo mandato y a causa del covid, que obligó a dar más espacio al peatón para garantizar la distancia sanitaria recomendable.

La ‘superilla’ de Sant Antoni y, sobre todo, la reforma de Consell de Cent, son los símbolos de una gestión que el PSC dio por acabada, por el coste de mantenimiento, pero también por considerar que la falta de transporte público que caracteriza a estos espacios no compensa la falta de tráfico. Pero para los que quieren defender la gestión de Colau, el placer de pasear por un Consell de Cent pacificado es gloria. Sus detractores prefieren destacar que la remodelación provocó el incremento del alquiler y expulsa a vecinos de la vía.

En el apartado de derrotas de Colau destacan dos. La más mediática ha sido el intento fallido de municipalizar la gestión del agua, con la que se dijo que se lograría reducir en 20 euros mensuales la factura de cada hogar, que le costó un duro enfrentamiento con la concesionaria, Agbar. La otra es la creación de una funeraria pública, con la que se quería rebajar el precio medio de los entierros, calculado en 6.400 euros. La empresa suministradora logró mantener la gestión del agua y la funeraria nunca se concretó ante la previsible falta de apoyos en el pleno.

Las denuncias y querellas de Agbar se sumaron a otras que presentaron contra la alcaldesa y miembros de su gobierno diversas entidades y personalidades de la ciudad, como Foment del Treball, Barcelona Oberta e incluso José Antonio Acebillo, exarquitecto jefe del ayuntamiento. En septiembre pasado ya se habían archivado 20 de esas querellas. Alguna prosperó, como la de Foment que pedía recuperar el aspecto de un eje verde, pero quedó en capón teórico. Otra derrota: el Supremo tumbó hace dos semanasel proyecto de dentista municipal sin límite de renta, sin que haya llegado a arrancar una muela.

En mayo de 2023, Colau quedó tercera en las municipales, con nueve concejales, por detrás de los 11 de Trias y los 10 de Collboni. Quedó a 17.000 votos del posconvergente, los mismos con los que ella le superó en 2015. Se daba por hecho que no tardaría en dejar el consistorio, pero se ha quedado en la oposición un año y medio. Argumentó que quería dejar cerrado un pacto que situara a los Comuns como socios del gobierno de la ciudad, si era posible. Pero fue más bien al revés: que ella no se fuera frenó esa alianza. Se va este viernes tras 3.423 días. No se descarta que en 2027 opte por cuarta vez a la alcaldía.

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