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Conferencia académica

La Guardia Civil reivindica a sus mártires republicanos en el cuartel de Travessera de Gràcia

El general Aranguren, un olvidado defensor de Barcelona

Francisco Franco, dictador y psicoanalista

El general Aranguren, fusilado por el franquismo por defender la República y poco homnajeado en Barcelona.

El general Aranguren, fusilado por el franquismo por defender la República y poco homnajeado en Barcelona. / Autor desonocido

Carles Cols

Carles Cols

Barcelona
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El historiador Manel Risques, profesor emérito con hitos inolvidables más allá del ámbito académico (como exhibir una estatua de Franco decapitado frente al Born con desconcertantes consecuencias que luego, ya puestos, se rememorarán), no ha podido tener un auditorio más simbólico y un público más adecuado para pronunciar una conferencia de título, como poco, provocador. ‘¿Existe una memoria democrática de la Guardia Civil?’. La respuesta, un sí rotundo, la dejó clara nada más comenzar. Luego, en presencia de colegas de profesión, como Borja de Riquer y Ricard Vinyes, pero sobre todo de generales, comandantes y guardias civiles de la escala básica relató cómo este cuerpo militar fue también víctima del franquismo, con decenas de fusilados, miles de depurados y un número desconocido de exiliados, algunos de los cuales murieron en campos de concentración del nazismo. Fue una conferencia interesantísima, tanto como el lugar en el que la pronunció, la sala de actos de la sede de la Guardia Civil en Barcelona, en el 291 de la Travessera de Gràcia.

La investigación académica sobre la historia de los cuerpos policiales en España, en especial la del siglo XX, sería en las matemáticas de Ben Euler un conjunto prácticamente vacío. Risques se acercó tangencialmente por primera vez a esta materia cuando en 1995 abordó la historia de los gobiernos civiles en Barcelona a lo largo del siglo XIX. Paso a paso terminó por acercarse a las trayectorias profesionales y vitales del coronel José Aranguren, los coroneles Antonio Escobar, Francisco Brotons, Antonio Moreno, Juan Aliaga y el comandante Mariano Aznar, entre otros, o sea, la cúpula de la Guardia Civil en Catalunya el 18 de julio de 1936, hombres de convicciones conservadoras, muy católicos alguno de ellos, pero aun así fieles al gobierno de la República y, por lo tanto, contrarios al golpe de Estado.

Las grandes pinceladas de su papel durante los primeros días de la revuelta militar de Franco son sobradamente conocidas. Se cuadraron ante Lluís Companys en las horas cruciales de aquel mes de julio. Detuvieron a sus compañeros insurrectos. Mantuvieron el tipo ante las amenazas del general Manuel Goded. Risques ha dedicado años de investigación en archivos, entre ellos los de la propia Guardia Civil, para ir más allá. El acceso a los sumarios por los que se les condenó a muerte en 1939 es, por ejemplo, un material digno de análisis. La sentencia, tras unos juicios que fueron de todo menos justos, les enviaba al paredón con el insostenible argumento de que ellos eran los verdaderos sublevados, porque se ponía cuestión en el propio sumario la victoria electoral de las izquierdas en las urnas y, por consiguiente, se afirmaba que había desobedecido órdenes. Tras recibir los disparos del pelotón, se anotaba como causa de la muerte una “hemorragia interna”.

Manel Risques, a la izquierda, en la sala de actos del cuartel.

Manel Risques, a la izquierda, en la sala de actos del cuartel. / A. de Sanjuan

“Si veo a mi padre en las filas contrarias, lo fusilo”. Con estas palabras por escrito del general Mola se dio el golpe de Estado, recordó Risques. El propósito era que el terror decantara la guerra ya desde el primer momento, no solo entre la población, sino en especial entre los cuerpos de seguridad. La Guardia Civil fue una víctima más de Franco, hasta el punto de hasta agosto de 1939 se planteó muy seriamente disolverla y refundarla con la estructura de una policía política. Murieron mandos de un tiro por la espalda por parte de sus subordinados. Esa fue la suerte del comandante José Rodríguez-Medel en Pamplona. Los que vieron caer su provincia en manos de los golpistas, como Bernabé López Calle en Cádiz, emprendieron una casi novelesca aventura, pues este, en su caso, terminó al frente de una milicia de los maquis.

El caso de Barcelona tuvo una característica, no obstante, muy singular. Esos mandos de la Guardia Civil, con Aranguren a la cabeza, fueron cesados en otoño de 1937, así que cuando en enero de 1939 entraron las columnas rebeldes en Barcelona, la mayoría no tenía ningún papel protagónico. Los que acudieron a presentar sus credenciales ante la nueva autoridad fueron encarcelados de inmediato. Aranguren, que se refugió en la delegación diplomática de Panamá en Valencia, fue sacado de ahí a punta de pistola. Escobar se rindió a Yagüe en Extremadura. Todos fueron fusilados en Barcelona, que apenas les ha rendido homenaje por su trayectoria. Aranguren estuvo a punto de tener dedicada una calle. Al final, se descartó.

Ha abordado esta materia Risques en otras ocasiones. Tiene incluso buenos libros publicados por si alguien desea saber más. Esta vez, sin embargo, el elemento novedoso era, sin lugar a dudas, el lugar, la sede de la VII Zona de la Guardia Civil y el hecho añadido de que era una invitación directa de altos mandos, como el general Pedro Antonio Pizarro. No es ningún secreto que sobrevive dentro de ese cuerpo militar un sector de convicciones, por decirlo suave, nostálgicas. Eso no ha impedido ni que se lleve a cabo la conferencia ni (un detalle quizá importante) que la ha pronunciado íntegramente en catalán.

Manel Risques, en 2018, con el polémico Franco decapitado a sus espaldas.

Manel Risques, en 2018, con el polémico Franco decapitado a sus espaldas. / Mònica Tudela

Franco ecuestre

Menudo contraste, lo dicho antes, con los abracadabrantes sucesos acaecidos en octubre de 2016. En aquella ocasión, y bajo el título ‘Franco, Victòria, República: Espai urbà i impunitat’, Risques había comisariado en el Born Centre de Cultura una reflexión sobre cómo el poder trataba de consolidar su relato político a través de los monumentos de las calles y plazas. En Barcelona, sobre esa tesis hasta se podría rodar una serie de varios capítulos sobre los distintos aspectos que ha tenido el obelisco de la intersección del paseo de Gràcia con la Diagonal, hoy en día un monumento a absolutamente nada.

La cuestión es que en 2016, en un alarde, Risques consideró que aquella muestra necesitaba un escaparate y propuso colocar una escultura ecuestre de Franco conservada en los almacenes municipales con un detalle que no es menor: está descabezada. Faltaba poco menos de un mes para el 20 de noviembre, fecha de exaltación franquista tanto o más que el propio 18 de julio. ¿Habría que proteger aquella provocadora instalación de las iras ultras? Fue un temor precipitado. Los ofendidos fueron algunos sectores del independentismo, que consideraban el Born, por su pasado, un territorio a respetar. La exhibición de un Franco sin cabeza les enojó. Si alguien se ha enojado por la conferencia de Risques en el cuartel, ha tenido la educación de callarlo.