La semana grande de BCN
Contraste en la Mercè 2024 de Montjuïc: una hora de cola en el Albéniz, circo de lujo y tranquilo en el castillo
El Palauet Albéniz registra una hora de cola para poder acceder a un edificio que solo abre al gran público durante los días de su patrona
Teatro, circo e historia maridan a la perfección en la montaña urbana que la capital catalana lleva décadas tratando de revitalizar
La plaza Sant Jaume de Barcelona vibra con una diada histórica castellera de la Mercè que desafía a la lluvia
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El castell de Montjuïc se llena de circo como nuevo escenario de la Mercè / VICTORIA ROVIRA


Carlos Márquez Daniel
Carlos Márquez DanielPeriodista
Periodista especializado en Barcelona. En 'El Periódico' desde principios de siglo. Los últimos 17 años, dedicados a la información local: movilidad, urbanismo, infraestructuras, política municipal, barrios, área metropolitana y medio ambiente. Colaborador habitual en los programas de televisión 'Bàsics' (Betevé) y 'La Selva' (TV3).
Es imposible asimilar todo el programa de la Mercè. Lo que hacen muchos barceloneses, amén de mirar el cielo, y hoy era uno de esos días, es elegir un destino en base a las preferencias y necesidades del núcleo familiar: espacio abierto, cultura, equipamiento cerrado por si llueve, actividades dinámicas. Para luego, una vez en el lugar, aplicar esa acción que solo se define bien en catalán: badar. Abstraerse, embobarse, embelesarse. La fiesta mayor es una de las mayores representaciones anuales del arte de la distracción aleatoria. Pero siempre de calidad, porque si algo sabe hacer bien el Instituto de Cultura de Barcelona es contratar espectáculos peculiares, con mensaje, de kilómetro cero. En el caso del Palauet Albéniz, donde además de bueno 'shows' exteriores, basta con abrir las puertas y dejar que la historia de la ciudad hable a través de tapices, vajillas, espejos y relojes imposibles. Montjuïc, con el añadido del castillo como escenario circense, es uno de los enclaves que más está despuntando en esta Mercè 2024.

El cartel que Carme Solé Vendrell pinto durante su pregón de la Mercè, expuesto en el Palauet Albéniz / Carlos Márquez Daniel
No interpreten lo de la hora de cola del subtítulo como una crítica. Es obvio que un monumento como este, que pasa la mayor parte del año en el anonimato, tiene que regular el acceso. Este edificio, residencia oficial de la familia real en Barcelona y epicentro de muchos de los actos municipales más solemnes, abre un año más al público durante la Mercè. El domingo a las 11.35 horas se están entregando entradas para una hora después, pero nadie abandona la hilera. Y si en cualquier atracción del mundo solo queda esperar, y si hay niños mediante, rezar para que haya un baño cerca, aquí se ha ideado un espectáculo en la escalinata principal para acompañar este tiempo muerto.
Una espera distendida
Se trata de 'Majordoms i minyones' una maravilla a cargo de la compañía Robert Gobern (exactor de Els Comediants), en la que los presuntos cuidadores de la casa sueñan con ser artistas. Estés en parrilla de entrada o todavía en la cola exterior, el humor de este 'show' permite hacer mucho más llevadera la espera. El martes también estarán.
Una vez dentro, da como cosa tocar algo. Primera sala: salón tapizado con los diseños que Francisco de Goya hizo para la Real Fábrica de Tapices de Santa Bárbara. Prometedor comienzo.
"Aquest palauet és preciós, nena", le dice una madre casi centenaria a su hija, ambas del Pallars
Segunda estancia: salón de Ramon Casas, con pinturas del retratista. Aquí, por cierto, se firmó en junio de 1959 el anteproyecto de la Carta Municipal de Barcelona, promulgada un año más tarde. Hay una placa que así lo acredita. Más allá, con menos historia pero con similar majestuosidad, aguarda en el piso inferior la cocina, donde se exhibe una estupenda vajilla con el escudo de la ciudad (¿qué tal comercializarla?). Encima, el comedor de gala, con una lámpara colgante que deja en anécdota el Barroco, con miles de cristales que en junio de 2001, según acredita la fototeca de este diario, hicieron las delicias del entonces pequeño Juan Urdangarín, que en la imagen que ven a continuación reposa entre los brazos de su padre, Iñaki, y los del rey Juan Carlos. Otros tiempos.

Iñaki Urdangarín, su hijo Juan y el rey Juan Carlos, en junio de 2001, en el comedor de gala del Palauet Albéniz / El Periòdico
Por esa mesa han pasado monarcas, políticos, empresarios y artistas. Y presidentes de Estados Unidos, como Richard Nixon, que el 18 de junio de 1963 compartió mantel con el alcalde José María de Porcioles. Podía haberse quedado a dormir en las estancias de la planta superior, cerrada al público, pero Madrid era mucho Madrid y hacia allá que se marchó a madia tarde en avión.
Este domingo no estaban ni Nixon ni Porcioles, pero si dos mujeres con un acento precioso del Pallars, madre e hija, que no daban crédito. "Això és preciós, nena", decía la mayor, de 90 años. "Mare, tira, que estem fent cua". "Ai filla, que passin, jo no dono més de sí". Y así, poco a poco, con orden y sin peleas, centenares de personas (el consistorio dará la cifra el martes, cuando acabe la Mercè) han ido desfilando por esta finca construida para la Exposición Universal de 1929 que tiene en la parte trasera un jardín precioso que sí abre los fines de semana y festivos.
El cartel de Solé Vendrell
Según se avanza por la casa, en uno de los distribuidores, bajo el asombro de una cúpula de cristal de colores, puede verse en una esquina el dibujo que Carme Sole Vendrell regaló a la ciudad durante la lectura del pregón, el pasado viernes. Imposible no esbozar una sonrisa al ver esa 'C' metida con calzador después de que la ilustradora se diera cuenta, en el Saló de Cent, de que había escrito 'Merè'. Ahí queda ese rostro tan identificativo de la campaña 'Why', con la que una vez más quiso poner de manfiesto el atropello constante de los derechos de los niños y las niñas.

Circo con bombonas de butano, a los pies del castillo de Montjuïc / Victoria Rovira
En el exterior, un espectáculo de la compañía Liant la Troca, con buena parte de sus integrantes con diversidad funcional, termina su emocionante oda a la comunicación gestual con una festiva 'rave' ciudadana. Y la pareja que forma Rauxa CIA, Xavi Sanchez y Analia Serenelli, mezclan con mimo el circo, la danza, la patosidad y el humor. Todo delicioso y repiten el martes. Y, como sucede también en el Palauet Albéniz y en buena parte de la oferta lúdica de la Mercè, predominancia de público local.
Murallas y circo
En el castillo de Montjuïc, donde apenas hay colas, seguramente por el aviso de lluvias intensas que no han llegado, con timidez, hasta la tarde, brilla sobre todo la oferta del circo, en la esplanada, en la cara norte de la fortaleza. Edad Media en todo su esplendor con acróbatas suspendidos y equilibrios imposibles, con simpáticos voceros y joglares que tienen a sus espaldas esa muralla solo expugnable con el pago de una entrada (12 euros) que durante la Mercè es gratuita. Dentro de los muros no hay agobios. Solo para ir al baño.
Un nutrido grupo familiar llegado de Sant Andreu debate sobre el origen del castillo. La horquilla de suposiciones se mueve en siete siglos, entre el XII y el XIX. No hay ganador y tampoco habría sido fácil, pues la historia de esta fortaleza es la suma de un montón de pedazos, desde un faro documentado en el año 1073 hasta el primer fortín de mediados del XVII.

Una turista fotografia Barcelona desde el castillo de Montjuïc, con un humeante crucero a sus pies, este domingo / Carlos Márquez Daniel
Desde la terraza superior, lo que más llama la atención es la humareda que sale del sombrero de un inmenso crucero atracado en el puerto. Hay otros dos que también escupen gases, uno de ellos, de la compañía Virgin, atado al World Trade Center, a escasos 300 metros del Poble-sec y a 400 metros del Raval. Estos no tienen pinta de haber venido para la Mercè.
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